Banco del Sur, la sombra de una iniciativa capitalista

En estos días se ha firmado en Buenos Aires la formación del Banco del Sur, aunque dejando para más adelante la definición de sus objetivos, sus estatutos e incluso la integración de su capital. Este suceso, que no se sabe si es un nacimiento o un aborto, ocurre luego de muchos meses de crisis y dilaciones, debido a la oposición abierta o soterrada de varios gobiernos, en especial el de Lula. Los accionistas del nuevo banco son los estados del Mercosur más Venezuela, pero está abierto a todas las naciones que se encuentran al sur de México. No está clara, sin embargo, la situación de aquellas que han firmado tratados de libre comercio con Estados Unidos, como el Perú neoliberal o la Nicaragua bolivariana.


Obviamente se trata de un emprendimiento capitalista, que ha sido justificado por la necesidad de financiar obras de infraestructura con independencia de las instituciones existentes, como el Banco Mundial o el BID. Como también se ha dicho que viene a reemplazar las funciones que son propias del FMI, podría servir igualmente para otorgar préstamos exclusivamente financieros, como los destinados a reponer las reservas en divisas de los países con déficits. De cualquier manera, el capital que se le ha asignado — 7.000 millones de dólares — , cuyo tiempo de integración se desconoce, no serviría ni para una cosa ni mucho menos para la otra. En todo caso podría endeudarse para obtener alguna financiación en el mercado internacional (“fondeo”), pero entonces no queda claro en qué se diferenciaría de las organizaciones internacionales que ya operan de este modo.


Es claro que ha nacido una criatura deforme, lo que no impide que sea recibida con entusiasmo fanático por los nacionalistas de moda. La posibilidad de que las naciones de Sudamérica pudieran contar con un banco propio y, con ello, ganar en independencia financiera, había quedado planteada como consecuencia de los enormes superávits en divisas que las llamadas naciones emergentes han ido engrosando en sus arcas a partir del continuo aumento de los precios internacionales de las materiales primas y de los crecientes excedentes del comercio exterior. El Mercosur y Venezuela llevan acumulados unos 250.000 millones de dólares en reservas. Si hubieran destinado, digamos, el 40% de ellas a un banco común, habrían podido reunir unos 100.000 millones de dólares -un monto que efectivamente habría brindado una gran autonomía financiera y habría suscitado una enorme presión popular para proceder a una industrialización integrada (siempre capitalista) de Sudamérica con una independencia considerable.


La propuesta de reunir un porcentaje importante de reservas había sido precisamente la propuesta inicial de Hugo Chávez, que nunca ocultó tampoco que se trataba de un planteo ilusorio y demagógico, que se acabaría rindiendo a la realidad capitalista y dependiente del Mercosur. Brasil, por ejemplo, mientras promete suscribir a largo plazo 3.000 millones para el nuevo banco, se encuentra discutiendo la creación de un Fondo Soberano propio de 25.000 millones de dólares con el 15% de sus reservas. Este Fondo tendría la tarea de invertir en acciones de capitales privados, sea como forma de subsidio al capital o como forma de rescate. China, Singapur, Noruega, los emiratos árabes tienen Fondos similares, cuyo dinero se invierte en participaciones minoritarias en el capital de los grandes monopolios internacionales. El propio Brasil ha vetado la construcción de un gasoducto del sur, que hubiera servido a la independencia energética de la región, en función de sus propios proyectos energéticos, que cuentan con el apoyo del capital financiero internacional. El Banco del Sur tendría asignadas funciones diferentes a los Fondos ‘Soberanos’ que están creando los Estados con importantes reservas en divisas, pero esto tampoco está claro, como lo demuestra la participación minoritaria de Kirchner en Aerolíneas Argentinas, Aeropuertos 2000 y hasta en petróleo. De todos modos, el Banco del Sur nace como una miniatura impotente. Esto es una consecuencia inevitable de los intereses antagónicos de las burguesías sureñas, así como de la presión del capital financiero internacional y de los Estados imperialistas.


No se nos escapa que los nacionalistas de circunstancia (la inmensa mayoría de ellos fueron ‘neoliberales’ en los ’90), ni qué decir de los izquierdistas ‘a la Katz’, saludarán este engendro con la eterna coartada de que ‘por algo se empieza’. Con esto no solamente delatarán su perspectiva capitalista, que ha fracasado reiteradamente como factor de unión política de América Latina; también estarán encubriendo, por un lado, la incapacidad de los Estados capitalistas de la región para desarrollar la autonomía e integración nacionales y, por el otro, el nacimiento de una nueva ‘caja’ para la corruptela generalizada ‘a la Skanska’. El Banco del Sur debe servir como ejemplo de la incapacidad de la burguesía nacionalista para plantear y para llevar a cabo una unidad autónoma de América Latina.