Bélgica: ‘La justicia al paredón’

A medida que pasan los días, resulta incuestionable que en Bélgica “la degeneración moral y política de la burguesía provoca una situación revolucionaria” (Prensa Obrera nº 517, 31/10).


Le Monde (21/11) habla de la “revolución cultural” que ha ganado al pueblo belga, tras la movilización  ‘por Julia y Melissa’, las dos niñas secuestradas y asesinadas por una banda de abusadores sexuales de niños, que contaba con complicidad oficial. Después de la movilización de “300.000 personas desfilando en las calles de Bruselas —el 20 de octubre—, se cuestiona, día tras día, todos los engranajes del Estado (la policía, la gendarmería, la justicia y las instituciones políticas)…” (ídem).


Según informa Lutte Ouvrière (25/10) aquella movilización —la más grande de la posguerra en Bélgica— tomó cuerpo cuando “los trabajadores de Volkswagen, que escuchaban la radio en las cadenas de producción, abandonaron el trabajo”, el 14 de octubre, en repudio a la decisión de la Corte de Casación (equivalente a nuestra Corte Suprema) de separar al juez que le había dado impulso a la investigación. “Enseguida las huelgas espontáneas se multiplicaron y las manifestaciones se amplificaron a todo el país” (ídem). La movilización de octubre, con todo, fue ‘limitada’ en dos aspectos: por un lado, mientras los familiares directos de los afectados, que tomaron en sus manos la organización de la gran ‘marcha blanca’, “querían denunciar la pasividad de la jerarquía católica —muy ligada al mundo político— y sus tentativas de encubrir a muchos curas pedófilos”, sectores de las organizaciones de padres católicos lo impidieron (ídem). Por otro lado, esos mismos sectores discriminaron a las víctimas de familias inmigrantes, lo que determinó “la ausencia en esa marcha” (ídem) de la importante comunidad extranjera de Bruselas, mayoritariamente marroquí (el 27,8% de la población de Bruselas es inmigrante).


Toda la prensa internacional ha puesto de relieve, sin embargo, que nunca los belgas habían protagonizado en el pasado reciente una movilización de estas características, quebrando las divisiones entre el norte flamenco relativamente próspero, y la Valonia, de habla francesa, completamente en decadencia.


Después de la gran ‘marcha blanca’ se han formado en todo el país los ‘Comités blancos’, bajo la dirección de los padres de las víctimas, “transformados en héroes nacionales… para perpetuar el espíritu de la marcha del 20 de octubre”, que reclaman “la dimisión del ministro del Interior Johann Vande Lanotte” (Le Monde, 21/11). El 14 de noviembre, 10 mil estudiantes ganaron las calles en Namur, donde “la situación de ciertos sectores, como la siderúrgica valona o la de los universitarios francófonos, es muy crítica” (ídem).


El ‘escándalo sexual’ ha llevado al banquillo de los acusados a dos de las más altas figuras públicas del país. Por un lado, a Elio Di Rupo, “uno de los cuatro vice-primer ministros” del país y “líder de la representación parlamentaria del Partido Socialista francoparlante, el segundo más grande del país, e integrante del gobierno centroizquierdista” (The Wall Street Journal, 20/11); por el otro, “por similares acusaciones” también es investigado “el ministro de educación” (International Herald Tribune, 20/11).


Le Monde señala que están en discusión “los pilares fundamentales de la sociedad” (21/11). El país ha sido sacudido por “diferentes escándalos en unos pocos meses, desde la renuncia por un asunto de corrupción del anterior ministro de Relaciones Exteriores, el socialista Willy Claes, como secretario general de la NATO, al arresto, en agosto, de otro ex ministro por la muerte del jefe del Partido Socialista André Cools” (T.W.S.Journal, 20/11).


Aunque aparentemente “los bonos y los mercados de capitales belgas han permanecido imperturbables” (ídem), el Financial Times describe en un informe especial sobre Bélgica (19/11), que “la nación (está) unida en el dolor y encolerizada”, y que así no hay “remedio para su economía enferma”. A principios de octubre el gobierno lanzó un nuevo presupuesto previsional para 1997, que modifica la edad jubilatoria para las mujeres e incrementa los impuestos al consumo. Pero en el cuadro descripto, todos los planes gubernamentales tambalean.