Historia

20/9/2007|1010

Parlamentarismo y política revolucionaria

“La actitud que habían de adoptar frente al Consejo de la República (Preparlamento) se convirtió inmediatamente en un agudo problema táctico para los bolcheviques: ¿acudirían o no? El boicot de las instituciones parlamentarias por parte de los anarquistas y los semianarquistas está dictado por la tendencia a no someter su propia impotencia a la prueba de las masas y conservar con ello el derecho a la altivez pasiva, con la que ni los enemigos pierden nada ni los amigos salen ganando nada tampoco. El partido revolucionario puede volverse de espaldas al Parlamento únicamente en caso de que se proponga como fin inmediato derrocar al régimen existente. En los años transcurridos entre las dos revoluciones, Lenin había venido trabajando con gran hondura en los problemas del parlamentarismo revolucionario.


“El Parlamento más censitario puede expresar fielmente —y más de una vez lo ha expresado la historia- la correlación de fuerzas real: así ocurrió, por ejemplo, con las Dumas después de la derrotada revolución de 1905-1907. Boicotear parlamentos de ese tipo significa boicotear la correlación de fuerzas real, en vez de modificarla en beneficio de la revolución. Pero el Preparlamento de Tsereteli-Kerensky no respondía ni poco ni mucho a la correlación de fuerzas, sino que había sido engendrado por la impotencia y la astucia de los dirigentes, por la fe mística en las instituciones, el fetichismo de la forma, la esperanza de subordinar al Parlamento a un enemigo incomparablemente más fuerte que él, y disciplinarlo de ese modo.


“Para obligar a la revolución a encorvarse y bajar la cabeza con objeto de que pudiera pasar por el yugo del Preparlamento, era menester previamente, si no aplastar la revolución, sí infligirle, por lo menos, una seria derrota. Pero en realidad, quien había sufrido la derrota era la vanguardia de la burguesía, tres semanas antes. La revolución, en cambio, estaba recibiendo una nueva afluencia de fuerzas; lo que se proponía como fin no era la república burguesa, sino la república de los obreros y los campesinos, y no tenía por qué poner el cuello al yugo del Preparlamento, cuando se iba desenvolviendo cada vez más en los soviets.”


 


León Trotsky, Historia de la Revolución Rusa