Abstención y pasividad

Comisión Internacional del Partido Obrero


La izquierda boliviana, de una manera general, llamó al voto en blanco y a la abstención, sobre la base de caracterizar a la Constituyente como “impotente” o “farsa”. Mejor hubiera sido que dijeran que no reunían la capacidad para participar de las elecciones. Las limitaciones históricas de la Constituyente carecen de toda importancia a la hora de decidir la concurrencia o el boicot. Lo que importa es la actitud de las masas, sus ilusiones y expectativas. Se trata de darles una orientación revolucionaria frente a una tentativa no revolucionaria, pero no de darles la espalda a ellas. La altísima votación registrada el último domingo (en un país históricamente refractario a las elecciones burguesas) muestra que, otra vez, los explotados le dieron la espalda a los abstencionistas y viceversa.


 


Contra esta política abstencionista — no de las elecciones sino del proceso político de las masas — el Partido Obrero sostuvo la necesidad de intervenir en la Constituyente. “Explotar las posibilidades de una presentación electoral y de una eventual representación en la Constituyente, por pequeña sea, es parte de la propuesta de conjunto de orientar las presiones populares sobre la Constituyente en una perspectiva revolucionaria”, decía el El Obrero Internacional ya citado, de marzo de 2006.


 


Ahora, con los resultados en la mano, el periodista Miguel Lora escribe que “los ‘ingenuos’ que esperaban que la Constituyente sea un ‘espacio’ para que los explotados planteen sus reivindicaciones se quedaron con los crespos hechos porque hay más posibilidades de que la Asamblea esté al servicio de los poderosos, y con campesinos de adorno (…) El trotskismo opina que la Constituyente y el referéndum fueron consignas levantadas desde las filas del ‘reformismo’ como medidas para cortar el avance de las masas en la calle. Por esa su razón de ser (…) es de suponer que la Constituyente no será la instancia que resuelva los problemas sociales del país…” (Bolpress.com, 3/7).


 


El planteo de Lora importa un retroceso teórico de doscientos años sobre los procesos nacionales. Para los marxistas, lo que determina la intervención en la lucha parlamentaria — incluida la lucha en los parlamentos constituyentes — no es la capacidad de los parlamentos para “resolver los problemas sociales”. Si fuera por eso, los marxistas no participarían en ninguna elección y en ningún parlamento. Lo que debe importar es si esas elecciones, incluso cuando se trata de “desvíos” políticos contra la movilización de las masas, suscitan la atención de la población explotada. Los revolucionarios no pueden saltarse nunca las etapas de la conciencia de los explotados.


 


No solamente los trabajadores son ‘desviados’ hacia las instancias parlamentarias, por parte de la burguesía; también ésta es ‘desviada’ al parlamentarismo por la presión revolucionaria de las masas. De otro modo, la oligarquía boliviana hubiera seguido gobernando al viejo estilo. Los ‘desvíos’ son imposiciones objetivas a todas las clases sociales; el partido revolucionario debe orientar a las masas a superar estos ‘desvíos’ en función de sus intereses históricos — no, como hace Lora, perorando sobre la incapacidad del parlamentarismo pero evitando hablar de la incapacidad, más seria por supuesto, del lorismo. Lora desconoce que la obligación de los revolucionarios es intervenir activamente en estos procesos políticos ‘realmente’ desviacionistas, oponiendo las reivindicaciones de las masas a las instituciones parlamentarias. “En oposición a la expectativa profesoral de que las masas se ‘eleven’ al ‘programa’, es necesaria una política que permita participar en todas las fases de la lucha y desarrollar todos los estadios que recorre la conciencia de las masas” (El Obrero Internacional, marzo de 2006). Esta es la política que defiende el Partido Obrero, recogiendo una enseñanza de doscientos años.