Brasil: Pizza con champán

Los “festejos” por los primeros cien días del gobierno de Lula tuvieron ciertamente un carácter clasista: los que descorcharon las botellas de champán fueron los patrones y el gran capital financiero. Brindaron por el metalúrgico devenido en presidente como “alumno modelo del FMI” (Le Monde, 12/4). “Se pensaba que era un monstruo y resultó ser, con todo respeto, una mascota”, confesó Odair Abate, analista jefe del Lloyds Bank (La Nación, 8/4). “Los hombres de negocios entendieron que Lula no es un peligro sino una solución”, remató el director de Relaciones Internacionales de la poderosa Federación de Industrias de San Pablo (Cronista, 4/4). Para no desentonar, el secretario del Tesoro del gobierno de Bush, de visita en Brasil luego de la masacre en Irak, se deshizo en elogios a la política económica oficial (Clarín, 24/4).


Como “regalo” de los cien días, el gobierno hizo aprobar en el Congreso una “enmienda constitucional” que abre las puertas a un Banco Central autónomo bajo la dirección de un hombre de confianza del sistema financiero, ex ejecutivo en jefe del Bank Boston. Regalo “doble”: la prensa patronal brasileña festejó que la izquierda del PT votara junto a los dirigentes de la derecha partidaria – y de la otra – (ver Prensa Obrera Nº 798).


El gobierno también aumentó la tasa de interés básica, haciendo la delicia de los bancos que, en medio de una enorme crisis económica están lucrando como nunca: según los recientes balances “oficiales” sus ganancias crecieron un 30% en el 2002, hasta llegar a los 10 mil millones de reales, y siguen incrementándose con el gobierno de Lula. En la última semana el gobierno volvió a tomar créditos externos “pagando cuatro veces más que en el mercado norteamericano” (Clarín, 30/4). La usura internacional está de fiesta.


Por supuesto, esto tiene su contrapartida. La economía se mantiene estancada y el crecimiento de la producción por habitante para este año será nulo. El desempleo subió un 10% en los tres primeros meses del año y el gobierno ha dicho que no sólo no reajustará los salarios sino que privatizará las jubilaciones, con un violentísimo recorte en los haberes de todos los empleados públicos.


 


Huelga contra el “ajuste perpetuo”


Pero el 8 de abril, más de 100 mil estatales cumplieron una huelga general con protestas y movilizaciones en todo el país para reclamar contra la liquidación del sistema previsional y por el aumento de salarios. Bajo el llamado de la Asociación Nacional de Docentes de Enseñanza Superior (Andes), más de 20 u niversidades nacionales también paralizaron sus actividades.


Como broche de oro de estos poco más de tres meses, el gobierno anunció el proyecto de “Ley de Pautas Presupuestarias” que perpetúa los términos del acuerdo con el Fondo Monetario Internacional firmado por Cardoso. “Si hasta ahora la supuesta ‘transición’ tenía como justificación retórica la ‘pesada herencia’ del gobierno anterior, el equipo económico del gobierno pretende ahora acabar con la polémica. Fija un horizonte de dos mandatos presidenciales para la adhesión lulista al esquema de la ortodoxia, tan a gusto del Fondo Monetario Internacional y de las instituciones financieras” (Folha de San Pablo, 10/4).


El gobierno pretende lograr un 5% de superávit en el presupuesto nacional a costa de las jubilaciones, los salarios y los más diversos programas sociales. El ajustazo fiscal revela el nivel de la bancarrota del país. La reducción del “riesgo Brasil” y la baja del dólar en los últimos meses no son un reflejo de “estabilidad” sino de la crisis mundial, pues la recesión y la guerra de Irak promovieron un movimiento especulativo de capitales árabes hacia los títulos “basura” de Brasil (Le Monde, ídem).


La justificación de estas medidas por parte de Lula, raya en el disparate: “Vamos a hacer que este país aprenda a ganar dinero como un verdadero país capitalista, para que la gente pueda gastarlo como socialista”. Es decir, pizza con champán.