Cleto Cobos en Italia

La largamente anunciada ruptura entre Berlusconi y Gianfranco Fini, el presidente de la Cámara de Diputados, finalmente se hizo pública frente a las cámaras de televisión, en el marco de una asamblea de la dirección del “Partido de la Libertad”, la formación política que constituyeron ambos hace menos de dos años. Luego de que Fini cuestionara largamente todo el programa de gobierno de Berlusconi, el primer ministro le planteó que si pretende criticar al gobierno, debe renunciar a su cargo de presidente del Parlamento. ¡Italia ya tiene su Cleto Cobos!

La ruptura, que viene procesándose desde hace varios meses (ver PO Nº 1.102, 1/10/09) se aceleró como consecuencia de los resultados electorales del pasado marzo, que registraron un gran avance de la Liga del Norte –que integra la coalición de gobierno en forma independiente. La Liga, un partido de la pequeña burguesía del norte, se ha extendido al centro del país e incluso a una parte del sur. Se ha convertido, de este modo, en la candidata a la sucesión de Berlusconi –una aspiración que acaricia Fini y que lo llevó a disolver su agrupación, Alianza Nacional, en el partido del primer ministro. El programa de la Liga, el ajuste del presupuesto nacional y el desarrollo de un federalismo fiscal, la enfrenta a la gran burguesía italiana y es el principal punto de choque con Fini (la Liga Norte llegó en el pasado a ganarle a la Fiat la dirección de la Confindustria). Esta circunstancia explica que el centroizquierda se haya desplazado al apoyo de quien fuera el dirigente del fascismo peninsular. Después de las elecciones, Bossi y sus aliados se han lanzado a meter a su gente en los directorios de los principales bancos del norte del país, por medio de las Fundaciones del Estado con participación en ellos, incluso con el propósito de controlarlos, lo cual choca con los intereses internacionales de la banca italiana. En la mira hay varios bancos, pero se destaca el número dos del país –Intesa-San Paolo. La internacionalización de Fiat –que ha ingresado al capital de Chrysler y procura relocalizar su producción en éste– plantea una racionalización que amenaza a la industria subsidiaria del auto en Italia. No por casualidad “Luca de Montezemolo acaba de renunciar como presidente de la Fiat” para impulsar una “vasta alianza que comprendería a Fini, al católico ex democristiano Pierfernando Casini y hasta a grupos del centroizquierda” (Clarín, 23/4).

Berlusconi, que en este marco representa un puente político entre el gran capital y la pequeña burguesía lombarda-piamontesa-veneciana, está buscando una reforma constitucional presidencialista, que lo convierta en un Bonaparte itálico. Es, justamente, lo que viene a bloquear Fini en función de la oposición del gran capital a los norteños. La interminable crisis del centroizquierda ha llevado el problema de la construcción de un “post-berlusconismo” al propio campo de la coalición de derecha. Para citar una metáfora de Ambito Financiero (23/4), que especula con la posibilidad de que “Fini lance un partido de centro al estilo del Kadima israelí”, Berlusconi sería una especie de Netanihayu, que gobierna aliado a los colonos expansionistas, que serían el equivalente a la Liga de Bossi.

Cuando no pasaron todavía dos meses de las elecciones regionales, la mayoría de los analistas consideran la posibilidad de un adelantamiento electoral como la hipótesis más probable. Esto resume la gravedad de la crisis política, que se desenvuelve en el marco del derrumbe financiero en Europa.