Convulsión política en las barbas de Trump

En vísperas de las elecciones presidenciales

Ya nadie discute el triunfo de López Obrador en las elecciones presidenciales del 2 de julio próximo, sino cual será la magnitud de la victoria. De acuerdo a los sondeos, Andrés Manuel López Obrador cosecharía el 50% de los votos y lleva una distancia de más de 20 puntos a Ricardo Anaya y José Antonio Meade, los candidatos del PRI y el PAN, los partidos de México que vienen alternándose en la conducción del país.


La posible consagración de López Obrador ha desatado un torbellino político. The Economist compara su triunfo electoral “con la elección de Donald Trump en Estados Unidos, el Brexit y el giro de Italia hacia el populismo”. Otros medios internacionales advierten sobre “un giro populista y nacionalista”.


López Obrador plantea una reorientación de la política energética. Ha prometido recortar la exportación de petróleo, buena parte de la cual tiene a Estados Unidos como destino y, en cambio, dedicar unos 6.000 millones de dólares a la construcción de dos refinerías que procesarían el crudo para el consumo doméstico. Eso reduciría también las exportaciones de nafta desde Estados Unidos hacia México.


Su principal asesora energética se pronuncia a favor de congelar las licitaciones o subastas públicas futuras para perforación en aguas profundas y de revisar los contratos ya existentes con petroleras internacionales. Ha denunciado la política de entrega de las reservas petroleras de los gobiernos anteriores, llamando a terminar con “el saqueo” de México. Una reforma promulgada en 2014 por el actual gobierno abrió la industria de modo que empresas extranjeras ahora pueden invertir en la exploración, perforación, construcción de ductos e incluso tener sus propias estaciones de servicio en colaboración con la estatal Petróleos Mexicanos, Pemex. Esa decisión permitió que compañías como Exxon Mobil invirtieran miles de millones de dólares en el desarrollo de campos petrolíferos alejados de las costas.


En la misma línea, el plan de AMLO incluiría la disminución del precio de la electricidad y la gasolina, buscando reducir la dependencia mexicana de importaciones de gas natural desde Estados Unidos con inversiones en energía hidroeléctrica. AMLO ha denunciado también a la patria contratista, por sus beneficios espurios como resultado de los sobreprecios y el manejo corrupto de los contratos con el Estado. López Obrador ha prometido una diversificación y ampliación de la producción agrícola, para evitar la dependencia de México del exterior.


El viraje y sus razones


Este giro político es inseparable de la crisis de la integración económica con Estados Unidos. El Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TCLCAN) que congrega a Canadá, México y Estados Unidos está al borde del colapso. La Casa Blanca amenaza con alejarse del mismo, negociar tratados por separado y reemplazarlo por un acuerdo que se renueve cada cinco años, imponiendo límites a los componentes extranjeros en los productos manufacturados mexicanos. De ese modo, quiere eliminar cualquier superávit comercial que México tenga con Estados Unidos. Estos planteos han ido de la mano del aumento de los aranceles en el acero y el aluminio a sus dos socios comerciales del TCLAN. En México, las consecuencias se harán sentir en acerías de varios estados. Esto se une a la feroz campaña de Trump contra los migrantes mexicanos, que ha pegado estos últimos días un nuevo salto.


La escalada norteamericana ha puesto en tela de juicio la política neoliberal que venía funcionando en las últimas décadas y que tiene en el gobierno de Enrique Peña Nieto a uno de sus abanderados. El actual presidente se vio forzado a imponer aranceles a 71 productos que México importa de Estados Unidos. Un sector de la burguesía, empezando por la poderosa Cámara nacional de acero y hierro, ha fogoneado estas represalias.


De ser exhibida como la llave para el despegue y florecimiento para México, la asociación con Washington, ha terminado agravando todos los desequilibrios económicos del país azteca.


Más aún, puede transformarse en un cataclismo. Más de las tres cuartas partes de los $400 mil millones en exportaciones de México van a los Estados Unidos, de los cuales aproximadamente la mitad están cubiertos por el TLCAN. Se estima que si termina el Tratado, el producto interno bruto retrocedería y México entraría en recesión el año próximo. Poner fin al TLCAN podría hacer que las fábricas se cierren y se trasladen a otros países, como lo hizo Ford el año pasado. Esto es lo que explica la depreciación que viene sufriendo el peso mexicano y la caída de la bolsa.


