Brasil: las mentiras sobre la “movilidad social”

Una nota en Ambito Financiero (7/7), que cita a la Fundación Getulio Vargas, presenta al Brasil como el paraíso de la movilidad y la justicia social, con “una marea de bienestar entre el año 2003 y lo que va de 2011 que llevó a la ‘clase media’ (clase C) a 39,5 millones de brasileños que antes pertenecían a las D y E”. Esa clase tendría un ingreso mensual de entre 800 y 3.400 dólares. Así, agrega “se redujo un 54,18% la base de la pirámide (clases D y E)… en los últimos dos años la caída de la pobreza fue del 15,9%”. Las causas habrían sido los programas de “transferencia de renta”, como el Bolsa Familia, y la caída de la tasa de nacimiento. Más importante, el ingreso de los más pobres creció un 6,3% y el de los más ricos apenas un 1,7%: a diferencia de China, el crecimiento brasileño habría ido paralelo a una redistribución del ingreso nacional, una “desconcentración de la renta” y un “crecimiento con inclusión social”, y habría hecho del brasileño el pueblo más optimista del planeta.

En toda esta construcción hay más de una manipulación. Las cifras que mostrarían esos cambios están expresadas en dólares. La moneda brasileña ha sufrido una valorización superior al 147% frente al dólar. O sea que hubo un “reajuste” en dólares de todos los ingresos del 182% (147+35) en virtud de la valorización monetaria. En todas las capitales brasileñas, el pasaje de ómnibus más barato cuesta… poco más de dos dólares (el subte de San Pablo es más caro que el de Nueva York; la nafta brasileña cuesta el doble de la norteamericana, con repercusión en toda la estructura de precios).

Mundialmente, si el piso de la pobreza fuera ubicado no en un dólar sino en algo más de dos dólares diarios, de 2.549 millones de personas “pobres” en 1987, se pasaría a 2.812 millones en 1998. Excluyendo a China, el crecimiento de la pobreza sería aún mayor -de 1.797 millones de personas en 1987 a 2.178 millones en 1998. En China, la mayor parte de la reducción de la pobreza se produjo antes de que se iniciara la apertura comercial y financiera. Una encuesta reveló que en Estados Unidos el ingreso disponible de los hogares aumentó como consecuencia de la incorporación de la mujer al trabajo (doble explotación y reducción del salario por persona en las familias) y de la prolongación de la jornada laboral, que creció en dos semanas por año. A esto habría que sumar el endeudamiento para el consumo, que por un lado fuerza a aceptar una mayor explotación y por el otro lado prepara la bancarrota de la economía familiar.

Las altas tasas de interés, sin comparación en el mundo (la tasa básica es casi del 13% real), han atraído una lluvia de dólares, y con ello el giro de utilidades e intereses al exterior. El pago de los intereses de la deuda pública (450 mil millones de dólares el año pasado) compromete la mitad del presupuesto nacional. Las remesas al exterior fueron de 99 mil millones de dólares en los ocho años precedentes al gobierno neoliberal de F.H. Cardoso; superaron los 194 mil millones de dólares bajo FHC (ocho años); y llegaron a 343,5 mil millones de dólares bajo el gobierno de Lula (ocho años).

La Bolsa Familia es un porcentaje mínimo de las cifras citadas arriba. En el cuadro mundial, las fuerzas productivas brasileñas experimentan un retroceso histórico: la industria retrocedió 17% su participación en el PBI, entre 1985 y 2008 (cayó de 33 a 16%). Entre 2004 y 2010, el porcentaje de la industria en la pauta exportadora cayó de 19,4 a 15,8%: la relación manufacturas/exportaciones totales, que llegó a ser del 60%, hoy está en 40. El superávit comercial de 24 mil millones de dólares en el renglón de productos industriales en 2004 (inicio del gobierno del PT) se transformó, en 2010, en un déficit de 36 mil millones de dólares.

Después de ocho años, la Bolsa Familia ha dejado todavía a 16,2 millones de personas en situación de miseria absoluta (renta mensual inferior a 40 dólares mensuales, menos de un pasaje de ómnibus por día), más del 50% en el Nordeste -región que tiene 28% de la población, pero sólo 14% del PBI, pese a haber sido la  que más ha “crecido” en los últimos años. El gobierno de Dilma Roussef se ha visto obligado a lanzar un nuevo programa social (“Brasil sin Miseria”) dirigido específicamente a ese sector. Ambito Financiero cita a Marcial Portela, presidente del Banco Santander en Brasil: “En pocos años, Brasil tendrá menos pobres que Estados Unidos”, lo que es probable menos por el “avance” brasileño que por el retroceso norteamericano.

Según Neri, el factor educación es uno de los más decisivos en la movilidad social (“la educación, sola, garantiza un 2,2% de crecimiento en el ingreso”). En 1992, la población mayor de 25 años tenía un promedio de 4,9 años de estudios; en 2010, ese índice alcanzaba a 7,3 años. Los sindicatos docentes se han cansado de denunciar la manipulación y el maquillaje de esos datos, sin hablar de la calidad muy cuestionable de ese crecimiento cuantitativo, que ha dejado más de 40 millones de analfabetos funcionales (casi 25% de la población total).

A pesar de todas las manipulaciones, las estadísticas oficiales dejan claro que la “concentración de renta” (distribución de ingresos) poco ha variado en Brasil, y continua siendo una de las más retrógradas del planeta. La mejora en algunos índices de pobreza ha sido el subproducto de un crecimiento especulativo, usado para manipular (inclusive electoralmente) a un vasto sector de las masas explotadas, y que no resistirá al impacto de la crisis mundial sobre la economía semicolonial del gigante de pies de barro.