Autodeterminación nacional y unidad socialista

Las masacres, persecuciones y ‘limpiezas étnicas’ son un paisaje repetido en los Balcanes. Todos sus pueblos, sin excepción, han sufrido violencias inauditas. Hoy, a poco de la masacre del pueblo bosnio, las víctimas son los albaneses de Kosovo.


La llamada ‘cuestión de los Balcanes’, es decir, la formación de un Estado nacional en el que los distintos componentes étnicos de los Balcanes pudieran convivir pacífica y democráticamente, no ha sido resuelta por la historia. Las dos grandes guerras mundiales que sacudieron a Europa derrocaron monarquías y crearon repúblicas, pero apenas dieron lugar a soluciones temporarias en los Balcanes.


La revolución triunfante al fin de la Segunda Guerra, al derrotar a las tropas de ocupación nazis y a sus aliados locales y expropiar a la burguesía, creó las bases para una convivencia más duradera. Pero la crisis mundial —al hundir a los regímenes burocráticos— hizo reaparecer la ‘cuestión balcánica’ en toda su magnitud.


La represión desencadenada por el régimen restauracionista serbio contra la población de Kosovo se ha convertido en una guerra abierta: las tropas de Milosevic utilizan cañones pesados, tanques y morteros contra aldeas desarmadas. En poco menos de un mes, esta nueva ‘limpieza étnica’ ya causó centenares de muertos y la huída de más de 60.000 refugiados.


El 90% de la población de Kosovo es de origen albanés. Por este motivo, Kosovo gozó de un status especial de autonomía en la vieja Federación Yugoslava. La derogación de esa autonomía, en 1989, por parte de la camarilla de Milosevic, comenzó la desintegración de Yugoslavia.


Adónde va Milosevic


La camarilla de Milosevic no está dispuesta a aceptar la reposición de la autonomía de Kosovo. Pero es conciente, también, de que no podría mantener por la fuerza una dominación que ha desatado una insurrección nacional en Kosovo y que puede extenderse más allá de las fronteras yugoslavas.


La represión desatada por Milosevic parece apuntar, entonces, a provocar la partición de Kosovo: como en Bosnia, Milosevic pretendería anexarse las regiones fronterizas.


Esto es más fácil decirlo que hacerlo. La economía serbia está en caída libre: su PBI apenas alcanza la mitad del de una década atrás; 25.000 empresas están en quiebra, la desocupación llega al 40% y se registran sistemáticos atrasos en el pago de los salarios.


Las manifestaciones de fines de 1996 demostraron que existe un profundo descontento popular contra Milosevic. Aunque la oposición que dirigía esas manifestaciones ha entrado al gobierno, el descontento popular no desapareció. Se registran huelgas por el pago de los salarios y la central sindical oficialista advirtió que la carestía desatada por la reciente devaluación del dinar “puede provocar una revuelta social” (Financial Times, 16/4). “El descontento de los trabajadores comienza a debilitar el apoyo a Milosevic” (Financial Times, 29/5). En Kragujevac, el corazón industrial de Serbia, su alcalde “teme que la ciudad esté marchando a un conflicto social e, incluso, a la guerra civil”.


Milosevic enfrenta, además, en Montenegro –la república que, junto con Serbia, integra la Federación Yugoslava– un gobierno de oposición, encabezado por Milo Djukanovic, otro burócrata restauracionista que pretende privatizar en masa a la pequeña industria estatal y convertir la república en “una Chipre continental” (The Economist, 6/6), es decir, en un centro internacional de lavado de dinero. Se plantea la posibilidad de una intervención militar serbia contra Montenegro para preservar la integridad del Estado federal.


Pero las relaciones entre Milosevic y el ejército son tensas. Su comandante en jefe “desató una tormenta” cuando sugirió que “el futuro del ejército descansa en la cooperación con la Nato”. Las operaciones en Kosovo “exacerbaron la división entre el ejército federal y la policía”, fiel a Milosevic (Financial Times, 7/5). Según la prensa, son “muy numerosos” los oficiales del ejército que desertan o se declaran “enfermos” para no ir a Kosovo (Time, 22/6).


La crisis de la política imperialista


Las potencias imperialistas temen que una independencia de Kosovo dé lugar a una guerra generalizada en los Balcanes, esto porque afectaría también a Macedonia y a Grecia y, en consecuencia, a Turquía y Bulgaria.


El imperialismo tampoco defiende la autonomía de los kosovares porque teme que provoque la caída de Milosevic, al que considera uno de los ‘bastiones’ del‘orden’ en los Balcanes.


La intervención de la Otan, entonces, se limita al intento de “evitar que los acontecimientos queden fuera de control” (Financial Times, 9/6). Adicionalmente, debe servir para “ayudar a Albania a reconstruir su ejército” (International Herald Tribune, 9/6), destruído por la revolución del año pasado.


En una poco frecuente confesión de impotencia, el Financial Times (9/6) reconoce que “la comunidad internacional no tiene una idea clara de cómo encontrar una salida a largo plazo”.


En el campo imperialista predominan la confusión y las divergencias, es decir, la crisis política. Times (22/6) informa que el propio gabinete de Clinton está dividido frente a la crisis de Kosovo. Esto es completamente natural porque la actual catástrofe es la directa consecuencia de la política imperialista de forzar el desmembramiento de Yugoslavia.


Unidad socialista


Los albaneses de Kosovo sufren una pesada opresión nacional por parte de una burocracia restauracionista.


El derecho de los pueblos a su autodeteminación nacional está planteado para los albaneses de Kosovo pero también para los serbios, los bosnios, los montenegrinos, para todos los pueblos de los Balcanes. En consecuencia, sólo puede hacerse efectivo si todos los pueblos reconocen mutuamente su derecho a la autodeterminación, en el terreno de la lucha común contra el imperialismo y todos los regímenes reaccionarios y por su unidad en una entidad estatal única, federal y democrática.


Fuera de este marco concreto, el reclamo ‘independentista’ es pura demagogia de las distintas camarillas restauracionistas que buscan acaparar, para sí, los beneficios de la entrega nacional al imperialismo. Lo prueba el martirio de Bosnia, convertida en una republiqueta tutelada por el imperialismo y ocupada por las tropas de la Otan.


La sangría de Kosovo confirma, nuevamente, las lecciones de la historia balcánica: las ‘soluciones nacionales’ son la simiente de nuevas masacres contra los pueblos. La autodeterminación y la independencia de los pueblos balcánicos sólo puede alcanzarse en el marco de una Federación libre y democrática de Estados Socialistas.