Aristide contra la historia

Aristide ha retornado “en triunfo” a Haití. El imperialismo norteamericano condujo su política teniendo  presente en todo momento el enorme potencial de guerra civil y de insurrección popular que enfrentaba la dictadura, y su principal preocupación fue actuar preventivamente para evitar un levantamiento popular. Aún hoy, con las tropas norteamericanas ocupando el país, la prensa no deja de señalar que “los partidarios de la dictadura están aterrorizados por el latente potencial de levantamiento popular” (Time, 8/10) …


En sus retinas, los funcionarios norteamericanos guardaban las imágenes del derrocamiento de “Baby Doc” Duvalier y de los sucesivos y fracasados golpes militares que se sucedieron desde entonces.La función del bloqueo y de la amenaza de intervención militar fue, como lo señalamos reiteradamente, desde el principio, “crear las expectativas de una salida ‘democrática’ impuesta por los Estados Unidos (que) sirvieran para que la dirección del movimiento Lavalás, el partido del depuesto presidente Jean Bertrand Aristide, evitara plantear la cuestión de la lucha armada y de la guerra civil contra la dictadura, a pesar de contar con el apoyo del 80% de la población haitiana” (Prensa Obrera, nº 425, 10/8). Esta política de contención ha llamado incluso la atención de la prensa: “el aspecto más sorprendente del colapso de las autoridades civiles en las afueras de la capital fue el freno exhibido por los partidarios de Aristide” (Time, 8/10). Las consignas del retorno de Aristide y del retiro de los militares genocidas se convirtieron  en una vía para evitar el derrocamiento revolucionario de la dictadura.


La masiva emigración de Haití, que alcanzó su pico después del fracaso del “Acuerdo de la Isla de los Gobernadores” entre Cedrás y Aristide (setiembre 1992), fue un síntoma  poderoso de que la dictadura no controlaba plenamente la situación, a pesar de las masacres y de la colaboración del imperialismo norteamericano. Por este motivo, la emigración  fue un factor  que agudizó la presión intervencionista de Clinton. Terry Lynn Karl, presidenta del Centro de Estudios Latinoamericanos y consejera del Departamento de Estado, ha denunciado que “‘lo que los oficiales de inmigración estaban haciendo con los haitianos era comparable a la deportación de judíos hacia la Alemania nazi’ , recordando que muchos fugitivos eran entregados directamente en manos de la policía o el Ejército haitianos e inmediatamente asesinados” (Folha de Sao Paulo, 26/9).


Aristide ya tiene sucesor


Aristide regresa a la presidencia como una figura decorativa de la ocupación norteamericana. Aristide no sólo deberá “gobernar” en el marco del acuerdo Carter-Cedrás; trae, además, “un equipo de asesores profesionales” y “un plan económico del Banco Mundial” (Clarín, 16/10).


Aristide ha servido al imperialismo para imponer una salida “democratizante” a la crisis haitiana pero no es, ni mucho menos, el hombre del imperialismo. Ese papel parece reservado a Evans Paul, alcalde de Puerto Príncipe y también dirigente del Lavalás,  a quien se señala como el próximo presidente haitiano. “Paul —señala The Wall Street Journal (14/10)— cuenta con la confianza y el apoyo financiero de los Estados Unidos (que) ha destinado más de 200.000 dólares en proyectos para mantener a Paul en una oficina alterna a la alcaldía … ‘No hay nadie en el horizonte que se le parezca’, indica un diplomático estadounidense”. Por su parte, “Gregory Mevs, miembro de una de las familias más ricas e influyentes de Haití, dice que el alcalde ha madurado en los últimos años y se ha convertido en un estadista. ‘Creo que es una de las grandes esperanzas’, dice Mevs” (ídem).


Rescate del ejército genocida


El ejército norteamericano no ha desarmado a las bandas paramilitares de “atachés”, de esto se están encargando ahora directamente las masas. Pero sí ha mantenido en pie la “cadena de mandos” del ejército. Esto ratifica que “la invasión es un intento último de rescatar al Estado duvalierista y a la oligarquía, procediendo ‘manu militari’ a una reforma política democratizante” (Prensa Obrera, nº 425, 10/8). El dictado de una amnistía de los golpistas y genocidas y el nombramiento de los sucesores de Cedrás de acuerdo al escalafón militar y a las leyes militares en vigencia han sido, desde el vamos, las condiciones impuestas por los norteamericanos a Aristide y han estado presentes tanto en el Acuerdo de la Isla de los Gobernadores como en el acuerdo Carter-Cedrás.


