Historia

21/6/2007|997

El dieciocho de junio

E l 18 de junio pasará, de algún modo, a la historia de la revolución rusa como un día de viraje.


La posición de las clases, su correlación en la lucha, su fuerza, comparada principalmente con la fuerza de los partidos: todo se ha puesto de relieve en la manifestación del domingo de una manera tan nítida, tan clara, tan impresionante, que, sea cual fuere el curso, sea cual fuere el ritmo de las cosas en el futuro, lo que se ha ganado en conciencia de clase y en claridad de visión es enorme.


La manifestación ha disipado en pocas horas, como una nubecilla de polvo, toda esa vacua charlatanería sobre los bolcheviques conspiradores, y ha demostrado con irrefutable claridad que la vanguardia de las masas trabajadoras de Rusia, el proletariado industrial de la capital y sus tropas están, en su aplastante mayoría, por las consignas mantenidas siempre por nuestro partido.


El paso firme de los batallones de obreros y soldados. Aproximadamente medio millón de manifestantes. (…)


La manifestación del día 18 de junio se convirtió en la manifestación de las fuerzas y de la política del proletariado revolucionario, que traza el camino a la revolución, que señala cómo salir del atolladero. (…)


En ese sentido, la jornada del 18 de junio fue la primera manifestación política en el terreno de los hechos, una lección dada no en un libro o en un periódico, sino en la calle, no por los dirigentes, sino por las masas, una lección de cómo actúan y actuarán las diferentes clases para llevar la revolución adelante.


La burguesía se ocultó. Se negó a tomar parte en una manifestación pacífica organizada a todas luces por la mayoría del pueblo, con absoluta libertad para plantear las consignas de partido y cuyo fin primordial era desplegar las fuerzas frente a la contrarrevolución. Es muy comprensible. La burguesía es, precisamente, la contrarrevolución. Se esconde del pueblo y urde contra él verdaderas acciones contrarrevolucionarias. Los partidos que hoy gobiernan en Rusia, los partidos de los socialistas-revolucionarios y mencheviques se han revelado con claridad, en la jornada histórica de 18 de junio, como los partidos de la vacilación. Sus consignas expresaban vacilación y fueron seguidas, manifiestamente, a los ojos de todos, por una minoría. Detenerse, dejar por ahora todo tal como está: he ahí lo que ellos aconsejaban al pueblo con sus consignas y vacilaciones. Y el pueblo sintió, y ellos sintieron, que eso era imposible. (…)


¡Que el pueblo rompa con la política de confianza en los capitalistas, que deposite esa confianza en la clase revolucionaria, en el proletariado! ¡En el proletariado y sólo en él está la fuente de la fuerza! ¡En él y sólo en él reside la garantía de que se servirá a los intereses de la mayoría, los intereses de los trabajadores y explotados, aplastados por la guerra y el capital, capaces de vencer al capital y a la guerra! Una crisis de proporciones inauditas se cierne sobre Rusia y sobre toda la humanidad. Para salir de ella no hay otro camino que confiar en la vanguardia mejor organizada de los trabajadores y explotados, apoyar su política.


No sabemos si el pueblo comprenderá rápidamente esta enseñanza ni cómo la pondrá en práctica. Lo que sí sabemos a ciencia cierta es que, fuera de ella, no hay salida del atolladero, que las posibles vacilaciones o crueldades de la contrarrevolución no servirán de nada.


Fuera de una plena confianza de las masas populares en su dirigente, el proletariado, no hay salida.


Lenin, 3 de julio (20 de junio), en Obras Completas