¿A quién asusta Schwarzenegger?

¿Será Schwarzenegger el encargado de sacar a California de la bancarrota? No es lo que afirma la mayoría de los observadores, que destacaron que, en apenas tres años, California pasó de un superávit fiscal de 12.000 millones de dólares a un déficit de 38.000 millones.


En realidad, el déficit real de California es de, por lo menos, 20.000 millones de dólares más. Es la cifra que, según denuncia Ken Smetters, funcionario del Tesoro de los Estados Unidos, el ex gobernador hizo “desaparecer” del presupuesto mediante una verdadera artillería de artilugios contables: contabilización como ingresos de ahorros a realizar y de impuestos a percibir por las ciudades y condados; diferimiento de pagos; incumplimiento de compromisos previsionales y de ajuste salarial con los trabajadores del Estado. Como el mismo Smetters aclara que los mismos métodos han sido usado por la mayoría de los Estados, lo que tenemos es la masiva aplicación a las finanzas públicas de la “contabilidad creativa” de la Enron y otras empresas que terminaron en la quiebra.


La razón principal de este impresionante deterioro de 50.000 millones de dólares en tan poco tiempo es la rebaja general de impuestos (en particular a la propiedad), dictada por el entonces gobernador Davis y, al mismo tiempo tiene que ver con el espectacular deterioro de la economía del Estado, como consecuencia de la crisis económica norteamericana y, en particular, de la pinchadura de la “burbuja informática” en marzo de 2001. En California se encuentra Silicon Valley, donde se radican las empresas informáticas de alta tecnología. La quiebra de cientos de empresas, redujo brutalmente la recaudación impositiva del Estado (que grava las operaciones bursátiles) y multiplicó el desempleo (que pasó del 1,3% en el 2000 a 8,9% a mediados de este año).


Pero California no es sólo la informática; es la sede de importantes industrias de biotecnología, aeroespacial, y de defensa, además de ser el centro mundial del “entretenimiento” (Hollywood). La crisis californiana traduce, en el plano fiscal, la crisis más general de todo el capitalismo norteamericano (47 de los 50 estados norteamericanos están, como California, amenazados por fuertes déficits fiscales).


Como nadie espera que la economía se recupere en el futuro cercano, la alternativa para equilibrar el presupuesto es la reducción de gastos, el aumento de los impuestos y la toma de nueva deuda (a un costo creciente). El intento de llevar adelante esta política de “austeridad” hundió a Davis. Pero Schwarzenegger no tiene otra alternativa que seguir esta misma política: ya se especula que deberá abandonar su promesa electoral de no aumentar los impuestos y no reducir los gastos en educación (Financial Times, 9/10).


Las limitaciones que enfrenta son enormes: el 70% de los recursos del presupuesto del Estado tienen un destino asignado por diferentes leyes impuestas por medio de referéndums o “iniciativas populares”. Este mecanismo, impulsado por la derecha en las décadas del ‘80 y ‘90 para limitar las atribuciones impositivas del Parlamento, se ha convertido en una soga al cuello del régimen político californiano.


Frente a las contradicciones sociales que enfrenta, no cuentan ni sus músculos ni su sonrisa hollywoodiana, ni los apoyos de magnates como el financista Warren Buffet o el ex secretario de Estado George Shultz en nombre del monopolio Bechtel. Que un candidato de estas características haya ganado las elecciones es un síntoma de la envergadura de la crisis política y social; de ninguna manera un principio de solución.