En nombre de estabilizar la economía norteamericana, la política de Trump está provocando una desestabilización política y económica del planeta, incluida la de sus socios más cercanos. Pero la guerra comercial lanzada por la Casa Blanca oficia como un bumerán, como lo revela este cimbronazo político en su frontera del sur. Ya han empezado a encenderse las luces de alarma, en especial, de los gigantes energéticos, que ven con preocupación el perjuicio que podría acarrearles a la producción gasífera y petrolera, una fractura comercial con el país vecino.


Crisis de régimen


El nacionalismo ofensivo de Trump alimenta las tendencias nacionalistas defensivas en México, y con ellas, la candidatura de López Obrador. Pero este ascenso se potencia por causas internas: en primer lugar, la brutal descomposición del Estado mexicano, de su régimen político y sus partidos .México se ha transformado en un narco estado, y la corrupción corroe todas sus instituciones. Altos funcionarios y políticos pertenecientes a los partidos tradicionales (PRI, PAN) están salpicados por denuncias de todo tipo, incluido el tráfico de influencias en la obra pública. López Obrador ha hecho campaña, precisamente, contra la “mafia del poder”.


Esta putrefacción fue acentuando el abismo que separa al pueblo de los partidos del régimen. Las tímidas respuestas por parte del gobierno y de los opositores frente al nuevo atropello de Trump, separando a las familias de los migrantes, ha amplificado aún más esa brecha.


En octubre y noviembre de 2014, cientos de miles recorrían las calles del país al grito de “¡Fue el Estado!”, exigiendo la aparición con vida de los 43 estudiantes desaparecidos de Ayotzinapa.En esas movilizaciones históricas, el dedo acusador se dirigió contra el PRI, el PAN y el PRD, señalados como arquitectos y responsables de ese estado mafioso. En 2016, tuvo lugar la imponente huelga movilización y cortes del magisterio contra la reforma educativa, que fue reprimida salvajemente por el gobierno responsable de otra triste masacre, la de Nochixtlán.


El descontento volvió a aflorar a principios de 2017 con motivo de la gigantesca reacción popular contra el alza en combustibles, en tarifas eléctricas y en los precios al consumidor. El “gasolinazo” canalizó el enojo popular contra el gobierno de Peña Nieto. Este estallido es coincidente con el ascenso de Trump y tiene una vinculación directa con este hecho. Los precios de los combustibles atados al dólar, fueron subiendo desde que Donald Trump desplegó su campaña electoral contra los migrantes y contra el Tratado de Libre Comercio de las Américas.


López Obrador


La burguesía mexicana, al igual que el capital internacional, ha mirado con recelo la candidatura de López Obrador. Pero al ver el crecimiento irresistible de éste, se han dado como política domesticarlo. En primer lugar, se quiere recortar la magnitud del triunfo, de modo tal que no conquiste mayoría de ambas cámaras y se vea obligado a negociar con la oposición. Pero más allá de ello, la clase capitalista viene ejerciendo una presión sobre el probable ganador. La prensa da cuenta de una aproximación de López Obrador con los capitalistas mexicanos y destacan que se han limado asperezas con miembros del Consejo mexicano de negocios, que reúne a la elite empresaria.


Estas presiones han dado sus frutos. Después de haber afirmado que la construcción del nuevo aeropuerto internacional del Distrito Federal era un “símbolo de desperdicio y corrupción, ahora sostiene que el proyecto es “viable y conveniente” y que se llegó a un acuerdo en la reunión sobre cómo continuar financiándolo. AMLO y sus asesores vienen asegurando en los últimos meses el respeto por el mercado libre, que no nacionalizaría las industrias ni daría marcha atrás con la privatización petrolera ni revisaría los contratos vigentes y dejaría que el peso mexicano fluctúe libremente.


Perspectivas


The Economist señala que la presidencia de AMLO sería un “experimento arriesgado” para México: pero al mismo tiempo admite la necesidad de apelar a él como un intento por encauzar el profundo descontento social que existe.


México ingresa en una transición convulsiva, que pondrá a prueba la capacidad de López Obrador de pilotear la crisis y contener el disconformismo popular. Un fracaso de esta tentativa nacionalista, puede terminar disparando una crisis de poder, donde se abra paso la reacción popular e irrumpa el movimiento obrero como un factor protagónico en la escena nacional.