Brasil: El derrumbe del “plan Real”

La demolición del llamado “plan Real” brasileño ha adquirido un ritmo acelerado en las últimas semanas.


La fuga de capitales ha sido de más de 13.000 millones de dólares en los primeros ochenta días del año. La devaluación del 7% del real, a principios de marzo, no ha hecho más que acelerar la fuga y preparar nuevas devaluaciones … como lo ha reconocido el ministro de Finanzas, Pedro Malán. “Un informe del Banco de Boston sugirió que el gobierno debería realizar ajustes en su tasa de cambio” (El Cronista, 13/4), en tanto que “para el 64% de los (empresarios) encuestados, la devaluación del real no fue suficiente” (O Estado de Sao Paulo, 12/4).


Al mismo tiempo, el tradicional superávit comercial brasileño (exportaciones menos importaciones) ha dejado su lugar a un déficit creciente: entre noviembre y febrero, el déficit comercial fue de 2.700 millones; sólo en el mes de febrero superó los 1.100 millones y se espera que aumente todavía más en marzo.


Para detener la avalancha de mercancías importadas, el gobierno de Fernando Henrique Cardoso elevó los aranceles (impuestos a los productos importados), primero del 20 al 32% y luego al 70%. En consecuencia, los precios de los productos importados han aumentado hasta un 60%… y también aumentaron los precios de los productos nacionales, desembarazados de la “competencia” externa. Así, se espera para abril una inflación del 2%, el doble de la de marzo, la cual fue, a su vez, el doble que la de febrero.


La fuga de capitales y el déficit comercial han “limpiado”  las reservas del Banco Central, que han pasado de 40.000 millones en octubre a 30.000 millones en marzo, ¡una caída del 25% en apenas cinco meses! Pero “los banqueros estiman que por lo menos un tercio de las reservas se refiere a capital especulativo de corto plazo … ” (Ambito Financiero, 5/4). Si se considera que Brasil está obligado a pagar al capital financiero internacional, sólo en 1995, más de 15.000 millones de dólares en concepto de intereses de la deuda externa, de “royalties” y de seguros –que no puede refinanciar con nuevo endeudamiento “en condiciones aceptables”, según Folha de Sao Paulo (26/3)– no es aventurado afirmar que Brasil enfrenta la perspectiva de una cesación de pagos.


Para evitar la fuga de capitales y la “corrida” contra el real, el gobierno de Cardoso promovió el aumento de las tasas de interés internas, lo que ha elevado en un 40% el costo de la deuda pública: “unos 20.000 millones de dólares” (El Economista, 20/3).


Sin posibilidades de nuevos créditos externos y con crecientes dificultades para renovar la deuda interna, Cardoso ha recurrido a una emisión descontrolada: sólo entre julio y febrero emitió moneda por 15.000 millones de dólares, ¡un monto que equivale, nada menos, que al 50% de las reservas del Banco Central! (Ambito Financiero, 6/4). El potencial de devaluación e inflación brasileña es, por lo tanto, enorme.


Una parte sustancial de la emisión monetaria ha ido a parar al salvataje de los bancos oficiales, los que se encuentran en una virtual quiebra. 1995 debutó con la intervención al mayor banco del país —el Banco del Estado de Sao Paulo—, incapaz de hacer frente a la montaña de créditos incobrables que ha acumulado. Una eventual privatización del Banespa —en torno a la cual se registran marcadas divergencias en el seno del propio gobierno— significará que el Estado se haga cargo de las deudas incobrables del Banespa, elevando todavía más el déficit fiscal.


La fuga de divisas, la caída de las reservas, el déficit comercial en aumento y las crecientes dificultades para refinanciar la deuda interna diseñan un horizonte “mexicano” para el gobierno de Fernando Henrique Cardoso. San Pablo, el mayor estado del país, ya ha entrado en la cesación de pagos: después de haber acumulado una deuda pública de 36.000 millones de dólares, San Pablo no puede afrontar el pago de los sueldos de sus trabajadores ni sostener la educación o la salud públicas (El Cronista, 12/4).


La demolición del “plan real” hará mucho más que hundir las expectativas de la burguesía argentina de “salvarse” exportando al Brasil.  La presunción de la propia burguesía brasileña sobre la catástrofe a la que se enfrenta ha llevado a los redactores del informe económico mensual del Instituto Getulio Vargas a finalizar su último trabajo con una frase por demás ilustrativa: “Que Dios nos ayude” (Ambito Financiero, 12/4).