Chile: un crimen homofóbico y el desbarranque del Movilh

Por un movimiento LGBT independiente

Manuel

-Exclusivo de internet

Daniel Zamudio era un joven de 24 años, abiertamente homosexual. Trabajaba en un comercio y estaba terminando el secundario para luego estudiar teatro. En la madrugada del 3 de marzo, fue interceptado por un grupo de neonazis que lo atacó en una plaza de Santiago, lo golpeó hasta dejarlo inconsciente y hasta marcó esvásticas en su cuerpo. Daniel murió en la tarde del 27 de marzo, luego de semanas de agonía en las cuales su cuadro empeoró hasta acabar con su vida. Este caso es, en realidad, uno de cientos que se producen cada año, a manos de muchos grupos como el que atacó a Daniel.

Con una gran repercusión en los medios y la consternación en todo el pueblo chileno -marcada por la brutalidad del ataque-, Daniel Zamudio se convirtió en un símbolo de la lucha contra la discriminación. Los sectores ultrarreaccionarios sostienen y reproducen esta situación a través de la Iglesia, los medios y el mismísimo Estado con sus instituciones. Los ‘velatones’, marchas y concentraciones en la Posta Central (hospital donde estuvo internado y falleció Daniel) en repudio al hecho y para exigir justicia se multiplicaron por todo el país.

De las manifestaciones en todo Chile, se desprendió un pliego de reclamos hacia el Estado y el régimen político todo: basta de homofobia, que terminen los años de ‘mirar para otro lado’, que se apruebe la Ley Antidiscriminación y que el Estado proteja a la diversidad sexual. El presidente Piñera oyó los gritos y llamó al tratamiento urgente del texto en el Congreso. Pero la ley tiene un problema fundamental: sólo crea la figura legal que pena los actos de discriminación -ni siquiera todos los casos: asiste concretamente al juicio por Zamudio, pero no reconoce los homicidios de transexuales como actos discriminatorios. El texto no contiene una línea sobre el problema de la educación sexual o la asistencia en el sistema de salud. Es decir que no da una respuesta a los problemas más generales que sufre toda la diversidad sexual. Tampoco se modifica la aberración legal que dice que dos hombres no pueden besarse en la vía pública por ofender las buenas costumbres.

El proyecto estaba desde hace siete años cajoneado por el rechazo de muchos legisladores del frente oficialista, pero también de algunos sectores de la oposición centroizquierdista, quienes dicen oponerse a la ley porque abre la puerta al matrimonio igualitario. La ley ingresó al Congreso durante el gobierno de Bachelet -la Concertación (PS y Democracia Cristiana)- con el festejo del Movilh (movimiento de integración y liberación homosexual), pero no avanzó más por la misma rosca parlamentaria y la falta de una presión real para que se trate sobre tablas.
Hoy, el Movilh se encuentra adaptado al impasse parlamentario y solamente festeja que sus proyectos de ley entren al parlamento, aunque nunca se aprueben (vermovilh.cl). En lugar de llamar a la movilización para arrancarle sus reclamos al Estado, ruega migajas a régimen político. El presidente del Movilh, Rolando Giménez, dijo que “No hay que caer en la trampa que quieren establecer algunos, impulsados por su pensamiento conservador y discriminatorio, de ligar ambos temas (la Ley Antidiscriminación y el matrimonio igualitario)”, es decir que vende la lucha más general a cambio de la aprobación de esta ley mutilada respecto de la original (de 2005).

El 4 de abril se aprobó la Ley Antidiscriminación, con una serie de exclusiones que serán rediscutidas en comisión bicameral. Es decir que sigue la bicicleta parlamentaria y el Movilh no hace más que saludar la buena voluntad por mejorar la ley, cuando podría llamar al activismo a plantear democráticamente qué debe contemplar esta ley. Hace falta una dirección firme, a la altura de las circunstancias, que denuncie los grises que impiden el triunfo de nuestros reclamos.

Como continuación del proceso de lucha popular en 2011, por el fin del lucro en la educación, hoy está planteado avanzar sobre los elementos más reaccionarios del régimen político y también sobre aquellas organizaciones que no tienen otra cosa que ofrecer más que un discurso progresista.

El Partido Obrero de Argentina plantea:

-Juicio y castigo a los asesinos de Daniel Zamudio. Basta de homofobia. Por una ley antidiscriminación discutida democráticamente por el activismo LGBT y el pueblo chileno. Educación sexual laica y científica en todas las escuelas.

-Por un movimiento LGBT independiente de los partidos del régimen, que supere el reformismo de la dirección actual del Movilh -que hoy lo paraliza- para salir a la calle y arrancar nuestras reivindicaciones. Por una alternativa política a los partidos patronales que sólo pueden ofrecer la miseria a los oprimidos en Chile, en Argentina y en todo el mundo.