¿Bush arruga (II)?

Un periodista gusano del Miami Herald acaba de recomendar a Bush (La Nación, 26/7) que no venga a Mar del Plata, en noviembre, con el argumento de que ese viaje perdería cualquier sentido si el Congreso de Estados Unidos no aprueba el tratado de libre comercio con Centroamérica (Cafta), lo que también significaría poner un punto final a la posibilidad del Alca. Se trataría de una victoria de los ‘lobbies’ proteccionistas.


Más allá del contenido comercial del comentario, es claro que se vuelve sobre el tema de que Bush suspenda su viaje, alegando cuestiones de seguridad, de temario o de protagonismo de Chávez. Todo gira en torno a lo mismo: la política norteamericana se encuentra en completa crisis. Un informe del Departamento de Estado acaba de caracterizar a unos ocho Estados latinoamericanos como ‘fallidos’, pero la inclusión en la lista de Venezuela, Ecuador y Bolivia demuestra que se trata de otra cosa, de Estados que se encuentran bajo la presión de una gigantesca ebullición social.


El imperialismo yanqui se ha visto obligado a gobernar por intermedio del centroizquierda del continente (Lula, Tabaré, Palacios, eventualmente Evo Morales si consigue armar un frente con intendentes derechistas), pero es claro que se trata de una salida inestable —como lo prueba lo que ocurre con Lula. Asimismo, es un esquema político que no le permite armar un frente internacional contra Chávez, ni siquiera frenar al ecuatoriano Palacios. En el marco del empantanamiento de la ocupación militar de Irak, este cuadro preocupa, al menos a los republicanos.


El problema para Bush es que, si decide no venir en noviembre, tendrá que producir una definición política de conjunto, pues de lo contrario sería un recule que deberá pagar políticamente en un plazo muy corto.