Acabar con Palestina, el gran objetivo de la guerra

En un corto comunicado, el jefe de la diplomacia israelí, Sylvan Shalom, reveló un juego político de largo alcance.


“Israel –dijo– desea la paz y espera encontrar un verdadero socio para esas negociaciones en la nueva dirección palestina” (Le Monde, 25/3). Por cierto, nadie puede pensar que se trate de una simple “cortesía” hacia el nuevo primer ministro palestino Abou Mazen por parte del Estado sionista, que bombardeó hasta el cansancio las sedes y las fuerzas de la Autoridad Nacional Palestina.


Con estas palabras, Shalom estaba fijando las prioridades políticas a las que debía atenerse el nuevo primer ministro: “Consideramos la designación de Abou Mazen como una evolución positiva, pero de lo que se trata es de saber si podrá actuar y si Arafat le permitirá luchar contra el terrorismo de Hamas y la Yihad islámica” (ídem). Y agregó que aunque Israel ha dado su acuerdo al plan de Bush, “antes la Autoridad Palestina debe poner fin al terrorismo, frenar las incitaciones al odio y proceder a reformas democráticas” (ídem).


Las declaraciones de Shalom confirman que “toda la orientación de la reforma política implementada por Arafat apunta a organizar la represión contra los movimientos palestinos que combaten, sin haber recibido la menor garantía de una contraprestación sionista”.


Para el pueblo palestino, la consecuencia de la guerra de Irak y del “plan de Bush” no serán la “paz” y la creación de un “Estado nacional”, como pretenden los sionistas y Arafat, sino una nueva fuente de masacres y expulsiones.