Educación

28/7/2020

La “reapertura” de escuelas y las presiones patronales en contra de la educación

Desde Trump hasta el Ministro de Educación de Chile, una política mundial.

Secretaria Gremial ADEMYS

Fuente: www.news.cn

Desde el mes de marzo las escuelas del mundo cerraron, dejando a 1.300 millones de estudiantes sin educación. Dependiendo del país, se incrementó una desigualdad preexistente respecto a los recursos tecnológicos con los que contaban las familias para hacer frente a una educación virtual (Unicef, 30/4).

Actualmente está lo suficientemente documentado que la población escolar no tiene acceso a los recursos para continuar sus estudios. Para el caso de América Latina y el Caribe, se estima que el 47% no tiene acceso a una computadora con conectividad a Internet. Más allá del debate sobre las características de este proceso, en la medida de que no remplaza el aprendizaje presencial, podemos decir que la mayoría de los niños/as y los jóvenes no pudo establecer ningún tipo de “continuidad pedagógica”.

Por eso la pregunta principal de especialistas, de maestras y profesores es: qué están haciendo los gobiernos para revertir esta situación y, en particular, a qué obedece la presión para reabrir las escuelas en lugares donde los datos sanitarios no son buenos y qué recursos están destinando para readaptar y asegurar las condiciones futuras de las escuelas para preservar la salud de todos/as.

La advertencia de Trump: “levanten las clases”

La semana pasada, Donald Trump exigió la reapertura de escuelas en su totalidad, criticando a los colegios que plantean clases en un modelo híbrido, incluso apretando con la quita de subsidios para escuelas que no acataran la reapertura. Mientras tanto, miles de distritos escolares están en debate sobre las guías que el propio Ministerio de Salud ha puesto a consideración para organizar esta reapertura forzosa, en un momento en el que la transmisión del coronavirus está tan extendida que en 15 días el país registró un millón de casos nuevos. Estados Unidos es el país con más infectados (4.465.561) y muertos (151.170) por Covid-19.

La advertencia de Trump, que puede llegar a matizar adaptando su discurso a las expectativas electorales que van en caída según las encuestas, es clarificadora respecto a la estrategia de los diferentes gobiernos del mundo sobre qué hacer con las escuelas. A partir de septiembre estas presiones se replicarán en diferentes países del mundo, que ahora están en receso de verano, sin importar los datos referidos a cuestiones sanitarias, condiciones de las escuelas y el presupuesto que debe destinarse para una adaptación de las mismas.

Panorama mundial

Las escuelas de los países europeos, que en el mes de mayo intentaron regresar al calor de la reactivación de actividades, como en Francia, tuvieron que volver a cerrar por los contagios masivos en al menos 30 % de centros educativos que habían abierto (La Vanguardia, 19/5).

En el mes de junio, 110 centros educativos en Tel Aviv tuvieron que cerrar sus puertas luego de la reapertura en mayo, debido al contagio de estudiantes en el centro del transporte, donde varios jóvenes tuvieron contacto para trasladarse a sus escuelas (Télam, 7/6).

Mientras tanto, el gobierno británico anunció la reapertura de las escuelas para el mes de septiembre, basándose en la idea de “burbujas” de grupos de estudiantes, con la distribución de mascarillas. El dirigente de la asociación de escuelas y universidades Barton, calificó como un desafío la guía bajada por el Ministerio de Salud (Télam, 3/7).

Cabe mencionar la resolución del gobierno de Brasilia de decretar la reapertura para el mes de julio de bares y escuelas, de resultados impredecibles mientras escala a 2,5 millones de contagiados en Brasil y 88.000 muertes. El Ministerio de Educación de ese país ha establecido el uso de alcohol en gel, mascarillas, limpieza de baños e instalaciones comunes y toma de temperatura del personal, que no suena muy creíble dado la política criminal de Bolsonaro, que hemos visto durante la pandemia (Télam, 3/7).

El caso de Chile, que vuelve a plantear el regreso de clases presenciales, también demuestra hasta qué punto esta presión de los gobiernos no está orientada por parámetros sanitarios. Recientemente el ministro de Educación, Figueroa, declaró que es necesario que los chicos vayan a la escuela porque en sus hogares viven hacinados y en ese contexto se favorece los abusos sexuales contra la infancia. Este argumento fue calificado como “miserable” por el colegio de profesores de Chile quien incluso pidió su renuncia, toda vez que conociendo que efectivamente en las escuelas los/as niños/as pueden encontrar un espacio de confianza para poner en palabras el padecimiento del que son víctimas, el gobierno de Piñera se desentiende por la situación social de la niñez y de la educación y hace cargo a las escuelas de este flagelo. Una vez más la docencia de ese país se prepara para resistir estas presiones con más de 9.000 muertos por coronavirus, siendo el tercer país en Sudamérica y octavo en el mundo en cantidad de positivos, con un acumulado de 343.592 (Télam, 25/7).

¿Y por casa por cómo estamos?

En general, el marco que orienta todos los protocolos o guías fueron elaborado por la Unesco, Unicef, el PMA (Programa Mundial de Alimentos) y el Banco Mundial en el mes de abril.

Conforme fue avanzando la pandemia en el mundo, se han confeccionados protocolos que, como demostramos, no son sobre la base de las condiciones sanitarias ni la situación de las escuelas. Mucho menos sobre la base de un acuerdo en mesas paritarias con docentes y estudiantes.

Como se está viendo en muchos países, la escuela refracta las tensiones sociales entre las patronales contra los trabajadores que ante la pérdida de ganancias levantan las medidas de prevención, como la cuarentena, para obligar a ir a los trabajos nada esenciales y trasforman a las escuelas en guarderías nacionales, como denunciaron oportunamente los maestros de Francia en el mes de mayo.

A su vez, los presupuestos nacionales destinados a educación en medio de esta crisis económica inédita no muestran incremento alguno. Se prevé una disminución con cierres de escuelas y universidades privadas de forma creciente y todos los recursos económicos se están yendo a pagar la deuda externa y seguirán condicionados por lo que determine el acuerdo con el FMI. Es decir, más ajustes.

Los gobiernos, como el de Argentina, no han destinado fondos para distribuir masivamente computadoras, conectividad gratuita, libros impresos ni una alimentación de calidad para las familias que diariamente se alimentan en las escuelas. ¿Qué garantía tienen los niños/as, las maestras y las propias familias que se van a destinar recursos para contratar más personal, refaccionar las escuelas, comprar elementos de higiene, comprar mobiliario nuevo para mantener la distancia social necesaria, mascarillas, entre otras medidas que la comunidad educativa exige para contemplar la apertura gradual de escuelas?

Todas las familias y maestras saben perfectamente que la situación académica es preocupante. Pero también conocen las condiciones en las que se desarrolla la educación en las escuelas, la crisis se ha agravado. En el mes de marzo fue la propia docencia argentina la que advirtió que no había ni agua, ni jabón para lavarse las manos como recomendaban en todo el mundo.

Por eso, el protocolo nacional y sus versiones locales, deja librado a la suerte de los distritos y escuelas que puedan cumplir ciertas condiciones y omite la responsabilidad del propio Estado.

Los comités de bioseguridad e higiene son fundamentales para garantizar el control de la comunidad educativa respecto a las condiciones de trabajo y estudio.

El principio rector de la eventual reapertura no puede estar guiado por necesidades económicas, sino sanitarias y educativas. Esa es la próxima batalla de toda la comunidad educativa, acá y en el mundo, para defender la salud y la vida de las y los trabajadores y de los/as estudiantes.