Con la semana de 35 horas, más explotación

Conforme avanzan en Francia las negociaciones en las distintas ramas industriales para adaptar los convenios colectivos a la ley de 35 horas, resulta cada vez más claro que las patronales la están utilizando para aumentar sistemáticamente la explotación de sus trabajadores.


El principal recurso a que echan mano es el cálculo anual del tiempo de trabajo. Esta ‘anualización’ ya ha sido implementada en el acuerdo de la industria metalúrgica (ver Prensa Obrera, N° 598) y en el del azúcar. El acuerdo azucarero establece un tiempo de trabajo anual de 1.645 horas (equivalente a 47 semanas de 35 horas), pero autoriza la variación de la duración efectiva del tiempo de trabajo semanal, a lo largo del año, entre las 21 y las 46 horas, de acuerdo con las necesidades de la patronal. Con la aplicación de esta jornada semanal ‘flexible’, las patronales azucareras se evitarán pagar horas extras en los períodos de mayor actividad. Incluso, como lo hace notar el vicepresidente de la cámara patronal, el alargamiento efectivo de la jornada en los períodos de mayor actividad les permitirá prescindir de los trabajadores temporarios. Al mismo tiempo, el acuerdo establece que el aumento de los salarios está contenido ¡en la reducción de la semana laboral!


Las patronales de la construcción pretenden imponer un convenio todavía más salvaje: que la duración semanal efectiva del tiempo de trabajo pueda variar entre 0 y 48 horas y que se reimplante la semana de 6 días (en la actualidad, los obreros de la construcción gozan de un mínimo de dos días consecutivos de descanso). Así, esperan ahorrarse, además del pago de horas extras, el pago mínimo garantizado en los días que los obreros no pueden trabajar por razones climáticas.


Un memorándum interno del pulpo Michelin, el mayor productor mundial de neumáticos, da cuenta de la estrategia con que las grandes patronales planean su ‘adaptación’ a las 35 horas. Para las patronales, está “fuera de posibilidad la reducción del tiempo efectivo de trabajo sin reducción de salarios”, por lo cual computarían en la reducción horaria lo que denominan “la reserva de tiempo libre”: las pausas en la producción, los feriados y los períodos en que las líneas de producción trabajan a un ritmo menor.


Lejos de la demagogia de la izquierda oficial, en lugar de reducir el trabajo efectivo y de aumentar el empleo, la ley de las 35 horas está dando pie a una flexibilización en gran escala de la clase obrera francesa.