Chile: quién fue quién en el rescate

Ahora que el rescate de los 33 mineros chilenos concluyó con un éxito completo, comienza el operativo de la “historia oficial”. Al lector menos memorioso le recordamos que durante 17 días, cuando no se podía establecer si los mineros seguían vivos, en el campo del gobierno cundía el derrotismo y la disposición a declarar cerrada la operación. En ese mismo momento absolutamente crítico, la supervivencia descansó sobre ellos mismos -su temple y su auto-organización. En la superficie, el derrotismo oficial fue enfrentado por los familiares de los trabajadores, quienes impidieron que la operación de búsqueda fuera clausurada. El gobierno de Piñera había tirado la toalla, pero vacilaba ante una decisión que se iba a sumar al desastre provocado por el terremoto. El embajador de Chile en Argentina, Adolfo Zaldívar, declaró que afuera, “todo era angustia y desesperanza” (Clarín, 17/10). En el desconcierto del momento, el gobierno de Chile, que luego se iría a jactar de la pericia de los rescatistas, los descartó y llamó en su lugar a las fuerzas armadas. Si hoy los mineros siguen vivos, ello no obedeció, en primer lugar, a la determinación del ‘establishment’, sino al temple de esos mineros de la clase obrera de Chile. Los funcionarios sólo estaban preocupados por morigerar el impacto que tendría el fracaso de la búsqueda.

Segundo acto

Una vez hallados los mineros y establecidas las comunicaciones, los funcionarios y carabineros restablecen el campamento. Queda de relieve enseguida la absoluta falta de preparación de los funcionarios chilenos para encarar el operativo de rescate; tampoco la gran minería privada. Los mejor capacitados y preparados eran los de la estatal Codelco.

La primera perforación (Plan A) se inicia con un trépano de un diámetro que no permitía el paso de una cápsula; se informa a los medios que se utilizará un arnés sin cápsula. Ante las quejas y protestas de los rescatistas chilenos y extranjeros (incluso argentinos) sobre lo absurdo de la propuesta, comienza (el plan B): la perforación con un diámetro adecuado para el paso de una cápsula segura (similar a una utilizada anteriormente en un rescate en Pensilvania), que es lo que finalmente tuvo éxito en el rescate.

Tercer acto

Cuando se aproximaba el momento del rescate, la manipulación mediática llegó a su punto máximo. Fueron apartados de la visibilidad pública los rescatistas argentinos que aportaron materiales y planos para la fabricación de la cápsula. Así como también fueron apartados de la propia construcción de la cápsula, que le fue encomendada a la Armada chilena que no había tenido ni arte ni parte.

En segundo lugar, los bomberos rescatistas chilenos, que fueron quienes prepararon todos los protocolos para el rescate y se suponía que iban a ser quienes descenderían a buscar a los mineros, fueron reemplazados por enfermeros de la Armada, para asegurar, se dijo, la disciplina en las comunicaciones con la prensa. Esto provocó naturalmente una fuerte disconformidad, tanto en la comunidad de rescatistas chilenos como entre los familiares de los mineros. Finalmente, el gobierno presentó a los carabineros como artífices del rescate, en el cual no había jugado ningún papel -una manera de reivindicarlos después del trágico papel jugado por los carabineros durante el terremoto del verano.