Brasil: fracasó el congreso de unificación de la izquierda sindical

En los días 5 y 6 de junio pasados se reunió, en Santos, el Conclat (Congreso de la Clase Trabajadora) con el fin de unificar las dos escisiones más importantes sufridas por la CUT (Central Única de Trabajadores) desde el inicio del gobierno de Lula: la Conlutas (Coordinación Nacional de Luchas), creada en 2004 y hegemonizada por el PSTU (LIT), y la Intersindical, una escisión posterior, com importante participación del PSOL (Socialismo y Libertad, escisión del PT). El Conclat reunió a 3.160 delegados de casi todo el país, representantes de 900 “entidades” (la mayoría sindicatos y oposiciones sindicales, pero también movimientos populares y estudiantiles). El congreso estaba rodeado por una gran expectativa, porque supuestamente abría la posibilidad de un agrupamiento sindical clasista y combativo, frente a las otras cinco centrales sindicales burocráticas, planteando una alternativa social y política de la izquierda clasista al centroizquierda “lulista”. Los otros convocantes al Conclat eran la Pastoral Obrera (católica), el movimiento sin-techo (MTST), el grupo sindical MAS (prestistas, ex partido comunista) y el MTL (un movimiento agrario-sindical minoritario).

El congreso fue precedido por la edición de un “Cuaderno de Tesis” que supuestamente debía ser leído por todos los delegados y sus bases. Sin embargo, eran 207 páginas tamaño tabloide, lo que inviabilizaba su lectura porque, además, estaba lleno de contradicciones y planteos extravagantes, en particular de grupos sin ninguna representatividad. Los “trabajadores” estaban puestos frente a um verdadero concurso de insultos entre diversas tendencias de izquierda. En ninguna de las tesis se ponía a votación un plan de lucha capaz de unificar las (escasas) luchas en curso y, menos aún un plan de lucha general de la clase obrera y los explotados frente a la crisis capitalista y sus consecuencias (despidos, congelamiento salarial, etc.).

Una vez reunido el plenario del Conclat, hubo una aplanadora de votaciones del PSTU, que controlaba aproximadamente dos tercios de los votos. Las únicas polémicas resueltas por el voto fueron: 1) la participación de los movimientos estudiantiles y populares en la nueva central: el PSOL (esto es, el sector de éste que participaba en el congreso, lo que no incluye a los partidários de Heloísa Helena) proponía que no participasen (una central sólo de sindicatos), mientras que el PSTU que sí lo hicieran, con una representación del 5%, posición que se impuso con el 60% de los votos; 2) la propuesta de “frente electoral de izquierda”, defendida por el PSOL, también rechazada por el 60%. En contrapartida, el PSTU propuso a los tres candidatos presidenciales de izquierda (Zé Maria del PSTU, Plinio de Arruda Sampaio del PSOL, Ivan Pinheiro del PCB) que asumieran el compromiso de defender el incierto programa de la nueva central. El único punto (limitadamente) movilizador votado fue la lucha contra el veto, por el gobierno de Lula, de la extinción del Fator Previdenciario (un índice deflactor de las jubilaciones).

Cuando todas las dificultades para la unificación parecían superadas, el congreso se quebró por la cuestión del nombre de la nueva central. La propuesta del PSTU (Conlutas-Intersindical. Central Sindical e Popular – CSP), aunque inconveniente para una real entidad obrera clasista, y reveladora de la precariedad del acuerdo alcanzado, fue aprobada por el consabido 60%, lo que provocó la retirada del congreso de la Intersindical, el grupo Unidos para Lutar (vinculado al ex diputado Babá, CST), y el ya mencionado Movimento Avançando Sindical (MAS).

La Intersindical había propuesto la retirada del nombre “Conlutas” y, frente a su derrota en la votación (llegó a pedir recuento de votos) comenzó a denunciar el “hegemonismo” (del PSTU), se reunió en separado, anunció que no retornaría y desautorizó el uso de su nombre (Intersindical) por la nueva central.

Los dos tercios restantes en el Conclat eligieron una Secretaría Ejecutiva Provisoria (de 21 miembros) a la que se encomendó tomar contacto con los “disidentes” para retomar el camino “unitário”, orientación que también aprobaron los “retirantes”, en sus reuniones por separado.
Las otras centrales, encabezadas por la CUT, realizaron un acto de apoyo electoral a la candidata presidencial de Lula (Dilma Roussef), ampliamente financiado por los fondos saqueados compulsoriamente del bolsillo de los trabajadores por el Estado (y depositado en los cofres sindicales de la burocracia). La oposición a esos saqueos compulsivos es el punto de ruptura real (y limitado) de la “nueva central sin nombre” con la burocracia sindical.

Con la dispersión electoral, y ahora también sindical, de la izquierda que se reivindica clasista, Lula ha conseguido hacer de las elecciones de octubre un plebiscito de sus ocho años de gobierno (que favorecieron el capital financiero con “programas sociales”), contra la derecha tradicional (Serra) y con el apoyo de la mayoria inmensa de la izquierda pequeño burguesa (o de la “clase media de izquierda”) que trata a Lula casi como a un líder religioso (el “casi”, en este caso, es “casi” innecesario).

La cuestión de la reconstrucción de un movimiento obrero independiente no ha sido saldada y continúa plenamente en pie, ahora más que nunca, claramente vinculada a la constitución de una alternativa política (partido) obrera independiente.