Brasil, luego de la jornada nacional de lucha del 24

Dos tendencias en pugna.

Brasil no escapa al panorama de América Latina atravesado por crisis políticas severas e irrupciones populares. El descrédito del gobierno crece.

El sábado 24 se produjo una nueva jornada nacional de movilización en todo Brasil bajo la consigna central de ¡Fora Bolsonaro! Es la cuarta en menos de dos meses. Aunque en muchos sectores de los manifestantes despertó gran entusiasmo, estaría, sin embargo, evidenciando los límites de este tipo de “passeatas” (marchas). En algunas ciudades se afirma que creció la cantidad de manifestantes (¡Río de Janeiro!), pero de conjunto se ha frenado un mayor desarrollo de las mismas.

La jornada nacional ha dejado configurada dos perspectivas enfrentadas. Por un lado, el “Fora Bolsonaro”, que resuena con más fuerza, pone sobre el tapete la necesidad de una lucha consecuente (un plan de lucha continuado y creciente hacia la huelga general) por las reivindicaciones de las masas y el derrocamiento de Bolsonaro y el conjunto del régimen corrupto y antiobrero.

La perspectiva de las centrales obreras va en otra dirección. Las direcciones sindicales vienen actuando como segundo violín de un conglomerado de fuerzas, empezando por el PT y que se extiende a otros partidos patronales -cuya estrategia consiste en “ejercer presión” sobre la mayoría parlamentaria de la derecha, para que inicie el juicio político a Bolsonaro. Y en caso de que no avance, estas marchas irán ayudando a desgastar al gobierno con vistas a desplazarlo en las elecciones presidenciales de octubre de 2022. El PT y las direcciones sindicales que lo siguen bregan por la formación de un “Frente Amplio” sin margen a la derecha para incorporar nuevos partidos burgueses con vistas a un frente electoral para el año 2022.

Esta “estrategia” acaba de recibir un baldazo de agua fría. Una sentencia en contra por parte del Tribunal Superior de Brasil (STF), negando que se habilite esa perspectiva. Y, por su parte, el presidente de la Cámara de Diputados, Arthur Lira, también anunció el bloqueo de esa posibilidad por “falta de pruebas”.

Corrupción y ataque contra las masas

Bolsonaro se viene sosteniendo a los tumbos sobre la base de una coalición inestable con los militares, por un lado, y el “centrão”, el bloque de partidos que manejan los hilos del Parlamento, por el otro, que ha impedido que prospere el juicio político al presidente.

Gracias a esta alianza es que fueron aprobadas todas las leyes de privatización de empresas estatales y ataque a los trabajadores (reforma laboral y previsional antiobreras, etc.). Sectores de la burguesía lo apoyan, mientras Bolsonaro pueda seguir con su programa de “reformas estructurales” contra el pueblo.

Frente a las denuncias de corrupción contra ministros y funcionarios militares que salpican directamente al propio Bolsonaro, el régimen se vio obligado a hacer renunciar de la cartera de Salud al general Eduardo Pazuello, acusado con pruebas abundantes, de negociar fabulosas coimas con los proveedores de vacunas contra el Covid. Y, para fortalecer su relación con el centrão, ha desplazado al general Luiz Eduardo Ramos, encargado de la coordinación entre el Poder Ejecutivo y el Parlamento, que operaba desde la llamada Casa Civil del gobierno. Fue reemplazado en ese puesto por el diputado Ciro Nogueira, principal referente del centrão. La relación del gobierno con el Congreso va a estar “coordinada” con el centrão, colocando para ello a uno de los principales dirigentes de dicho espacio político.

En la Jornada Nacional de Lucha, junto a carteles con el Fora Bolsonaro, se levantaron la denuncia del régimen sanitario genocida que llevó a una cifra superior al medio millón de víctimas por el Covid; el rechazo a las privatizaciones (Correos, Electrobras, sectores de Petrobras, etc.) y, entre otras muchas, la devolución del subsidio que Bolsonaro derogó a fines del año pasado de 600 reales a los millones que no tienen ingresos. La crisis sanitaria y social es impresionante. Y Bolsonaro amenaza con profundizarla. Ahora quiere poner en marcha la enmienda constitucional (PEC 32/20) que le quita la estabilidad laboral a los trabajadores estatales. No solo para “abaratar costos al Estado”, sino fundamentalmente para incentivar las privatizaciones de empresas estatales, disminuyendo los costos de despidos masivos.

La CUT, Lula y el PT han dejado pasar todos estos ataques a las masas trabajadoras con “protestas” con sordina, sin una movilización real de los trabajadores y explotados nucleados en sus centrales, sindicatos y organizaciones de masas. Lula ni siquiera participó en la jornada del sábado 24, como tampoco lo hizo en las otras tres que le precedieron. El periodista de Página/12 en Brasilia (25/7) caracterizó correctamente estas ausencias de Lula: no son “por motivos de seguridad, sino por motivos políticos. Prefiere adoptar un perfil bajo, por lo pronto”. Quiere dar señales claras a los militares y al gran capital de que él viene a contener, no a incentivar las movilizaciones de masas.

Para hacer realidad el Fora Bolsonaro es necesario poner en pie de lucha a la clase obrera y los explotados. Es necesario reclamar que se convoquen a congresos, plenarios y asambleas para cambiar la orientación actual, condenada al fracaso, de las organizaciones sindicales, votar un pliego de reclamos y un plan de lucha nacional consecuente y continuado hasta la huelga general.

Los partidos de izquierda y los activistas sindicales combativos tienen que unir fuerzas y poner en pie un polo clasista detrás de este objetivo.