Algunas observaciones sobre los primeros efectos de la pandemia en Francia

Un golpe a un país imperialista en decadencia...

L'Etincelle (Francia)

A continuación, compartimos un informe enviado desde Francia por los compañeros de la organización L'Etincelle (La Chispa).


La economía del imperialismo francés antes del golpe de la pandemia presentaba los rasgos de una potencia cuestionada en el mercado mundial, en búsqueda de una reorganización de su tejido industrial y de su fuerza de trabajo, de una reconfiguración de su antiguo espacio colonial y sin reales márgenes de maniobra en el seno de su coalición comercial que es la UE (Unión Europea).


A escala global, en 2007, las empresas francesas representaban el 5% del valor de las empresas que cotizaban en bolsa, pero en 2017 solo llegan al 2.8%. Paralelamente, entre 2007 y 2017 los grupos franceses existentes entre los 500 mayores grupos del mundo pasaron de 32 a 22. Sea en el reparto de los mercados, o de los grupos que pueden jugar un papel en la competencia mundial, esta relativa decadencia no ha escapado a los sectores dominantes de la burguesía francesa.


Esta presión de la competencia fue compensada por una reacción con la finalidad de disciplinar a la fuerza de trabajo, bajando su costo. Los salarios de los últimos 10 años se estancaron, su abanico cambió al polarizar al salariado con un grupo creciente de baja calificación, con el del sector calificado en detrimento del núcleo central. Esto se tradujo también en el tamaño de las empresas. Hubo un retroceso de las medianas en beneficio de las grandes concentraciones o de las pequeñas unidades. Iniciado mucho antes, el pasaje de una economía industrial a una economía de servicios, marcado por la violencia del encuadramiento de los sectores periféricos, el sector de Logística y de las plataformas particularmente, que fueron los primeras en resistir.


Manteniendo niveles altos de desocupación y de precarización, el capitalismo francés logró constituir un poderoso ejército de reserva, una población de cerca de 10 millones que se encontraba ya en el umbral de la línea de pobreza antes de la crisis actual. Un derrumbe social portador de tensiones y reacciones en el seno del proletariado.


…pero precedido por una renovación de las luchas sociales


 Desde 2018, quizás 2016, varias señales muestran la renovación de las luchas sociales en Francia. El movimiento de los Gilets Jaunes [Chalecos Amarillos, ndR], por su carácter explosivo, su tenacidad, su capacidad de poner en movimiento capas del proletariado alejadas de la organización sindical y de la acción reivindicativa cotidiana, es el reflejo más evidente. En esta época los sindicatos actuaron como bomberos del gobierno, al denunciar a los Gilets Jaunes. Este movimiento profundo expresaba el deterioro de la situación material de amplias capas de la población, sin dar lugar a huelgas, sin embargo al principio.


Las huelgas llegaron un poco después con el movimiento contra la reforma de las jubilaciones. Las direcciones sindicales nunca quisieron el enfrentamiento, demasiado ocupadas en la “concertación” con el gobierno, pero acompañaron al movimiento y se pusieron a la cabeza, CGT en primer lugar. Este movimiento surgió de las “bases”: con la huelga masiva de los transportes parisinos del 12 septiembre de 2019, y las llamadas huelgas “salvajes” en el ferrocarril en noviembre. La huelga del 5 de diciembre fue utilizada por las direcciones sindicales para canalizar un movimiento de ira que se veía venir. En esa jornada, las huelgas y manifestaciones fueron muy importantes, incluso en ciudades pequeñas y en pequeñas empresas. Señales de profundización que nos llevaron a afirmar que una parte de la clase obrera vislumbraba la posibilidad de invertir la relación de fuerzas. Hecho significativo: los ferrocarriles empezaron la huelga más larga de su historia, justo un año y medio después de otra huelga presentada como “una derrota histórica”. Los militantes revolucionarios intentaron estructurar la huelga independientemente de los sindicatos, sea con comités de huelga, o con intentos de coordinación de los huelguistas pero no llegaron a tener peso en la relación de fuerzas.


