Estudiantiles

20/11/1997|565

Nacional Buenos Aires: Una derrota que puede ser útil

Acaba de ganar las elecciones al Centro de Estudiantes del Nacional Buenos Aires un desprendimiento del Frente de Lucha Estudiantil (FLE), que lo dirigió en los últimos tres años. La nueva agrupación, Participación y Acción (PyA), no hizo el menor esfuerzo por retener la vieja denominación, en una clara manifestación de su voluntad de romper con la tradición del FLE. Desde 1995, la dirección del FLE se destacó, sin embargo, por su posición combativa frente a los principales o incluso todos los problemas que afectaron a los estudiantes, a la educación y a los trabajadores. Así lo testimoniaron, especialmente, las masivas y exitosas ocupaciones del colegio, sea contra la represión, contra la reforma educativa o en común con los paros universitarios.


Es indudable que la escisión del FLE provocada por la PyA tiene una innegable motivación política, de ningún modo obedece al tema de la ‘partcipación’, ya que ésta nunca fue tan intensa y movilizante como en los últimos tres años. Los miembros de la PyA se juntaron improvisadamente y procuraron disimular las diferencias con el programa del FLE, cuando debía esperarse que las subrayaran. Pero esto no debe engañar, porque la PyA tiene una inocultable filiación frepasista e incluso ha sido alentada desde la burocracia de Ctera. Por eso lo de ‘participación’ es casi una estafa ya que la inspiración de la escisión ha partido de cuarteles ajenos a los chicos del colegio. La PyA hace gala del apoliticismo y de una subterránea hostilidad a los partidos políticos y a la UJS, pero éste es un procedimiento habitual de los políticos frepasistas y los burócratas ceteristas, que tiran la piedra y esconden la mano.


Las diferencias dentro del FLE quedaron claramente reflejadas en el curso del año frente al tema de la disciplina, que el rectorado del colegio concluyó imponiendo por medio de un estatuto draconiano. Quienes promovieron finalmente la escisión se negaron a enfrentar la disciplina autoritaria en forma consecuente, lo que habría significado defender el “reglamento de convivencia” que había sido aprobado mayoritariamente en el Colegio, en una asamblea de mil estudiantes. La única vez que la ‘participación’ estuvo en litigio, los ‘participacionistas’ desconocieron lo que habían decidido los participantes.


Sin embargo, es necesario destacar la responsabilidad de la UJS, nacional, en todo este proceso, debido a que defendió la unidad del FLE con métodos de componenda, o sea sin clarificar divergencias ni delimitar posiciones públicamente. No preparó a los chicos para una escisión que era inevitable, desde el momento que estaba impulsada por sectores contrarios a la independencia del movimiento estudiantil frente al Estado, contrarios a la unidad del movimiento estudiantil con la clase obrera que lucha, y contrarios a la politización del movimiento estudiantil. Hay que señalar otra vez más que el aspecto más positivo, más progresivo y más revolucionario de la Reforma de 1918 fue su acento en la necesidad de la politización estudiantil. Politizar significa comprender la relación que guardan entre sí las luchas sociales y el lugar estratégico que en estas luchas ocupa el poder político, o sea, los partidos y el Estado.


Ya hace más de un año que el FLE no crecía ni se desarrollaba, como consecuencia del pantano que toleraban las tendencias que lo habitaban. Cuando esto ocurre en una experiencia frentista, es decir, cuando una experiencia frentista no evoluciona ni se desarrolla, ello es señal de que está agotada y los primeros que así deben comprenderlo son los militantes más consecuentes. De lo contrario, concluirán siendo víctimas de las maquinaciones derechistas.


Por eso, la derrota en el Buenos Aires puede ser saludable. Si la UJS establece claramente sus posiciones y las confronta con cada experiencia de los estudiantes, superará rápidamente lo que se perfila como una experiencia de dirección del Centro inconsistente, vacilante, barullenta quizás, pero vacía de contenido.