Internacionales
10/10/1996|514
Colombia: la independencia de América Latina en juego
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En Colombia, el levantamiento campesino y popular, y la guerrilla “está fuera de control” del gobierno y el ejército (La Nación, 21/9).
La coordinadora guerrillera “realizó una ofensiva sin precedentes en todos los departamentos de la geografía colombiana… La guerrilla demostró tener una capacidad de organización y de movilización de masas inédita en una sociedad rural abandonada a la suerte por el Estado… Es inocultable, entonces, el apoyo popular que la guerrilla tiene en esas zonas, donde es reconocida por los campesinos como autoridad legítima. Desde mucho tiempo atrás ejerce allí el monopolio de la fuerza, de la justicia y del tributo, y ahora conformó una red de juntas de acción comunal y de organizaciones campesinas por medio de las cuales controla a la población en forma absoluta” (La Nación, 24/9).
Según El Tiempo de Bogotá (23/9), el conflicto actual en el campo trasciende “el conflicto entre el latifundio tradicional y el narcolatifundio frente al millón de familias sin tierras”, porque está afectando a la zona del “minifundio, que mantiene en el estancamiento total a (otras) familias”. Según un estudio oficial citado por El Tiempo, “la presencia de estos grupos armados aumentó —su influencia sólo en estas áreas— de(l) 12 por ciento en 1985 a(l) 50 por ciento” (ídem).
Esta movilización revolucionaria se desenvuelve en un cuadro de derrumbe político del régimen de la ‘narcodemocracia’. La ‘clase política’ se encuentra dividida “en dos bandos” (Brecha,20/9). La última expresión de esta crisis ha sido el ‘hallazgo’ de casi 4 kilogramos de heroína en el avión que debía trasladar a Samper a la asamblea de las Naciones Unidas (ONU). Según “versiones”, habría sido colocada por “agentes encubiertos de los Estados Unidos” (La Nación, 23/9)
La situación insurreccional en vastas zonas del país, incluidos los suburbios de Bogotá, es lo que explica entonces, la ‘aparente’ convergencia que están buscando en las últimas jornadas los principales capitalistas del país y los yanquis. La Iglesia colombiana, a través del arzobispo de la capital llamó a “prepararse para afrontar una guerra contra el marxismo”. El corresponsal de La Nación informa que en “este cuadro dramático… los diez conglomerados económicos más importantes del país le ofrecieron a Samper (apoyo) ‘en todas las medidas que adopte contra la guerrilla’… ” (ídem, 21/9). En reemplazo de De la Calle, como vice-presidente, fue designado “por aclamación en el Congreso” Carlos Lemos Simmonds, con respaldo liberal-conservador y con “agrado de Estados Unidos” (Brecha, 20/9). Lemos es “el enemigo histórico e irreconciliable de la izquierda … el arquetipo del político derechista de mano dura” (La Nación, 20/9). Clinton declaró en la asamblea de la ONU que “autorizará la entrega de 112 millones de dólares en equipos militares a Colombia, México y otros países de América latina…” (La Nación, 26/9), horas después que el embajador en Bogotá hubiera condicionado cualquier ‘apoyo militar’ a la ‘apertura de los mercados’. Pero Lemos Simmons también podría ser “el estadista ideal para un reemplazo poco traumático en caso de que el mandatario se vea obligado a renunciar” (La Nación, 21/9).
Frente a la insurgencia campesina y guerrillera, el gobierno movilizó a las FF. AA., con acuerdo de la ‘oposición’, -y-anunció un programa para llamar a los reservistas. La política de la Coordinadora Simón Bolívar, por su parte, que hasta agosto pasado había intentado una ‘negociación’ con el gobierno, buscaría “forzar (a Samper)… a adoptar cambios políticos y económicos … (y a cambiar) la política neoliberal…” (Newsweek, 18/9).
Es claro que en Colombia está en juego mucho más que la erradicación de los cultivos de coca o amapola, o el derecho a la extradición reclamada por los yankis para juzgar a los jefes ‘narcos’. En todo caso “durante el mandato de Bill Clinton el consumo de droga se ha duplicado en los Estados Unidos, a pesar de los 576 extraditados legales que su gobierno recibió del mundo entero. Hoy, los narcos, o por lo menos su inmensa mayoría, viven donde está su mejor negocio: los Estados Unidos” (La Nación, 24/9).
En Colombia, seguramente, el imperialismo quiere saldar cuentas con un sector de las clases dominantes nativas, en nombre de la ‘cruzada contra el narcotráfico’. No es casual que el embajador yanqui en Colombia reclamara también la “apertura en el campo”. Pero además, busca un control económico y político directo del país, el sometimiento y la confiscación de los campesinos y la militarización del Estado.