Historia

26/4/2007|989

Los bolcheviques, el proletariado y la espontaneidad

Por lo que al proletariado se refiere, su cambio de frente y su viraje hacia los bolcheviques tomó en el transcurso de abril un carácter muy acentuado. Los obreros acudían a los comités del partido y preguntaban lo que tenían que hacer para pasar del Partido Menchevique al Bolchevique. En las fábricas se interrogaba con insistencia a los diputados soviéticos acerca de la política exterior, de la guerra, de la dualidad de poderes, de las subsistencias, y, como resultado de estos sondeos, lo más frecuente era que los diputados socialrevolucionarios o mencheviques fueran sustituidos por los bolcheviques. Fue en los Soviets de barriada, los que más cerca se hallaban de las fábricas, donde se inició con más rapidez el viraje. A finales de abril, en los Soviets de los barrios de Viborg, de Narva y de la Isla de Vasíliev, los bolcheviques se encontraban súbita e inesperadamente con que tenían mayoría. Este era un hecho de gran importancia (…); los bolcheviques de los barrios obreros empezaron a ejercer una presión cada vez más sensible (…) Sin que interviniese para nada el Comité de Petrogrado, se inició en las fábricas una campaña enérgica y fructífera en torno a la reelección de representantes en el Soviet general de diputados obreros. Sujánov opina que, a principios de mayo, la tercera parte del proletariado petersburgués seguía a los bolcheviques. La tercera parte, por lo menos, entre la que se contaban, por añadidura, los elementos más activos. La incoherencia del mes de marzo iba desapareciendo, y la orientación política del partido tomaba formas más definidas; las “fantásticas” tesis de Lenin iban tomando cuerpo y echando raíces en las barriadas de Petrogrado.


Cada paso que la revolución daba al frente tiene su origen en las masas o es impuesto por su intervención directa, completamente inesperada, en la mayoría de los casos, para los partidos del Soviet. Después de la Revolución de febrero, cuando los obreros y los soldados derribaron la monarquía sin consultar a nadie, los jefes del Comité Ejecutivo entendían que la misión de las masas había terminado. Pero se equivocaban de medio a medio. Las masas no estaban dispuestas, ni mucho menos, a retirarse por el foro. Ya a principios de marzo, durante la campaña por la jornada de ocho horas, los obreros arrebataron esta concesión al capital a pesar de que los mencheviques y los socialrevolucionarios embarazaban sus movimientos. El Soviet no tuvo más remedio que registrar aquel triunfo, arrancado sin él y en contra suya. La manifestación de abril fue una segunda enmienda del mismo tipo. No hay una sola acción de masa, independientemente de su fin concreto, que no sea un aviso para la dirección. En un principio, el aviso tiene un carácter suave, pero después se torna cada vez más decidido. En julio, de mero aviso se convierte ya en amenaza. En octubre se produce el desenlace.


En los momentos críticos, las masas intervienen siempre de un modo “espontáneo”. En otros términos, obran bajo el influjo de las consecuencias que ellas mismas, ayudadas por sus jefes aún no sancionados oficialmente, sacan de la experiencia política. Al asimilar éstos o aquellos elementos de agitación, las masas traducen por propia iniciativa sus conclusiones al lenguaje de la acción. Los bolcheviques no habían dirigido todavía, como partido, la campaña por la jornada de ocho horas. Tampoco fueron ellos quienes lanzaron a las masas a la manifestación de abril. No fueron tampoco los bolcheviques los que impulsaron a las masas a echarse a la calle a principios de julio. Hasta octubre, el partido no conseguirá acompasar definitivamente su paso al de las masas, pero ya no es para ponerse a la cabeza de ellas en una manifestación, sino para acaudillarlas en la revolución y llevarlas al poder.


(León Trotsky, Historia de la Revolución Rusa)