Resulta ineludible hablar de la situación en los hospitales ya que da cuenta de las posibilidades y de los límites de las luchas actuales, y del carácter implacable de las políticas gubernamentales, situación que se agrava con la crisis sanitaria actual. El presupuesto hospitalario público está en baja desde hace 30 años, con una aceleración en estos últimos 15. Regularmente se suceden situaciones dramáticas, como la muerte de pacientes en las salas de espera. Luego de años de tensiones, en 2018 empezaron a propagarse las huelgas en los servicios de urgencias, después de una epidemia estacional de gripe que puso en jaque a los hospitales. En 2019 nuevas huelgas en los servicios de Urgencias logran una estructuración independiente de los sindicatos, surgida de trabajadores de base no militantes (con escasas posiciones de militantes revolucionarios). Se organizan para extender el movimiento, logran sacarlo de la escala local y hacen de la movilización de los “hospitalarios” un hecho político nacional. Significativamente, hasta los médicos de los hospitales empiezan a organizarse (con un carácter mucho más corporativo, y que ahogó un poco el movimiento surgido del personal de Enfermería). Nada de esto hizo retroceder al gobierno. Sin embargo, la actividad de estos dos sectores del proletariado permitieron el asentamiento de minorías militantes significativas a nivel nacional.


Este renacer de la tensión social no llega a traducirse en una evolución de las relaciones políticas de fuerza. En el plano electoral asistimos a la polarización Macron/Le Pen. La derecha espera su hora, presentándose como la versión suavizada de Macron o de Le Pen, según el electorado al cual apunte. La izquierda, muy afectada por el debilitamiento de sus aparatos, se encuentra en retroceso, incluida la opción neo-reformista” de Melenchon. Sin otras alternativas a la vista en el campo electoral, se abrían posibilidades para la extrema izquierda, siempre y cuando quisiera tomarlas. No fue el caso. Lutte Ouvrière se concentra en la autoconstrucción y se mantiene distanciada de la extrema izquierda y el NPA, en plena descomposición, no busca existir ni aparecer políticamente como tal, a la espera de una oportunidad de recomposición de "la izquierda de la izquierda" con quien hacer alianza. A pesar del repliegue organizativo de algunos (LO en particular) y de la ausencia de política independiente de otros (NPA), surgieron varias iniciativas de los militantes revolucionarios que intervienen en diversos movimientos.


Primeros impactos de la pandemia


El deterioro de los hospitales anunciaba una catástrofe sanitaria en caso de epidemia. La catástrofe tuvo lugar, efectivamente. El pico de 20.000 muertes registradas esta semana, mientras la pandemia sigue extendiéndose, son una estimación baja, que se elevará ampliamente. La población está legítimamente shockeada por la selección de los pacientes que acceden a la reanimación. Los residentes en los geriátricos que cuentan con atención médica están excluidos de la infraestructura hospitalaria, lo que resulta en una mortalidad importante. El efecto de la pandemia sobre la mortalidad de la población es notable (+ 20% en marzo). Los asistentes sanitarios temen hoy una catástrofe sanitaria secundaria, la de los pacientes que no fueron atendidos por la prioridad otorgada al Covid-19. Lo más chocante es la falta de materiales elementales, la penuria de los barbijos es el ejemplo m+as conocido. Así como la escasez de respiradores artificiales o el temor a la falta de medicamentos. El gobierno intenta llevar tranquilidad y promete insumos, pero no existe movilización del Estado para terminar con la escasez de insumos, ni mucho menos.


Las consecuencias económicas son catastróficas, y lo que está en juego y sus consecuencias es diferente según cada clase social. Abarca realidades diferentes y contradictorias: por ejemplo, la detención/suspensión de la producción se combina con una super actividad de los sectores hospitalarios y otros sectores esenciales. El elemento central es el regreso de la intervención estatal, sea para garantizar, mediante una inyección masiva de decenas de billones de euros en adelantos, préstamos, bonificaciones fiscales, sea para nacionalizaciones parciales o totales de los 25 grandes grupos. La profunda crisis de la producción está presente en la cabeza de todos los trabajadores. Sectores de avanzada como el aeronáutico, con pedidos importantes agendados, congelan sus actividades por dos años. La cifra de las quiebras no está aún pero se anuncia sin precedentes. El Estado y la UNEDIC (Caja de Seguros de Desempleo) intervinieron para atenuar el efecto de casi 7 millones de trabajadores en paro técnico indemnizándolos con el 84% del salario neto (con gasto cero para las patronales). Pero esto no cubre a los trabajadores interinos o precarizados que directamente se convierten en desocupados. Es el caso de numerosos trabajadores inmigrantes que trabajan en la construcción sobre todo. La supresión de la reforma de las jubilaciones fue planteada por el jefe de la bancada de diputados de la mayoría presidencial. Las patronales buscan mantener su producción, cueste lo que cueste. El gobierno de Edouard Philippe prometió el “regreso a la normalidad” y hasta la recuperación de la actividad perdida con la adopción de medidas de excepción, derogando –provisionalmente dice- partes del Código Laboral /de Trabajo: 60 horas semanales permitidas (en lugar del máximo actual de 48 horas), imposición de licencias, aun en periodo de confinamiento, para hacerlos trabajar en las vacaciones. La cooperación entre burguesías en el cuadro de la UE no presenta hasta ahora grandes garantías de coordinación de políticas de los bancos centrales, marcando una tendencia al repliegue nacional. En relación a su antiguo perímetro colonial en Africa, una nota de mediados de abril del Ministerio de Asuntos Exteriores evoca sin ningún pudor el posible derrumbe de Estados enteros, y la preocupación en conseguir personal político de recambio frente a las rebeliones populares de masas.


