China devalúa el yuan y asoma la guerra de monedas

La devaluación del yuan ha puesto en alerta a los mercados del mundo entero. Cayeron las principales bolsas del planeta, con Nueva York a la cabeza. Las monedas del resto de los países llamados emergentes también se desplomaron. Estamos ante las derivaciones de una guerra comercial que cada vez más conduce a una confrontación monetaria, lo que amenaza con un dislocamiento de la economía mundial y una nueva recesión global.


El pánico se apoderó de los mercados internacionales cuando la moneda china superó los 7 yuanes por dólar, algo que no sucedía desde mayo de 2008. Si bien fue el cruce de esa berrera lo que encendió las alarmas, lo cierto es que en los últimos tres meses la moneda china se devaluó cerca de un 10% frente a la divisa norteamericana.


De la guerra comercial a la guerra monetaria


La devaluación del yuan es una reacción a las presiones que el imperialismo yanqui viene desplegando en su guerra comercial con China. El gobierno del gigante asiático niega una política deliberada de depreciación del yuan, y afirma que se trata de la reacción del mercado ante las imposiciones arancelarias que Trump decretó la semana pasada, que gravan nuevos productos por el orden de los 300.000 millones de dólares. La medida del magnate norteamericano entraría en vigencia el 1 de septiembre, y fue dispuesta como un mecanismo de extorsión en las vísperas de retomar la negociación entre ambos estados.


La devaluación del yuan implica un contragolpe, ya que mejoraría la posición de China como exportadora, al abaratar sus costos internos medidos en dólares. En parte contrapesa la reciente baja de las tasas de interés ejecutada por la Reserva Federal de Estados Unidos, que implicaba adaptarse a la política de ofensiva del gobierno de Trump. Esa baja de tasas, del 0,25%, había sido cuestionada por el presidente por insuficiente. Ahora, con la sangre en el ojo, Trump no solo salió al cruce del país asiático, denunciando una “manipulación de la divisa”, sino que aprovechó el mismo twit para apuntar “¿Estás escuchando, Reserva Federal?”.


La furia del hombre de la Casa Blanca tiene fundamentos. Según la agencia Bloomberg, el gobierno chino ha pedido a sus empresas estatales que suspendan las compras de productos agrícolas estadounidenses, y las importaciones chinas de soja estadounidense cayeron al mínimo desde al menos 2004. Esto sucede cuando uno de los cuestionamientos de Trump para volver a la carga con nuevos aranceles es justamente que nunca se materializaron las grandes compras agrícolas a que, según él, se comprometió Xi Jinping cuando se reunieron en Osaka durante la cumbre del G-20, donde acordaron una tregua precaria que nunca llegó a ver la luz. Desde que asumió el mandatario norteamericano, la inversión china en EEUU se desplomó un 88% (El Cronista, 30/7).


Con Trump presionando a la FED para recoger el guante con una nueva reducción de tasas, mientras el Banco Central Europeo anuncia tasas por debajo de 0%, se va configurando el escenario de una guerra de monedas, con una carrera de devaluaciones de final incierto.



El ocaso de la locomotora china


La devaluación del yuan, de todas formas, no solo responde a la escalada de tensiones propias de la guerra comercial, con la que el imperialismo yanqui intenta forzar una mayor apertura comercial y culminar la restauración capitalista en China. Al mismo tiempo, obedece a la ralentización de la economía en el gigante asiático.


La Oficina Nacional de Estadística anunció un crecimiento del 6,2% para el segundo semestre, la tasa más baja desde que comenzó el registro en 1992 (El País, 16/7). Muy lejos quedaron las famosas “tasas chinas” de una década atrás, cuando el crecimiento superaba el 10% anual. Esta devaluación llega luego de que el gobierno de Xi Jinping intentara contrarrestar la situación por otras vías, como la relajación de la política monetaria del Banco Central, estímulos fiscales para las empresas y mega inversiones en infraestructura. Ahora, si bien el gobierno argumenta que no empujó la depreciación del yuan, lo cierto es que a diferencia del pasado no intervino para evitarla.


Con una moneda más barata, China queda en mejores condiciones para la exportación de sus mercancías, en momentos en que el imperialismo yanqui busca presionar para desmantelar parte del enorme complejo industrial chino, y restringir su desarrollo tecnológico (como sucede con Huawei). Ante una monumental crisis de sobreproducción a nivel mundial, emerge para la burguesía la necesidad de eliminar capital sobrante, y quién paga las consecuencias de ello es uno de los aspectos centrales de la confrontación internacional en curso.


Pero la devaluación del yuan puede volverse en contra como un bumerang. El efecto inflacionario de la medida podría hacer caer más el consumo, en un momento de desaceleración económica. Por otro lado, aumenta la deuda medida en dólares, tanto de las empresas chinas como del Estado, cuyo endeudamiento representa el 300% del PBI.


En los últimos años asistimos, sin lugar a dudas, al fin de lo que se denominó la “locomotora china”, que simbolizaba el empuje del crecimiento chino como factor de impulso de la economía internacional. Hace tiempo que China se ha convertido en un factor de agravamiento de la crisis mundial. A la par de la ralentización oriental, crece el temor a una recesión global. La guerra comercial agrava este cuadro y exacerba todas sus contradicciones.


Argentina, el eslabón débil de la cadena


Casi todas las monedas latinoamericanas han sufrido los efectos, ocasionando una devaluación en serie. Argentina está entre los más afectados, sufriendo un nuevo salto en la cotización de la divisa justo cuando el gobierno está rifando los recursos del BCRA para contener al dólar. Ese impacto obedece a varias cuestiones, no solo a la mayor exposición de las finanzas argentinas a los vaivenes del mercado internacional. China es el segundo socio comercial de Argentina, después de Brasil, y un abaratamiento de su moneda puede impactar negativamente sobre la cotización y la demanda de la soja. A ello debe agregarse que parte de las reservas del BCRA está en yuanes, por el swap con China que suma 130.000 millones. La tan proclamada apertura comercial argentina, que el gobierno de Macri exhibe como una conquista, simplemente implica una total y completa deriva del país en las turbulentas aguas de la guerra económica internacional.