China: apertura economica y revolucion social

El Congreso norteamericano aprobó la semana pasada el acuerdo comercial y de inversiones que Clinton había firmado a fin de 1999 con la burocracia china. El pasado 20 de mayo la Unión Europea y China habían suscripto un acuerdo, similar al firmado por EE.UU., que despeja el camino hacia la entrada de China en la Organización Mundial del Comercio antes de fin de año.


Este conjunto de acuerdos con las distintas potencias capitalistas abre las puertas a la completa colonización de la economía china. Se reducen los aranceles para los productos extranjeros y se abren a la penetración imperialista ramas tan vitales como petróleo, telecomunicaciones, textiles, autos, bancos y compañías de seguros.


Pero los intereses imperialistas no son homogéneos, de manera que el ingreso de China a la OMC tendrá lugar en medio de la mayor crisis de la llamada globalización, una de cuyas expresiones fue precisamente el fracaso de la última reunión de la OMC en Seattle.


La crisis de la OMC tiene como telón de fondo la crisis mundial, que potencia las rivalidades entre EE.UU. y Europa por sus respectivos mercados y los mercados asiáticos y latinoamericanos.


De aquí el temor de que el ingreso de China a la OMC potencie todos esos conflictos. “Muchos funcionarios temen que lejos de galvanizarse con la entrada de China, le resultará más difícil a la OMC recuperar su dirección” (Financial Times, 26/5).


Así, mientras China desmantela el control estatal de su comercio exterior, los pulpos imperialistas apelarán a fuertes subsidios de sus respectivos Estados para conquistarla. Esto abrirá también un nuevo choque con las burguesías menores de Asia y América Latina que pretenden exportar a China. En un editorial, el Financial Times (ídem) plantea que antes del ingreso de China, habría que “reforzar las instituciones de la OMC”, o sea alcanzar un acuerdo político entre las potencias imperialistas, al estilo del reparto que se organizó a fines del siglo XIX.


“Si EE.UU. pierde la oportunidad histórica de asociarse económicamente con China, Japón y Europa ocuparán el hueco”, alertó el subsecretario de Comercio norteamericano, Richard Fisher, “después de que se conociera que Bruselas y Pekín habían alcanzado un acuerdo” (El País, 21/5).


La presión de los pulpos norteamericanos sobre el Congreso de su país para ratificar el acuerdo ha sido impresionante. “Hacía tiempo que Washington no conocía una acción de lobby o presión tan intensa y tan variada. Grandes empresas como la automovilística General Motors, la telefónica AT&T, la aeronáutica Boeing o la informática IBM difunden en los diarios y en la televisión anuncios en los que piden al Capitolio que se apruebe la ley de normalización permanente de las relaciones comerciales con China (PNTR)”, comentaba el diario español El País el pasado 21 de mayo. “Para el mundo de los negocios, esta es la más importante votación en décadas”, declaró Thomas Donahue, presidente de la Cámara de Comercio de EE.UU., que agrupa a 200.000 compañías.


Lo mismo opinan los pulpos europeos y japoneses. “Para las compañías europeas como Ahold, Carrefour e Ikea el potencial del mercado chino puede ser crucial para sus ingresos” (Financial Times, 20/5). El diario financiero londinense destaca, por ejemplo, “la promesa china de darles siete licencias a compañías europeas de seguros de vida y otros”.


Consecuencias


La desestabilización social y económica que se abrirá en China como consecuencia de la “apertura” es el otro gran factor de crisis.


Aunque el imperialismo mundial presenta estos acuerdos como el ingreso de China a la modernidad, sus voceros no pueden dejar de mencionar que “el nuevo entorno creado por la OMC (reducción de aranceles, reestructuraciones, promoción del sector privado) desestabilizará áreas enteras de la industria, como la siderurgia, la mecánica y la automotriz.


“Las reestructuraciones industriales han llevado al paro a 30 millones de asalariados, es decir al 30% de la mano de obra urbana. Esta cifra tendrá que incrementarse. Es previsible que las grandes regiones industriales del noreste y el centro, ya afectadas por movimientos de protesta, sigan siendo presas de la agitación. También puede haber tensiones en el sector de la agricultura, donde los costos son superiores en un 30% a la media internacional. La llegada de productos baratos de Estados Unidos o Europa perjudicará enormemente a un medio rural que concentra a tres cuartas partes de la población del país. Y producirá nuevas migraciones hacia las ciudades” (El País, 21/5).


“Algunas industrias aparecen particularmente vulnerables: siderurgia, vehículos, metales no ferrosos, maquinarias, cemento, material de construcción y agricultura. China tiene más de 100 millones de personas desempleadas estacionalmente en las áreas rurales y unos 16/18 de desocupados en las ciudades” (Financial Times, 26/5).


Aunque se sostiene que con estos acuerdos China recibirá un caudal de inversiones, lo que mueve al imperialismo es la necesidad de vaciar en China sus excedentes de producción. “Incluso después de que China ingrese a la OMC y los aranceles de los autos empiecen a caer, las ventas de autos importados van a inundar el mercado local… Siete años después del ingreso en la OMC, se estima que cerca de 500.000 obreros automotrices serán redundantes, según cálculos oficiales” (Financial Times, 30/5).


Con este horizonte de crisis social y económica, antes de reconquistar China, el imperialismo y la burocracia china tendrán ante sí un reguero de alzamientos, ocupaciones, paros y huelgas que irán marcando el ritmo de la crisis política y el destino de esta intentona imperialista semicolonial.