En el plano social es tremendo el contraste entre la visión mostrada por los medios sobre el confinamiento, las semi-vacaciones de la pequeña burguesía, y la caída en la penuria y en la pobreza de amplios sectores de la sociedad. En las empresas estalló la desocupación parcial/semiocupación, el temor a los despidos, y el mantenimiento -en contradicción con el imperativo de no circulación del virus- de la producción no esencial, en detrimento de los trabajadores y sobre todo de las trabajadoras. En las barriadas, ya golpeadas por la desocupación y la rebaja de la ayuda social, la desaparición del sector informal se hace sentir y se nota en la aparición de problemas alimentarios. A la par recrudece la violencia policial. Naturalmente, esta realidad se ha agudizado para los sin-techo, los inmigrantes, los detenidos. Golpea a los estudiantes que sobrevivían con changas y que caen de a decenas de miles en la pobreza. Los trabajadores reaccionan, discuten sobre la seguridad, el equipamiento, las elecciones de producción, en el Correo, en Amazon, en los hospitales, y demás, cuestionando en condiciones particulares la intervención de los revolucionarios .


Las consecuencias de las crisis sucesivas son también políticas. El abandono de las instituciones, la sucesión de decisiones contradictorias y de anuncios enseguida desmentidos, desprestigian al gobierno y en particular a la presidencia. Macron intentó, con acentos churchillianos, adoptar la pose de un jefe de guerra. En vano. Pasamos del “débil riesgo”, a “tenemos reservas” después “hay que seguir yendo al teatro”, y “hay que ir a votar” en la primera vuelta de las municipales (sin segunda vuelta)… al cierre de las escuelas, de los bares y restaurantes, al confinamiento, todo en menos de una semana. Ese desprestigio tuvo como contrapeso el llamado a la unidad nacional, que tuvo eco favorable en la izquierda (PS, Verdes), una neutralidad benévola (PCF) y una oposición formal (France Insoumise, Melenchon), que votó, sin embargo, el plan de ayuda financiera masiva a las patronales. Esta unión nacional tiene su correlato en las relaciones entre las direcciones sindicales y el Medef.(Movimiento de Empresas de Francia). Finalmente es el bloque conservador (derecha y extrema derecha), al que más fuerte se oye en su crítica de la desidia gubernamental. Sin embargo, esta unión nacional, que funciona bastante bien en estos bloques intermedios, no parece encontrar eco favorable en los medios populares, tan impopular es el gobierno. La decisión de terminar con el confinamiento de la juventud escolarizada el 11 de mayo, va a condensar todas las contradicciones citadas si el gobierno se empeña en mantener esa fecha en detrimento del criterio sanitario. El objetivo es servir como guardería para que los padres puedan exponerse y ser explotados, pero están lejos de alcanzar esa meta.


De las fuerzas políticas organizadas solo la extrema izquierda (trotskista y libertaria) se opone a la respuesta del gobierno frente a la crisis sanitaria y a la unión nacional. Las tareas son numerosas: mantenimiento de lazos lo más amplios y profundos posibles, difusión ampliada de nuestras análisis y propuestas, la organización de los sectores sanitarios y de la producción, explorar la posibilidad de nuevas relaciones con trabajadores sobre la base de reflejos de supervivencia, sin organización pre existente, introducir reflexiones sobre el control obrero que vayan más allá de la mera propaganda.