Boicot universitario a los ocupantes de Palestina

El congreso de la Unión de Universitarios de Gran Bretaña (UCU), el mayor sindicato docente del Reino Unido, con más de 120.000 afiliados, votó (158 a 99) un llamado al “boicot consciente y constante” contra las instituciones y los académicos israelíes en repudio a su “complicidad con la ocupación de Palestina”. “Las universidades israelíes funcionan bien, pero las palestinas han estado cerradas 51 semanas consecutivas por las detenciones y los ataques militares israelíes. La libertad académica y de educación israelíes existen al precio de anular el derecho a educarse de los palestinos", sostuvo el delegado de la East London University.


La UCU llama a sumarse al boicot a los sindicatos docentes europeos y exige que la Unión Europea cancele toda colaboración financiera o de investigación con el Estado sionista. La moción —impulsada con mandato de tres federaciones- fue sostenida en abierto desafío a la burocracia del UCU: “Los delegados hicieron oídos sordos a sus súplicas de adoptar una posición más suave” (New York Times, 30/5).


La solidaridad de los docentes británicos con los palestinos está siendo sometida a fuego graneado, empezando por la burocracia del UCU. Su secretaria general, Sally Hunt, propuso desacatar el boicot sin diplomacias: “No creo que sea aprobado por la mayoría de los afiliados ni que lo vean como una prioridad. Los sindicatos de segundo nivel (secciones) tienen la obligación de consultar a sus bases y cualquier iniciativa concreta de boicot deberá probar que es posible antes de ejecutarse” (Financial Times, 31/5; Corriere della Sera, 1/6).


Hunt prácticamente repitió las palabras de Jeremy Newmark, líder del lobby sionista británico, que había denunciado “el secuestro de un sindicato por una minoría de extremistas” y que “la gran mayoría de los académicos no apoya el boicot y debe ser consultada”. Newmark no se privó de informar que tenía un “compromiso previo” con Hunt, que esperaba que “ella honre” (Financial Times, 31/5).


El Financial Times calificó el boicot de “estúpido y vano” y de favorecer a la derecha israelí porque refuerza “la sensación de acorralamiento y amenaza existencial de Israel, la herramienta esencial del sionismo durante un siglo”. Además, dice, es “una idea enfermiza e inoportuna, en momentos en que el lobby pro-israelí norteamericano está siendo abiertamente desafiado y ya no puede valerse de amedrentar a los americanos con la idea de que es malo para Israel e imposible para Estados Unidos defender sus propios intereses en la región”. El New York Times se expresó en términos parecidos. Y el Premio Nobel de Economía, Steven Weinberg, anuló una serie de conferencias en Londres. La ministra de Educación israelí (de Paz Ahora) afirmó que “se aprueba el boicot cuando las bombas caen sobre los escolares israelíes” y afirmó que “ni el gobierno británico ni las principales universidades permitirán que se ejecute”.


El centroizquierda sionista también se escandalizó. El periódico Haaretz acusó al UCU de “aislar a los académicos”, afirmando sin prueba alguna que son “quienes más han combatido por la autodeterminación de los palestinos”. En sintonía con Haarezt, los escritores de la izquierda sionista Amos Oz, David Grossman y Abraham Yehoshua —enérgicos defensores del “derecho de Israel a la guerra defensiva contra el Líbano”– intentaron reverdecer sus laureles el mismo día que el UCU resolvió el boicot. Los tres pidieron al gobierno israelí “que garantice el derecho a estudiar a los estudiantes de Gaza”, sin una palabra de condena al boicot internacional contra la Autonomía Palestina ni a los ataques del ejército sionista a Gaza y Cisjordania.