Bleff derechista y marchas antifascistas, a un año de Charlottesville

A un año de los acontecimientos de Charlottesville, cuando un manifestante de derecha atropelló a una multitud y mató a la militante antifascista Heather Heyer, se desarrollaron dos manifestaciones contrapuestas en Washington.

La movilización antifascista reunió a algunos miles de personas, entre los que había militantes de Black Lives Matter (Las vidas de los negros importan), de Answer (coalición contra la guerra y por el fin del racismo) y Antifa (grupo antifascista). Allí hubo cantos contra Trump, el racismo, el Ku Klux Klan (KKK) y la política migratoria oficial. La iniciativa se reprodujo en Charlottesville, donde también se reunieron varios miles de personas.


En cambio, el segundo capítulo de “Unir a la derecha” fue un resonante fracaso. Apenas reunió a treinta personas. “Convocó a más periodistas que manifestantes”, según el corresponsal de La Nación, (13/8). No obstante, gozó de protección estatal: el grupo contó con transporte especial desde Virginia y un enorme despliegue policial estuvo al servicio de garantizar el mítin y separarlo de la otra manifestación. El grupo comandado por Jason Kessler entró al lugar de protesta escoltado por oficiales y se retiró del mismo modo, en medio de abucheos de la otra manifestación.

A raíz del aniversario, Donald Trump condenó “todos los tipos de racismo”, un nuevo intento de equiparar a ambos bandos y armar una teoría de los dos demonios. Hizo la misma declaración el año pasado tras el atropellamiento de la manifestante. Esto se debe a que estos grupos apoyaron la campaña presidencial de Trump y constituyen una fuerza de choque para él.


Sobre el fracaso del mítin ultraderechista, todo parece indicar que este sector atraviesa una profunda crisis. En esto influiría el desarrollo de la movilización antifascista (contramanifestaciones), que actúa como un factor de desmoralización y disuasión en las filas derechistas, y el rechazo popular a las tremendas imágenes que arrojó Charlottesville.



Un sector del ‘alt-right’, como se conoce al conglomerado de la “derecha alternativa”, sería contrario a seguir adelante con movilizaciones como “Unir a la derecha”, que terminarían por perjudicar a Trump, y se inclinaría en cambio por una acción más sigilosa o restringida a las redes sociales (Vox, 12/8; Daily Beast, 28/3). Kessler, el líder del mítin en Washington, contaría con el repudio de varios de los grupos de esta constelación. A la vez, en un intento por disciplinar su propia convocatoria, quiso restringirla al uso de la bandera norteamericana o confederada (excluyó de este modo, por ejemplo, el uso de símbolos abiertamente nazis). “Menos de un año después de Charlottesville, la extrema derecha se está dividiendo de manera dramática a medida que sus líderes se atacan entre sí o renuncian por completo”, señala una periodista (Daily Beast, 29/3). Steve Bannon, que supo ser una estrella de este movimiento, se encuentra ahora abocado –tras su apartamiento del gobierno por parte de Trump- al armado de El Movimiento, una federación de partidos derechistas europeos.


Pese a todo, no puede decirse que estos grupos de la derecha norteamericana sean grupos marginales. Sus vínculos con el Estado son profundos y actúan a partir de un mensaje de odio que emana desde él, como se ve en la política cruel hacia los inmigrantes.


En la presente elección, varios candidatos de la extrema derecha van de manera más o menos disimulada en las listas de los republicanos. Arthur Jones, el candidato de esta fuerza por Illinois, definió al Holocausto como “la mentira más grande de la historia”. Rusell Walker, candidato por Carolina del Norte, dijo que “no hay nada de malo en ser racista” y que los judíos “son descendientes de Satán”. Otro candidato exhibe en su sitio la bandera confederada. Y siguen los ejemplos (Clarín, 31/7).


Los símbolos confederados, una alabanza al pasado esclavista, perviven a lo ancho y largo del país, lo que ha despertado un movimiento tendiente a derribarlos. Y a esto se suma el gatillo fácil de las fuerzas policiales, que se ensañan particularmente contra la población negra –y que no se detuvieron bajo el gobierno de Obama, quien envió inclusive la Guardia Nacional para sofocar las protestas en Ferguson.


Defendamos la movilización democrática en Estados Unidos contra las bandas fascistoides de Trump.



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