Celac: una operación distraccionista

El "socialismo del siglo XXI" y la derecha unidos

Con una gran puesta en escena de los presidentes de 33 países (solo faltaron los presidentes Ollanta Humala de Perú, Laura Chinchilla de Costa Rica y Mauricio Funes de El Salvador), se inauguró en Caracas la primera cumbre de la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (Celac). La iniciativa fue planteada por Brasil en diciembre de 2008. Consagró como presidente al ultra derechista Sebastián Piñera hasta la reunión próxima en Santiago de Chile.

La pretensión de Chávez de que el novato espacio se convierta en una alternativa a la Organización de Estados Americanos (OEA), fue descartada casi desde el comienzo de las deliberaciones. El colombiano Santos y la brasileña Rousseff coincidieron en que “esta integración no puede ser contra nadie. Esta integración es a favor nuestro, no es contra la OEA ni contra la Cumbre Iberoamericana”.

Puerto Rico no figuró siquiera (como no figura nunca) en las intenciones del cónclave, como si fuera inferior al status colonial de Malvinas. Lejos de los augurios de Chávez en su discurso de inauguración de la cumbre, la Celac no parece ser “la piedra fundamental de la unidad que nos hará libres”. Lo que une al venezolano con el chileno Piñera y la argentina CFK o la brasileña Rousseff, es el flujo de inversiones y comercio con China, en el marco de la bancarrota mundial del capitalismo. Esto sin desmedro del pago de la deuda usuraria al capital financiero internacional. Cuando Cristina Kirchner repitió la muletilla de que “tenemos una oportunidad histórica de convertirnos en los protagonistas del siglo XXI”, se estaba refiriendo a la ilusión de que los ‘emergentes’ podrían esquivar la crisis mundial de la mano de China. Obviamente, aun no tomó nota de que China ya ha sido arrastrada al torbellino de la bancarrota capitalista. Cuando se refirió a “una integración económica intrazona” omitió decir, precisamente, que el principal rubro de esta ‘integración’ son las infraestructuras y caminos que relacionan el Atlántico con el Pacífico, para potenciar el comercio con Asia, que beneficia a todo el capital internacional (especialmente al minero) invertido en América Latina. Chávez acaba de contratar un préstamo de China a cambio del hipotecamiento de una parte de las exportaciones de petróleo venezolano por diez años.

Bajo la batuta de Santos, todos los presidentes defendieron una “coordinación” para combatir el narcotráfico y el terrorismo, o sea una política de inteligencia conjunta. Cualquiera sabe, sin embargo, que esta inteligencia es un mito sin la intervención de la CIA y de la DEA -esta última ha sido denunciada por lavar dinero del narcotráfico mexicano. En este contexto, Chávez declaró, luego de capturar a Maximiliano Orozco, alias Valenciano, uno de los narcotraficantes más buscados en Colombia, su compromiso de capturar y entregar a cualquier irregular colombiano, incluso guerrillero. Chávez enfatizó que “(el de las guerrillas) es un tema que nos afecta”; las FARC, apoyaron, desde “las montañas colombianas”, la constitución de la Celac.

Estados Unidos no demoró en caracterizar al Celac como un socio potencial en la región. “Los grupos subregionales son potencialmente importantes representantes del hemisferio y pueden ser útiles socios para Estados Unidos”, señaló el portavoz para América Latina, William Ostick. En Washington, Mark Toner, vocero del Departamento de Estado, comentó que “hay muchas organizaciones subregionales en el continente, a algunas de las cuales pertenecemos y otras, como ésta, no lo hacemos”.

La nota disonante del encuentro fue la imposibilidad de llegar a un acuerdo en cuanto a la forma en la que se tomarían las decisiones. Brasil impuso la condición “unanimidad”, construida con negociaciones políticas.

La presidencia pro témpore del organismo recayó en manos del derechista chileno Piñera. El “socialismo del siglo XXI” les dio a los estudiantes y trabajadores chilenos una clara demostración de sus intereses en la región.