Brasil-China: viejos anuncios y nuevas crisis


Las propias usinas de información oficiales del vecino país han anunciado con bombos y platillos los acuerdos económicos alcanzados entre Brasil y China, en ocasión de la reciente visita del premier chino. Se ha destacado en especial el convenio que apunta a la construcción del ferrocarril transamazónico junto a la venta de aviones brasileros y la asistencia china a Petrobras.


 


Pero no todo lo que brilla es oro. El premier chino y su par brasileña, “buscaron impresionar dando a conocer acuerdos por 53.000 millones de dólares. Sin embargo, gran parte de ese paquete está compuesto por viejos anuncios recalentados para que sean más apetecibles, especialmente a un pueblo brasileño preocupado por el debilitado crecimiento económico” (Financial Times, 22/5).


 


El conocido diario londinense pone de relieve la paradoja entre el enorme potencial que hay para un intercambio económico entre ambos países (ya que tienen necesidades que podrían ser cubiertas recíprocamente entre uno y otro) y las trabas para llevarlo a la práctica. 


 


Las dificultades para lograr este acople, volvieron a quedar en evidencia en el confuso lenguaje que se utilizó en los anuncios a los que se habría arribado. Se habla de un memorándum de entendimiento para “considerar” otorgarle un préstamo a dos compañías chinas para “facilitar” el suministro de servicios de transporte a Vale, la exportadora brasileña de mineral de hierro. Por otra parte, un pedido de fabricación por 40 aviones Embraer brasileños que ya había dado a conocer anteriormente.


 


También fue vaga la descripción de un plan para estudiar una conexión ferroviaria que uniría la costa atlántica de Brasil con un puerto sobre el Pacifico en Perú. Brasil ya tiene suficientes dificultades para poner en servicio ferrocarriles dentro de sus propias fronteras, dadas las restricciones ambientales y de otro tipo.


 


El comercio recíproco subió de 2.000 millones de dólares en 2000 a 78.000 millones de dólares el año pasado pero, en cambio, la inversión extranjera directa china en Brasil no supera los mil millones de dólares. Las condiciones chinas, como se vio en los acuerdos con la Argentina, son leoninas y atan sus créditos al uso de equipos fabricados en China y hasta mano de obra china. Por otra parte, son reacios a las licitaciones y son partidarios de la adjudicación directa. Esto no figura en los compromisos suscriptos pero está lejos de haber quedado cerrado. Esto es una fuente potencial de conflictos con la burguesía industrial brasileña, en especial con el poderoso empresariado paulista, que no está dispuesto a resignar posiciones y quedar fuera del reparto.


 


Lo cierto es que la relación económica con China en esta última década ha sido cada vez más asimétrica, contribuyendo a acentuar la primarizacion de Brasil. En los últimos 10 años, las exportaciones a China crecieron pero más del 70% son productos primarios. Las importaciones son de productos industriales. Por otra parte, desde 2008 las exportaciones están estancadas y debido a que las importaciones siguieron aumentando, se acumula un creciente déficit comercial con el país asiático.


 


A esto habría que agregar el propio trabajo de zapa que realiza la crisis mundial capitalista. El entusiasmo de las empresas chinas ha decaído al ver el tembladeral en que se encuentran los países emergentes y la recesión y la crisis que conmueve la economía brasilera. “La desaceleración del crecimiento también ha sido motivo de decepción: la mayoría de los anuncios tuvieron lugar entre 2010 y 2011, cuando el país estaba creciendo al 7,6%” (ídem).


 


En este contexto, se explica la sentencia del diario londinense, quien advierte que, mientras no se resuelvan estas contradicciones “ningún anuncio de viejas noticias servirá para reactivar una relación cuyo mayor potencial se está dejando arruinar”.


 


La penetración económica china augura convertirse -y ya lo está siendo- en una nueva fuente de conflictos, choques y desequilibrios explosivos en América Latina.