Al mismo tiempo, el imperialismo ha comenzado la tarea de reclutar, entrenar y encuadrar a la “nueva policía”, la cual tendrá por un período prolongado, jefes y asesores norteamericanos. La separación del Ejército y la policía —que ha sido definida como  “clave” (The New York Times, 29/9)—  permitiría preservar al Ejército en sus “tareas específicas” que —en ausencia de cualquier amenaza externa— no son otras que las de servir como recurso último de defensa del Estado y del régimen social de explotación.


Por qué Clinton  pudo imponer su política


Clinton impuso su política contra la opinión de la CIA, del Pentágono, de la oposición republicana y de una parte de su propio partido. Los sumó, al final, a la invasión concertada, porque la intervención en Haití responde a objetivos estratégicos más generales.


En primer lugar, sirve para hacer frente a la descomunal crisis del Caribe. Los tratados de “libre comercio” puestos en marcha por Bush, han fracasado en toda la línea y hoy, cinco años después, Newsweek (18/7) describe al Caribe como un “conjunto de islas miserables” y a la pretendida estabilidad de sus regímenes políticos como “una quimera”. La lucha comercial entre las grandes potencias ha liquidado la economía de la región, basada en el cultivo del azúcar: “para apaciguar a sus propios granjeros, Estados Unidos y Europa lanzaron programas azucareros. En 1974, Europa era un importador neto de azúcar; hoy es el mayor exportador mundial, desplazando a los países del Caribe de sus mercados tradicionales” (ídem). El lanzamiento del Nafta ha agravado la situación, al brindar acceso al mercado norteamericano a México, competidor comercial de los países caribeños: “los términos preferenciales otorgados a México en el cuadro del Nafta ponen en peligro el 61% de las exportaciones de Haití a los Estados Unidos” (ídem).  La presencia de los militares haitianos en el poder agregaba pólvora al barril, creando una situación “potencialmente volátil” en todo el Caribe.


En segundo lugar, el imperialismo norteamericano está obligado a armar un bloque comercial “desde Alaska a Tierra del Fuego” —según la definición de Bush— para evitar la penetración de los imperialismos rivales en el continente y para darle una salida “segura” a sus exportaciones y sus capitales. Para avanzar en esta dirección, Clinton ha convocado para diciembre en Miami, a una “cumbre hemisférica” de presidentes, en la que tendrán también una activa participación “las cámaras empresariales”. El gobierno de Clinton pretende montar una “comisión permanente” con las “cámaras empresarias de las Américas”, que se reuniría semestralmente bajo la dirección del vicepresidente norteamericano. Entre los temas de esta “cumbre” de Miami se incluye la adopción de un “código democrático”, en el que no sólo se incluirá, como parecería a primera vista, “la defensa del sistema republicano y representativo y de las elecciones periódicas”, sino también … el libre comercio y las privatizaciones. La banda de desarrapados que constituía la dictadura haitiana no podía, ni mucho menos, convertirse en un obstáculo a esta necesidad estratégica del imperialismo norteamericano.


¿Y ahora?


Entrar a Haití es fácil; lo difícil es salir. El ajuste de cuentas que las masas han iniciado con los represores, enfrenta a los yanquis al escenario de una pesadilla. El nuevo comandante en jefe haitiano ha intentado asesinar a Aristide, en el marco de un golpe militar. La implantación de la “democracia” parece reclamar una nueva crisis y un baño de sangre. En cualquiera de estos casos las tropas de ocupación serán duramente afectadas. En Haití el pueblo negro no tiene una dirección revolucionaria, pero en el subconciente colectivo está presente una tradición que enseña que la emancipación pasa por la independencia nacional, por la expropiación de los opresores y por la unidad de los pueblos del Caribe y las Antillas.