Cataluña, luego de las elecciones


Las dos formaciones políticas que defienden abiertamente la secesión de Cataluña, Junts pel Sí y la CUP, conquistaron una mayoría absoluta de escaños en el Parlamento autonómico, cosechando 72 lugares de un total de 135.


 


De todos modos, ambas fuerzas no superaron la barrera del 50% de los sufragios —suman poco más del 47%—, una cuestión relevante si tenemos en cuenta que las elecciones constituían una suerte de plebiscito por la autonomía. La discrepancia entre proporción de escaños y de votos se explica por las particularidades del régimen electoral vigente, que establece pisos y le otorga una mayor representación a las jurisdicciones con menor densidad poblacional.


 


Campaña intimidatoria


Las elecciones de Cataluña tuvieron lugar en medio de una campaña feroz, que intentó amedrentar al pueblo sobre las consecuencias de la independencia. Esta campaña fue sostenida por un abanico de fuerzas que va desde la burguesía española, pasando por la gran burguesía catalana y que se extiende a la Unión Europea y a la Casa Blanca. Obama en persona, apenas días antes, en una reunión mantenida con el monarca español, destacó la necesidad de una “España unida”. Los representantes de la Unión Europea advirtieron de que no iban a admitir la incorporación de Cataluña en su seno. La propaganda oficial, impulsada por el gobierno de Rajoy, señalaba que Cataluña, fuera de la zona del euro, estaría condenada a un desmadre financiero y a la amenaza de un corralito. Las asociaciones bancarias y las principales instituciones financieras amenazaron con retirar los fondos y cerrar sus filiales si ganaba el Sí.


 


Semejante cruzada tiene su explicación. La independencia catalana echaría más leña al fuego a las tendencias a la desintegración ya existentes en la UE y representarla un golpe letal a la integridad de España y al Estado español, que ha asumido sobre sus hombros el rescate del capital en quiebra y aplica una política de austeridad. Por otro lado, la independencia implica el fin de la monarquía en el nuevo Estado.


 


El movimiento independentista


Tomado en su conjunto, la suma de escaños de los partidarios del secesionismo supone un retroceso respecto de lo que esas formaciones obtuvieron en 2012, cuando lograron un total de 74 escaños.


 


El retroceso, sin embargo, se concentra en la actual coalición gobernante, liderada por el actual jefe de gobierno, Artur Mas. Se constata, en cambio, un ascenso de la CUP que constituye el ala izquierda del movimiento independentista.


 


La CUP denuncia al actual gobierno de Cataluña por su política de ajuste, por su ataque a las condiciones de vida de la población y por sus tendencias al compromiso con el Estado español. Mientras la CUP plantea una declaración unilateral de independencia, la hoja de ruta de Junt por el Sí consiste en un proceso tortuoso de apertura de negociaciones con el Estado español. Su proyecto independentista pasa por sustituir la dependencia del odiado centralismo español por la dependencia de Berlín y Bruselas. Una Cataluña independiente en estos términos, sería un protectorado y un colonia financiera de la troika y, como tal, condenada a llevar adelante una rigurosa política de ajuste.


 


El gobierno catalán de Artur Mas ha presentado la independencia como el gran pasaporte para una mejora sustancial en las condiciones de vida de la población. Pero la agenda del oficialismo gobernante excluye echar atrás la reforma laboral o la de las pensiones. En este punto, no hay diferencias entre Mas y Rajoy. La autonomía fiscal que pregona el oficialismo catalán tiene como destino pagar la deuda, mayores subsidios al capital, menos impuestos a los beneficios y no las necesidades populares.


 


La oposición


 


Como principal partido de la oposición en el Parlamento autonómico catalán se sitúa la formación derechista Ciudadanos, con casi el 18 por ciento de los votos y 25 diputados, casi el triple de los que obtuvo en las elecciones de 2012. A continuación, se ubica el socialismo y, después, fuertemente relegada, la coalición encabezada por Podemos con apenas el 9% de los votos. Podemos está casi empatada con el partido de Rajoy que está absolutamente desprestigiado.


 


La formación de Pablo Iglesias ha pagado muy caro su ambigüedad respecto a la causa de la independencia y es, por lo tanto, una de las grandes derrotadas de las elecciones.


 


Salida


El resultado electoral abre un escenario complejo y convulsivo. El presidente de Cataluña y la coalición que lo apoya, Juntos por el Sí, plantearon previamente que si lograban mayoría absoluta de escaños, se considerarían habilitados para poner en marcha un proceso que culminaría el año que viene con la aprobación de una nueva Constitución. Este proceso se pondría en marcha, aunque la causa independentista no haya logrado reunir el 50 por ciento de los votos.


 


Dentro de la mayoría incluyen a los escaños de la CUP, pero dicha fuerza cuestiona que Artur Mas pueda seguir siendo presidente.


 


Entretanto, la escalada de la monarquía española no se detiene. El parlamento español acaba de ampliar las facultades del máximo tribunal de España para destituir autoridades regionales, una disposición que apunta a voltear al nuevo presidente catalán electo. El gobierno de Rajoy ya tiene en la gatera la intervención del Estado catalán, si hiciera falta.


 


Estamos frente a una crisis política excepcional que pone en jaque el conjunto del régimen político. Frente a las aprietes y amenazas del Estado español, Artur Mas y su partido ya han capitulado en el pasado, con lo cual, todo indica que lo harán nuevamente. Pero la última palabra va a estar en las calles y no se puede descartar que esta escalada -y con más razón una intervención- podría encender un estallido popular.


 


La movilización independentista, que se acrecienta en Cataluña, constituye un golpe al Estado español, vasallo de la Unión Europea imperialista y en esa medida es un acicate y aliento a los lucha de los explotados no sólo de Cataluña sino de toda la nación española que están enfrentando el ajuste y que empalma, asimismo, con la oposición creciente contra la monarquía.


 


La CUP, con el 10% de los votos, une el reclamo de la independencia a una agenda que plantea poner fin a la política de austeridad, derogar la reforma laboral y revertir los recortes salariales y sociales, y privilegiar las necesidades populares mediante el no pago de la deuda. Llamamos a apoyar y defender el derecho a la independencia de Cataluña como un aspecto de una reorganización integral del país sobre nuevas bases sociales, mediante gobiernos de trabajadores en Cataluña y en toda España y para abrir paso a una Unión Republicana y Socialista de los Pueblos Ibéricos.