Historia

21/2/2013|1257

La guerra civil norteamericana y la clase obrera

Marx y Engels apoyaron a Lincoln en la guerra contra el Sur. Cuando éste fue reelegido, la Primera Internacional le envió una carta de apoyo firmada por el Consejo Central. Advertía que "la rebelión de los propietarios de esclavos iba a sembrar el veneno de una cruzada santa de la propiedad contra el trabajo" y que, para los trabajadores, "hasta sus últimas conquistas estaban en peligro". "A pesar de que los trabajadores, la auténtica fuerza política del norte, permitieron que la esclavitud manchara su propia república; a pesar de que, ante el negro, comprado y vendido sin su consentimiento, se jactaron, como la mayor prerrogativa de los trabajadores de cutis blanco, de venderse y elegir su propio amo, y fueron incapaces de conseguir la verdadera libertad del trabajo, o apoyar a sus hermanos europeos en su lucha por la emancipación, esta barrera levantada al progreso, ha sido derribada por el rojo mar de la Guerra Civil".


La clase obrera británica, aún perjudicada por el cese de la importación de algodón que alimentaba las textiles donde trabajaba, se colocó decididamente del lado de los ejércitos del norte, su gobierno colaboraba con el Sur. Al gobierno inglés, se sumó Francia (con una aventura colonial en Méjico) y España. La actitud de los obreros británicos ha pasado a la historia como una gran página de internacionalismo proletario. En los Estados Unidos, las organizaciones obreras tanto del Sur, como el Norte, apoyaron a Lincoln. La derrota del Sur y la liberación de los esclavos fortaleció la lucha y organización obrera. Rápidamente, se levantaron las voces por las 8 horas y se extendió una organización sindical de costa a costa. Sobre este terreno, se erigió el movimiento mundial por las 8 horas de trabajo (mártires de Chicago, etc.).


Lincoln agradeció el apoyo de la Internacional con mayor deferencia que a los liberales británicos. Los obreros se habían movilizado enérgicamente contra el brazo intervencionista del imperio británico. El movimiento contra el tráfico de esclavos ya había conquistado a la mayor parte de la opinión pública y al capital industrial. Tras el asesinato de Lincoln, una segunda carta de la Internacional, dirigida al vicepresidente Jackson, reitera el apoyo y llama a rehuir compromisos con la reacción vencida.