Brasil: El juego del capital

Río de Janeiro, apenas designada sede de los Juegos Olímpicos, sufrió otro de los tantos rebrotes de violencia que tienen por protagonistas a las organizaciones criminales, a la policía y al poder político. Esta vez fue un poco más espectacular: los narcos derribaron un helicóptero de la Policía Militar y hubo decenas de asesinatos. Aparentemente, todo “se salió de control”. La PM esperaba que se tratase de un simple enfrentamiento entre bandos criminales opuestos hasta que un helicóptero de ellos fue abatido con un proyectil tierra-aire.

Los trabajadores que viven en las zonas (favelas) controladas por estas organizaciones criminales, por la policía o por las milicias (“parapoliciales” más criminales que los criminales) son rehenes de una violencia generada en torno a las disputas por el negocio de la droga y un sinfín de actividades ilícitas.

Una semana antes, una rebelión popular en la “baixada fluminense” (algo así como el conurbano) paralizó el sistema ferroviario con quema de vagones y piquetes por los malos servicios de los trenes y el empeoramiento permanente desde su privatización. Una salvaje represión policial retomó el control de la zona después de dos días de protestas.

Mientras tanto, como dicen algunos en la jerga financiera, Brasil está en la “moda” y es víctima de ello. Las ya históricas altas tasas de interés y el enorme flujo especulativo han llevado al real a fluctuar alrededor de 1,70 por dólar. Hasta los economistas vulgares deben admitir que esa apreciación cambiaria está lejos de significar un fortalecimiento de la soberanía monetaria. Tímidamente, Lula lanzó un impuesto del 2 por ciento a las operaciones financieras de capital externo que se aplican a la Bolsa de San Pablo. Dos semanas después del gravamen, 4.000 millones de dólares de fondos especulativos ingresaron al país.

En Río, la actividad policial en misiones de “recuperación” de favelas se ha acrecentado notoriamente en los últimos meses. Esto implica una mayor concentración del negocio del narcotráfico en manos de la policía y una militarización mayor.