Cardoso se cae junto con sus privatizaciones

La difusión de las encuestas que registran un ‘empate técnico’ entre Fernando Henrique Cardoso y Lula, causó una enorme sorpresa, pues hasta hace poco más de un mes la reelección de Cardoso parecía asegurada e incluso se anunciaba que no sería necesaria una ‘segunda vuelta’.


Pero Cardoso perdió, en apenas un mes, los casi 20 puntos de ventaja que tenía sobre Lula, en todas las regiones del país y en todas las fajas de edad, de educación, de ingresos y entre hombres y mujeres.


En los primeros días de junio, “la insatisfacción del electorado con FHC siguió subiendo” (Folha de Sao Paulo, 14/6) y su ventaja desapareció, incluso, para la ahora inevitable ‘segunda vuelta’. Por primera vez en toda la campaña electoral, Lula pasa a encabezar las encuestas en algunos grandes Estados (como Río de Janeiro y Río Grande do Sul) y en todas las principales capitales del país.


La reelección de Cardoso responde esencialmente a los intereses de los grandes grupos privatizadores. Cardoso llevó adelante —con toda su secuela de estafas, negociados y chanchullos— la privatización de las enormes empresas siderúrgicas brasileñas: la CSN, Usiminas y la Compañía del Valle del Río Dulce. La importancia de estas privatizaciones siderúrgicas puede medirse en la siguiente afirmación de The Wall Street Journal (27/5): “a largo plazo las siderúrgicas de Brasil pueden dominar el mundo (por que) la mano de obra, la energía y el mineral de hierro son muy baratos y abundan en Brasil”. Pero todavía quedan por privatizar la energía, las telecomunicaciones y el petróleo, lo que según algunas estimaciones equivaldría a un traspaso de capitales de 100.000 millones de dólares.


Lula ‘marca posición’


A diferencia de las elecciones del 89 y de gran parte de la campaña electoral del 94, cuando la burguesía debatía como salir de la hiperinflación y de un probable derrumbe económico, en las actuales circunstancias la línea general de los capitalistas ya estaba definida. Una nueva candidatura de Lula se enfrentaba ahora a la completa oposición de la burguesía. Las encuestas reflejaban la unidad del frente político burgués (y de sus medios de comunicación) en ‘defensa de la estabilidad’.


Este aislamiento político en relación al ‘establishment’ explica por qué Lula fue por largo tiempo reticente a ser candidato y por qué ponía como condición para ello la formación de un frente que incluyera a gran parte de dos partidos oficialistas, el PMDB y el PSDB. Una vez que esta tentativa fracasó, Lula se resignó a encabezar una lista con la única finalidad de cumplir con su rol de único líder del PT, o sea una candidatura testimonial para el 2002, o, como se dice en Brasil ‘para marcar posición’. Lula declaró, incluso, su disposición a resignar su candidatura presidencial como ‘prenda de unidad’ con los oficialistas ‘críticos’.


El frente entre el PT y los ‘disidentes’ del gobierno —una especie de ‘cardosismo sin Cardoso’— era, claramente, una alternativa perdedora. Pero parece, en realidad, que el planteo era antes que nada una excusa de Lula para rechazar la candidatura presidencial.


Lula quedó reducido a un frente con partidos menores de la patronal, el PDT de Brizola y el PSB del gobernador de Pernambuco, Arraes. Pero este frente es una confirmación acentuada del carácter ‘testimonial’ que pretendía darse a la candidatura de Lula, pues se trata de partidos en completo retroceso electoral, con candidatos repudiados, que participaron de todas las maniobras que se armaron en el curso del año 97 para formar un frente de centro-izquierda que desplazara al PT como principal oposición política y que, como en el caso de Arraes, ha gobernado Pernambuco en defensa de la gran oligarquía azucarera.


Crisis política


Pero la crisis internacional cambió el panorama oficial, porque puso en cuestión toda la política de privatizaciones. La licitación de Telebras —la telefónica estatal— ya fue suspendida en una oportunidad, y se especula que lo será otra vez, como consecuencia de la fuga de capitales. En el plazo de unas pocas semanas, su cotización cayó de 25.000 millones de dólares a poco más de 10.000. Incluso para esta pobre performance el propio Estado deberá poner el dinero —a través de la banca oficial— para concretarla.


Se calcula que en los próximos meses, cualquiera sea la tendencia electoral, más de 15.000 millones de dólares —el 20% de las reservas— se fugarán del Brasil. Pero como consecuencia de esto, no hay lugar para una baja de la tasa de interés” (O Estado de Sao Paulo, 31/5), lo que habrá de agravar la recesión y el desempleo, y tornará más oneroso el pago de la deuda pública, que ha crecido un 40% en los últimos ocho meses hasta alcanzar la astronómica suma de 250.000 millones de dólares.


La política establecida entró entonces en una impasse: “Una economía sin oxígeno” (O Estado de Sao Paulo, 31/5) y “sin chances de mejora por el crecimiento de las expectativas de una nueva crisis mundial” (ídem, 14/6). La burguesía brasileña percibe cada vez más claramente el fracaso de su política, pero carece de recambios políticos y económicos. Esto explica su preocupación ante la posibilidad de “un período de inestabilidad política que puede desembocar en una fortísisma crisis económica como consecuencia de que los capitales se fugan y las inversiones no llegan” (ídem).


Este fracaso es lo que ha derrumbado la candidatura, hasta hace poco invencible, de Cardoso.


La crisis, las masas y el PT


La crisis mundial impactó decisivamente sobre las masas. Los campesinos hambrientos del nordeste comenzaron centenares de saqueos y cortes de ruta. En el curso de esa pueblada surgió el Movimiento de Sin Tierras nordestino, hasta entonces inexistente: “en cuatro meses de sequía, el Mst del nordeste consiguió una proyección que no tuvo en los últimos diez años” (ídem, 31/5).


Los profesores de las universidades federales sostuvieron una huelga que duró más de sesenta días y los desocupados organizaron una marcha hacia Brasilia, sede del gobierno, que reunió a 80.000 trabajadores.


El PT actúa concientemente para cerrar esta crisis.


En el plano de las luchas de masas, el ejemplo más brutal fue la represión a la marcha de los desocupados por parte de la Policía Militar del Distrito Federal, que actúa bajo las órdenes del gobernador del Estado, miembro del PT.


El frente del PT con la burguesía desplazada tiene como objetivo desmovilizar a los trabajadores y desmoralizar a la izquierda. Este frente pondrá cada vez más el eje en ofrecer a la burguesía una política de recambio, que garantice las privatizaciones efectuadas pero que permita hacer frente a la cesación de pagos inminente. Desde hace varios meses, Juan Alemann, desde su columna diaria en La Razón, asegura que es inevitable la aplicación de un ‘plan Bonex’ para la deuda interna de Brasil, o sea, producir una refinanciación unilateral que derribaría espectacularmente su cotización y ofrecer la posibilidad de usarla, alternativamente, para pagar privatizaciones a su valor nominal.


El frente que encabeza el PT reclama la “revisión” de las privatizaciones, que es el eufemismo que usa el centroizquierda en todo el mundo para señalar que seguirá con ellas.


O Estado de Sao Paulo afirma que “el PT propone un programa económico igual al que el gobierno ya está desarrollando” (14/6).