Bolivia tiene su Verbitsky

Los trotskistas son la avanzada política de la extrema derecha, porque toda su vida han buscado tumbar un gobierno popular; son mentirosos, provocadores y peligrosos, es la ultraderecha camuflada”.

El hombre que se desbocó no es un Pedraza del Altiplano (¿o sí?) ni tampoco un Norberto Galasso paceño, aunque el lector puede trazar la analogía que le parezca pertinente. Incluso la comparación con un Codovilla de las pampas, el jefe histórico del stalinismo criollo y asesino de trotskistas y anarquistas en la revolución española, podría ser adecuada si nos atenemos al exabrupto. García Linera lanzó su diatriba como respuesta a “los dirigentes sindicales” que convocaron a la huelga general del 18 de febrero pasado para reclamar un aumento de salarios. Motivos para el reclamo sobran y son muy acuciantes, porque -luego de que el gobierno se echara atrás con el “gasolinazo”- los precios del resto de los productos del consumo popular no dejaron de subir. El autor del ‘gasolinazo’ fue, precisamente, García Linera en ausencia de Evo Morales. Esto sólo explica el exabrupto del tilingo contra el trotskismo boliviano. García reclamó la expulsión del trotskismo de la COB, algo literalmente imposible, porque el POR de Bolivia es el fundador de la Central Obrera y autor de sus tesis de acción históricas. Para echar al trotskismo hay que disolver antes al movimiento obrero.

La huelga de la COB fue muy fuerte, para desencanto de quienes tipifican a la COB como insignificante. Hubo una gran marcha de los gremios de Chuquisaca, Oruro y Tarija. Cochabamba quedó paralizada por completo por los bloqueos de obreros, fabriles y maestros en puentes y distribuidoras vehiculares. En La Paz, una masiva movilización paralizó el centro de la ciudad. Pedro Montes, ejecutivo de la Central Obrera (COB) y partidario del gobierno, tuvo que admitir que “ya no podemos controlar la protesta de los trabajadores por el alza del costo de vida que están viviendo, por eso están saliendo a las calles a protestar y hacer sentir su malestar por el hambre, la miseria, la desocupación y por tener el estómago prácticamente vacío”.

El rancio macartismo de don Alvaro (no Alsogaray, sino Linera) es cínico, porque toda la derecha apoyó al gobierno con el gasolinazo, Expresa fundamentalmente el agotamiento de la estrella de Evo Morales. En el propio MAS, el río está más que revuelto. “Los masistas están muy dolidos por la actitud del ‘hermano Evo’ que se burla de las aspiraciones salariales del pueblo y, al mismo tiempo, se esfuerza por aumentar las ganancias de las petroleras y las mineras que se llevan al bolsillo miles de millones de dólares (Bolpress).” La encuestadora privada Ipsos Apoyo Opinión y Mercado reveló que la popularidad del Presidente cayó estrepitosamente de 84% en 2007 a 36% en enero de 2011, con un 56% de desaprobación. Al vice le fue peor: su popularidad cayó de 46% en noviembre de 2010 a 29% en enero de 2001, mientras que el porcentaje de gente que lo reprobó subió de 47 al 71%.

La historia

Con pretensiones de historiador sabelotodo García Linera sostuvo, además, que “…los trotskistas han tumbado gobiernos de izquierda, pero no para que entre un gobierno de ultraizquierda, sino de ultraderecha. Son culpables de la caída del Presidente Juan José Torres en 1970 y de Hernán Siles Suazo en 1985, y ahora quieren hacer lo mismo con el presidente Morales, están trabajando para que regrese el fascismo, para que regrese Sánchez de Lozada…”.

Como todo provocador, Alvaro macanea: la Asamblea Popular, fundada por iniciativa del POR a principios de 1971, combatió el golpe fascista del general Banzer por medio de una insurrección obrera que fue derrotada en una lucha armada, mientras se derrumbaba el intento de los militares nacionalistas de arbitrar entre la corporación armada y el pueblo insurgente.

El caso de Siles Suazo es patético, porque se retiró en el 85 con elecciones anticipadas y una economía en bancarrota para ceder el poder al gobierno neoliberal de Víctor Paz Estensoro, el cual debutó con planteos antiimperialistas en la década del ’50, para empeñarse en la disolución de las milicias obreras que fueron creadas por la COB y que concluyó firmando acuerdos con el FMI. Veinte años después, apoyó el golpe de Banzer. El intelectual indigenista, que llegó a la vicepresidencia de puro arribista, es un falsificador literal de la historia. García Linera no menciona, sin embargo, que sus antecesores stalinistas sí colaboraron con el golpe que derribó al presidente Villarroel, “el presidente colgado”, e inauguró el sexenio oligárquico de la “rosca”, autor de las mayores masacres mineras de la historia de Bolivia.

El macaneador Linera es también un detritus de la descomposición histórica del nacionalismo en nuestro país vecino. En la prensa boliviana, un compañero de andanzas juveniles recordó que Alvarito no se animaba a discutir con los trotskistas para no sufrir una paliza política. El hombre se ha tomado su “venganza” luego de haber pactado con los monopolios petroleros, las mineras y los prohombres de la extrema derecha en las provincias. Inventó la categoría de “socialismo andino” para luego corregirse por el de “capitalismo andino” -el andarivel para justificar la alianza con Repsol, Petrobras y las petroleras británicas. El “antitrotsko” de La Paz es una joyita.

Ultimo: la “acusación” de que el trotskismo mantuvo siempre una actitud independiente y combativa frente a los límites insalvables del nacionalismo ni siquiera es correcta. Al contrario: un balance histórico del gran papel del trotskismo boliviano muestra que, en los días decisivos de la gran revolución obrera y popular de 1952, el POR renunció a un planteo de gobierno obrero para apoyar al gobierno del nacionalista MNR (ver Pablo Rieznik, “El POR en la Revolución Boliviana de 1952”, en revista En Defensa del Marxismo N° 2, diciembre 1991). Tampoco fue consecuentemente independiente del gobierno militar nacionalista de Torres, pues recién planteó el armamento de las masas cuando se largó el golpe fascista. Es un tema para el debate en el campo de los que luchamos por la revolución social. Linera ha elegido el terreno de la contrarrevolución hace mucho tiempo, algo que nosotros denunciamos cuando enunció su tesis de ‘autogestión indigenista’. El sinvergüenza reacciona como un pequeño burgués fascistizante porque el ‘gasolinazo’ fue derrotado por las masas y los días de García Linera están contados.