Brasil: 30.000 metalúrgicos marchan contra la Volkswagen

Los trabajadores de la VW-Brasil y Lula: dos políticas frente a la crisis


La crisis iniciada hace diez días cuando el pulpo Volkswagen amenazó con despedir a 10.000 obreros si el sindicato no aceptaba una reducción de la jornada de trabajo acompañada de una reducción de los salarios, está lejos de haberse cerrado.


El martes 10, cuando los trabajadores de la Ford volvieron de sus vacaciones, se encontraron con los patios de la empresa llenos de vehículos no vendidos y el anuncio de la patronal de que ‘necesitaba’ despedir a más de 1.200 obreros y reducir la producción en un 33 por ciento en el primer semestre de 1998. Desde 1995, la Ford ya despidió a 5.800 obreros.


El objetivo de fondo de la VW es bajar su plantel laboral de 23.000 a 15.000 trabajadores, y aumentar la producción diaria en un 45 por ciento, de 1.400 a 2.000 vehículos. La crisis de las ventas es una realidad, pero por sobre todo un pretexto para reforzar la explotación del trabajador.


Simultáneamente con estos hechos, la industria electrónica de la zona franca de Manaos también informó que reducirá las horas de trabajo y los salarios. El presidente de la Federación de Industriales de San Pablo dijo, sin embargo, que estas medidas podrían no ser suficientes para impedir, a pesar de todo, que se produzcan despidos en masa. No en vano, las disposiciones que compensan la estabilidad laboral con la reducción de los salarios sólo tienen vigencia hasta marzo.


La Mercedes Benz evita hablar de despidos, pero no ha renovado los contratos a los trabajadores temporarios; abriendo el paraguas, la GM envió un comunicado al personal con la sugerencia de que “gaste moderadamente” el aguinaldo.


A pesar del ‘ímpetu’ inicial que mostró la patronal de VW, todavía no se animó a concretar sus amenazas. El viernes pasado, una gigantesca movilización de 30.000 trabajadores recorrió durante la mañana las calles de Sao Bernardo do Campo, en la periferia de San Pablo, recordando a los observadores políticos las grandes manifestaciones que tuvieron lugar en 1980, que dieron origen al PT y a los actuales sindicatos de la gran industria. Los voceros de los trabajadores advirtieron que estaban dispuestos a acampar por tiempo indefinido frente a la empresa, e incluso a ocuparla y hacerla producir bajo una administración elegida por los trabajadores.


También los grandes sindicatos metalúrgicos de Minas Gerais han rechazado cualquier intención de reducir los salarios.


La firmeza que ha mostrado oficialmente la Central Unica de Trabajadores no es compartida por la derechista Fuerza Sindical, ni es incluso mayoritaria entre los dirigentes de la propia CUT. FS firmó un acuerdo de reducción de salarios con la patronal de autopartes, que sin embargo fue desconocido por el sindicato de Guarulhos, el más importante por las fábricas que representa. La misma posición adoptaron los sindicatos de Manaos y la filial de Río de Janeiro de la mayor autopartista del país, Forja.


El presidente honorario del PT, Lula, abogó, en medio de una chiflatina general, por aceptar una reducción de salarios pero como contrapartida de una garantía de estabilidad laboral por un año. ‘Vicentinho’, el presidente de la CUT, rechazó el planteo y ‘torceu’ para que ésa no sea la posición real o definitiva de Lula. El vicepresidente de la CUT también es partidario de aceptar una reducción de los salarios.


En forma paralela a este enfrentamiento con los trabajadores, los pulpos automotrices se están valiendo de la crisis para arrancar más subsidios al Estado, incluido un régimen automotriz que las autorice a importar mayor cantidad de autopartes del exterior, o a financiar una ‘reconversión’ industrial. El Banco de Desarrollo de Brasil se ha transformado en la gran vaca lechera de los pulpos privados, al punto que ya ha concedido créditos subsidiados por 18.000 millones de dólares para cualquier tipo de negocio.


El recule momentáneo de la VW, hasta los primeros días de enero, refleja la fuerza de la reacción obrera, que sin embargo está fuertemente contenida por la política de su dirección sindical. Incluso la CUT apoya una solución basada en subsidios para la industria y en la postergación indefinida de cualquier aumento de salarios. Desde la vigencia del ‘plan real’, los salarios han caído en un 30 por ciento y la participación de los trabajadores ha caído del 35 al 28 por ciento del ingreso nacional.


Los trabajadores brasileños deben reivindicar el reparto de las horas de trabajo, sin afectar el salario ni las disposiciones de los convenios colectivos. Sobre esta base, queda planteada la tarea de una ocupación general de las fábricas de la gran industria. Por primera vez en muchísimos años, una acción de este carácter asumirá enseguida un alcance internacional, desde Argentina a Corea, desde Francia a Japón.