Brasil: la clase obrera debe terciar en la crisis política

La movida de Dilma Rousseff de anunciar su renuncia y exigir elecciones anticipadas -que estaría analizando en estas horas- apunta a presionar a su vice Michel Temer a que haga lo mismo, y precipitar así elecciones anticipadas en octubre


La movida de Dilma Rousseff de anunciar su renuncia y exigir elecciones anticipadas -que estaría analizando en estas horas- apunta a presionar a su vice Michel Temer a que haga lo mismo, y precipitar así elecciones anticipadas en octubre.


 


Esta maniobra, sin embargo, tendría escasas posibilidades de prosperar. Requiere aprobar una enmienda con el voto favorable del 60 % de ambas Cámaras, un número fuera de las chances del PT y los aliados que aún le quedan.


 


Golpe parlamentario


 


Si había alguna duda de la finalidad y el alcance político del impeachment, basta ver el programa de gobierno que propone Temer. El paquete contempla subir la edad jubilatoria a los 65 años y desenganchar los aumentos del salario mínimo -que se deciden una vez al año de acuerdo con la inflación- del reajuste jubilatorio, que seguiría un ritmo inferior. Esto iría de la mano de un recorte drástico de los planes sociales. El banquero Henrique Meirelles, ex titular del Banco Central con Lula y ex directivo mundial del Banco de Boston, sería el próximo ministro de Hacienda. Tras varias idas y vueltas, el PSDB habría optado por adherirse oficialmente al gobierno interino de Temer y estaría negociando los lineamientos del paquete económico, así como la garantía de que el vicepresidente no se presentará en las próximas elecciones. El futuro canciller sería José Serra, un ex ministro de Fernando Henrique Cardoso.


 


La envoltura “institucional” (impeachment) del golpe es el vehículo para una profunda modificación de las relaciones entre la clase capitalista y las masas. 


 


No se nos escapa que en Brasil se enfrentan dos bandos capitalistas, y que el PT en el poder se empeñó en aplicar una política de ajuste y de cercenamiento de las conquistas de los trabajadores. Pero este régimen se ha agotado y son los partidos políticos aliados al gobierno y la clase capitalista- empezando por la poderosa burguesía industrial paulista- quienes le sueltan la mano. El golpe en Brasil se inscribe en una reconfiguración continental de mayor amplitud. El agotamiento del progresismo y el nacionalismo burgués es la oportunidad para un salto en la recolonización del subcontinente por parte del imperialismo, que en Brasil apunta a apropiarse de Petrobras, las riquezas mineras y los contratos de obra pública financiados por el Estado. Los fondos estatales, que en el pasado usufructuó la patria contratista local, serían redireccionados para promover el ingreso del capital extranjero y un nuevo reparto del botín.


 


Elecciones anticipadas


 


La orientación de Temer está clara, pero lo que queda en duda es su capacidad de pilotear la transición. Ni él ni su aliado, el diputado Cunha, gozan de la simpatía popular, y están salpicados por el esquema de corrupción.Tampoco se salva la oposición: la justicia acaba abrir la investigación por corrupción y lavado de dinero contra Aecio Neves, líder del PSDB y ex candidato presidencial en las últimas elecciones. Existe una desconfianza fundada en la burguesía sobre la estabilidad que pueda tener una coalición de gobierno como la señalada. Ello explica que algunos círculos empresariales planteen las elecciones adelantadas. Pero el punto de vista mayoritario en la clase capitalista se inclina por alentar la asunción de


Temer, y reclama a la oposición participar en el nuevo gobierno interino.


 


Rousseff y el PT son incapaces de contener este avance y aparentan “resistencia”, mientras abortan cualquier plan de lucha real contra el golpe parlamentario en marcha.


 


Algunos de sus voceros quieren ver en la demanda de elecciones anticipadas un revival de la batalla por las “directas” de varias décadas atrás, cuando esa consigna fue una bandera contra la dictadura militar. Hoy, es sólo el manotazo de ahogado de un gobierno agotado. El PT no tiene un programa alternativo al de los ajustadores Temer y Cunha. Ello no se remedia con los anuncios tardíos de Dilma, disponiendo el aumento de los planes sociales y otras mejoras asistenciales que hace semanas atrás había resuelto recortar. Los seguidores de Dilma abrigan la expectativa de que podrían ganar los comicios y contrarrestar el operativo golpista, pero la realidad es que la iniciativa está enteramente en manos de la oposición patronal. En ese cuadro, las elecciones sólo pueden echar agua al molino de la derecha. 


 


Congreso de trabajadores


 


La lucha contra el golpe exige una demarcación rigurosa con el centroizquierdismo en descomposición, que ha perdido toda autoridad ante los trabajadores. Es una continuidad, bajo otra forma, de la misma batalla política contra el gobierno de Dilma y Lula. El seguidismo al PT implica colocarle un chaleco de fuerza a las energías que puede desplegar el movimiento popular, en el que anida un rechazo tanto a oficialistas como opositores.El PT promete huelgas y movilizaciones para el día en que asuma Temer, mientras en estas semanas definitorias se ha limitado a acciones regimentadas y aisladas. 


 


Junto al rechazo del golpe parlamentario, llamamos a impulsar la convocatoria un Congreso de bases de los trabajadores que resuelva una programa contra el ajuste y una salida obrera frente a la crisis. Este llamado está dirigido a las centrales y organizaciones obreras que hoy están atravesadas y conmovidas por la crisis en curso y es extensivo a Conlutas, a los movimientos sociales y a las organizaciones de izquierda. Un congreso de trabajadores abrirá a la clase obrera la posibilidad de terciar en la crisis política, en un escenario que hoy está dominado por los partidos burgueses.


 


Una derrota del golpe en estos términos no afianzaría al PT, sino que prepararía las condiciones para desplazarlo por la acción de las masas y no de la oposición patronal.