Colombia: Un poco de tiempo para las “buenas intenciones”

A pesar de la espectacularidad con que fue anunciado, el encuentro entre Marulanda, el jefe de las Farc, y el presidente de Colombia, Pastrana, no produjo otra cosa que “una declaración de buenas intenciones” (Le Monde, 11/2). El párrafo que le dedica al asunto de los paramilitares es en este sentido muy claro, pues crea “una comisión de personalidades para formular recomendaciones que pongan fin al paramilitarismo”. Pero el paramilitarismo es una creación de los grandes capitalistas y narcotraficantes colombianos y de las f uerzas de seguridad de Colombia, que no será eliminada sin la liquidación de su fuente. Los paramilitares han progresado enormemente y cuentan ya con ocho mil mercenarios en actividad.


Hubo un acuerdo también para involucrar a la llamada “comunidad internacional” en el mencionado “proceso de paz”, lo cual para Le Monde es “la gran novedad de la reunión”, ya que dice que hasta ahora las Farc eran reticentes a esta intervención. Aunque, según opina el diario francés, “la Unión Europea se ha delimitado vivame nte de la solución militar promovida por Estados Unidos”, es claro que la UE depende demasiado del imperialismo yanqui como para llevar esta desmarcación a una práctica efectiva. Como ocurriera en ocasión de las negociaciones de paz sobre Nicaragua, años atrás, las burguesías del planeta acaban actuando como “relais” de los yanquis. Pastrana, por su parte, fue a la reunión defendiendo su política de reforzamiento de la intervención militar norteamericana.


La perspectiva de un cese del fuego entre la guerrilla y el ejército no compromete, por lo tanto, a la intervención yanqui, cuya acción de fumigación de cultivos no conocerá ninguna tregua. Mientras tanto, llueven las denuncias de que la fumigación está destruyendo toda clase de cultivos, incluso los destinados a la alimentación, y arruinando y desplazando a los campesinos.


El corresponsal del semanario frentamplista Brecha (16/2), de Montevideo, asegura que la reunión resultó conveniente para las Farc porque “en estos tres meses no obtuvieron ninguna victoria militar significativa” y porque “necesitan tiempo para preparar algún golpe contundente contra los paramilitares o las fuerzas armadas”. Si esta caracterización de la situación fuera correcta, resultaría que la situación de las Farc no sería mejor hoy de lo que era antes del inicio del “proceso de paz”. El corresponsal no menciona que también en ese intervalo el gobierno norteamericano montó el dispositivo militar y diplomático del Plan Colombia.


La situación colombiana, por otra parte, se juega también en el ámbito del Caribe y América del Sur. El chavismo venezolano también se encuentra en los últimos meses en retroceso y, aún después de la última rebelión indígena, la posición pro yanqui en Ecuador se ha estabilizado. La posición de las cancillerías de la región está condicionada igualmente a la presión de la nueva administración Bush para imponer una mayor apertura de fronteras comerciales.


Las “negociaciones de paz”, concebidas como un proyecto de “cambio de estructuras” con el recurso a la presión armada, nunca tuvieron el menor atisbo de futuro y se encuentran hoy más atascadas que en cualquier otro momento. En un país donde los conflictos más violentos parecen manifestarse en el campo pero donde el peso de la población urbana es abrumador, lo que será decisivo es la organización y la movilización revolucionaria en las ciudades. Pero las “negociaciones de paz” llevan como sobreentendido que el conflicto no deberá superar sus limitaciones actuales.