Acuerdo semicolonial

El acuerdo comercial y de inversiones firmado por EE.UU. y China plantea abiertamente la perspectiva de que China vuelva a convertirse en una semicolonia. La apertura recíproca de sus economías significa algo muy diferente para cada uno de ellos, dada la inmensa diferencia entre sus respectivos potenciales económicos.


El acuerdo prevé la reducción de los aranceles de importación de los principales productos agrícolas, a la vez que se desmantela el monopolio estatal a la soja. Los aranceles a la importación de autos bajan del 80 al 25%. Se permite la formación de sociedades mixtas, con hasta un 49% de capital extranjero que, en dos años, podrá subir al 50%. Los bancos extranjeros podrán actuar en territorio chino como entidades nacionales.


Lo mismo ya vale para China, pero está no podrá sacar ningún provecho de esa ventaja, salvo en el caso de los textiles en el que EE.UU. aceptó eliminar de manera gradual sus cuotas a la importación desde China.


Este acuerdo abre el camino para que China ingrese a la Organización Mundial del Comercio (OMC), lo que significa que otorgará esas mismas ventajas a todas las naciones imperialistas.


El acuerdo despertó controversias de un tipo singular: “…en Europa, exigen que sus reclamos se atiendan antes de que ingrese (a la OMC) China”(Financial Times, 17/11). En EE.UU., hay quienes consideran el límite del 49/50% para la constitución de las empresas mixtas, “un importante paso atrás,(porque) empaña las oportunidades de inversión en China y los chinos sufrirán las consecuencias” (un consultor de Telecomunicaciones de Price & Coopers,The Wall Street Journal, 16/11).


 


En quiebra


La burocracia china ha dado este paso bajo la presión de la crisis china, una consecuencia de la ‘apertura’ registrada del ‘78 en adelante.


Según varios informes internacionales, el sistema bancario está en quiebra con una cartera incobrable de 500.000 millones de dólares, que deberá ser bancado por el presupuesto del Estado. El acuerdo permitiría al capital extranjero tomar el control de los bancos.


Pero, por el lado fiscal, “el mayor déficit de presupuesto para 1999 (57% mayor al del año pasado) espera ser financiado con emisión de bonos del gobierno a largo plazo. Paralelamente, persisten muchas dudas respecto de su efectividad, dado el resultado de las emisiones de bonos anteriores: más del 60% del dinero en bonos lanzado en 1998 se destinó a cubrir los costos de la deuda preexistente … Las preocupaciones se centran en lo abultado de las emisiones de títulos, el interés que generan, lo espiralado de sus emisiones en el tiempo y los escasos resultados obtenidos hasta ahora, ya que su destino principal es pagar intereses y financiar proyectos de baja rentabilidad, si es que la consiguen”(Panorama de la Economía Internacional, CEI).


Pero “el Presupuesto oficial no contabiliza el lanzamiento de mayor deuda pública como mayor deuda sino como ingresos: ese tratamiento sobreestima los ingresos y subestima las deudas, que de ser correctamente contabilizadas llevarían el déficit presupuestario al 5,3% del PBI”(ídem).


Con este trasfondo, “hay analistas internacionales que vislumbran que las autoridades chinas impulsarán en el corto plazo una devaluación”. El acuerdo apunta justamente a rescatar la moneda china con un masivo ingreso de capitales expeculativos.


 


Colonización


El ingreso de China a la OMC es mucho más que un acuerdo económico: significa, por sobre todo, que el sistema legal interno de China se transforme a los principios de la libertad de empresa y de comercio. Se abre así la vía de la colonización política. Es de este modo que el imperialismo mundial quiere eliminar las contradicciones entre las necesidades de desarrollo y, por lo tanto, de independencia de China, y el orden mundial de la globalización. El disciplinamiento económico deberá viavilizar el político, el militar y el estratégico.


Esta política de conjunto permitirá resolver los problemas que enfrentó Motorola. “Las restricciones norteamericanas a la exportación de tecnología militar a China están socavando los planes de Motorola para instalar una planta de semiconductores en China de 2.500 millones de dólares”(Financial Times, 3/11).


En China, el acuerdo despertó el temor al sometimiento nacional. “Parte del frente doméstico entiende las negociaciones como ‘entrega’ del mercado chino al capital occidental, sin recibir beneficios de la contraparte” (ídem). La firma de tal acuerdo provocaría una gigantesca crisis agraria.


Estas resistencias se hicieron sentir antes del acuerdo. Según el Financial Times (4/11), “la novedad que se conoció esta semana de que el poderoso ministro de Industria chino planea imponer cuotas de producción y de importación a las compañías extranjeras como Ericsson, Motorola y Nokia es uno de los tantos signos en Beijing de que las fuerzas conservadoras están en ascenso”.


El temor que suscita una crisis llevó al secretario del Tesoro yanqui a declarar que “EE.UU. no sólo no está apurando una drástica reforma que pueda desestabilizar la economía china sino que pretende una ‘prudente, paso a paso y balanceada’ apertura a la competencia externa” (Financial Times, 26/10). Pero cuando parecía que podía naufragar, la fracción mayoritaria de la burocracia china anunció el acuerdo.


 


Consecuencias


Sin ambigüedades, el Financial Times señaló que el acuerdo con EE.UU. y el ingreso de China a la OMC “implicarán sufrimientos internos –y tal vez inestabilidad política– para los 1.300 millones de chinos. El costo principal será el desempleo”.


“El peor golpe lo recibirán las empresas estatales ineficientes y las de propiedad colectiva. El Banco Mundial calcula que un tercio de sus 140 millones de trabajadores podrían ser prescindibles. Ya hay entre 16 y 18 millones de desempleados en las ciudades chinas y 100 millones de campesinos que padecen desempleo estacional. En los próximos 5 años, la preocupación clave de los líderes chinos puede ser cómo controlar y atender a esta inquieta marea humana”.


Además, “muchas industrias chinas están ahogadas por el exceso de capacidad. Sectores como el acero, la petroquímica, el cemento, los automóviles, el aluminio y la electricidad parecen estar particularmente en riesgo. Aunque China es el mayor productor mundial de acero, se estima que sólo cuatro de sus miles de compañías son internacionalmente competitivas”.


“Lo mismo ocurre con las 8.000 fábricas de cemento que existen en China, la mayoría de las cuales opera por debajo de la escala óptima de un millón de toneladas. En agricultura, los problemas estructurales son aún más graves. Cada trabajador cultiva 0,1 hectárea en promedio, comparado con el promedio de 1,4 ha de los EE.UU. y 0,5 ha de Europa. Los precios de los productos agrícolas chinos están un 30% por encima de los niveles internacionales. Si caen los aranceles para las importaciones agrícolas en China, se corre el riesgo de que un flujo de importaciones baratas devaste su economía rural, que sostiene a 900 millones de personas”.


Esta enorme crisis potencial explica que “una de las razones por las que las negociaciones entre China y EE.UU. llegaron a buen puerto fue que los EE.UU. excluyeron sus reclamos en los planos laboral y sindical. No habrá libertad sindical ni derecho a la huelga ni negociaciones salariales libres en China. Tampoco firmará China el tratado que prohíbe el trabajo forzado, el cual se espera que prosiga en las cárceles y los campos de esa clase en China”.


Libertad para el capital y campos de concentración para las masas chinas, ése es el contenido del acuerdo norteamericano-chino.