Chile y el Mercosur

¿Chile ingresó al Mercosur? La pregunta es pertinente, porque la mayoría de los diarios lo anunciaron de esa manera, incluso en la tapa (La Prensa del miércoles 26).


Pero no, Chile no ingresó al Mercosur, sino que firmó con los cuatro países del bloque una reducción mutua de aranceles, al principio del 30%.


El Mercosur, en cambio, permite a la mayoría de los productos circular  sin pago de aranceles y protege su mercado con un arancel común.


Chile seguirá con su propio arancel externo y  “continuará actuando unilateralmente en los acuerdos comerciales con terceros países” (Financial Times, 25/6).


Incluso, para una gama de bienes, denominados “productos sensibles”, no habrá ninguna baja arancelaria durante 10 años. Entre las mercancías ‘sensibles’, Chile colocó al trigo, la harina de trigo, las carnes, el aceite y el arroz, para evitar el perjuicio o la ruina de la oligarquía rural chilena. El Mercosur, recíprocamente, protegió a las manzanas, a las peras y a algunos productos textiles, etc. Los automóviles gozarán de un régimen especial.


No obstante todo esto, el acuerdo ha desatado resistencias, incluso en el congreso chileno, por lo que no se descarta una reapertura de las negociaciones (El Cronista, 27/6).


También la Unión Industrial se quejó de que  “algunos sectores alimenticios, como el de la harina y el aceite se vieron perjudicados en las reglas de juego”, debido “al apuro de Cancillería por concretar la asociación” (La Nación, 27/6).


La mano del imperialismo


La viga del acuerdo consiste en asegurar la estabilización de los grandes negocios energéticos con Chile, como el oleoducto que transporta el petróleo argentino a ese país, o el gasoducto que dentro de poco abastecerá de gas natural a Santiago de Chile, y los financieros, como los de las AFJP en las bolsas del Mercosur. Justamente, un personero del grupo Bridas saludó el tratado porque “Chile es un gran demandante de energía”.


El objetivo estratégico es acentuar la presión a la baja de los salarios y a la mayor explotación laboral. En Chile, los salarios rondan los 200 dólares y la legislación social está completamente desmantelada. Las patronales no aportan jubilación ni salud ni salario familiar y el miserable salario tiene un 20% de descuento para las AFJP y la medicina. Al abrir la importación se concentra la producción en el país con costos salariales más reducidos y desnivela los salarios hacia abajo en toda la región. Esto incrementará el beneficio capitalista: “En general, las cadenas de comercialización son de caracter oligopólico (pocos abastecedores) y por lo tanto no existe ninguna garantía de que los menores costos de importación se trasladen a los consumidores” (Ambito, 26/6/96).


La clase trabajadora de los cinco países tiene que tener un planteamiento común frente a esta política:


* Un mismo salario mínimo, equivalente al costo de la canasta familiar, en Argentina de $1.200.


* Aportes patronales a la jubilación, salud, desempleo, salario familiar, administrados en Cajas del Estado bajo control de los trabajadores.


* La lucha contra la desocupación, por medio de la reducción de la jornada de trabajo a 6 horas, para crear un cuarto turno.


* La sustitución completa de los impuestos al consumo por impuestos progresivos al gran capital.


* Por un plan económico bajo la dirección de la clase obrera.