Costa de Marfil: elecciones fraudulentas y movilizaciones

Según la Comisión Electoral Independiente (CEI), Alassane Ouattara habría obtenido su tercer mandato consecutivo con el 94,3% de los votos en Costa de Marfil, país ubicado en el Africa Occidental.

Sin embargo, los comicios se encuentran completamente cuestionados: se dice que solo participó un 10% de la población (El País, 1/11), varios candidatos fueron proscriptos y el gobierno impulsó la reforma de la Constitución a los meros efectos de posibilitar la re-reelección. El anuncio de Ouattara de una nueva postulación había desatado a fines de agosto un proceso movilizatorio de rechazo, que fue sofocado con más de una decena de muertos en las represiones.

Las principales fuerzas de la oposición boicotearon los comicios. En ese marco, las protestas y barricadas se repitieron durante la jornada electoral, sufriendo una represión policial con un saldo de doce muertos y decenas de heridos (Europa Press, 31/10).

La oposición desconoce los resultados y anunció que establecerá un Consejo Nacional de Transición con el propósito de recomponer las instituciones del Estado y convocar a nuevas elecciones presidenciales (France 24, 16/10). Esta oposición está capitaneada por figuras como los expresidentes Laurent Gbagbo, Henri Bédié y el ex primer ministro Guillaume Soro, dinosaurios de la política marfileña, con denuncias por golpismo, corrupción y defraudación pública.

Ambos bandos disputan el apoyo del imperialismo francés. La oposición aspira al reconocimiento del Consejo de transición, en tanto que Ouattara se reunió con Emmanuel Macron en septiembre para reforzar la “cooperación” entre ambos países.

El interés del imperialismo en el país deriva del hecho de que es uno de los principales productores de cacao del mundo.

Asistimos a un escenario de desestabilización. Cuando se anunció la victoria de Ouattara, la Alta Comisaría de los Refugiados de la ONU informó que unos 3.200 marfileños escaparon en busca de refugio a Liberia, Togo y Ghana (Trt Español, 4/11). Existe el temor a que se recreen las condiciones de una guerra civil como la que sacudió el país en 2010. En ese entonces, en un confuso recuento de votos, el presidente Laurent Gbabgo no reconoció su derrota y fue corrido del cargo por Ouattara y fuerzas militares, que coparon el norte y fueron avanzando hacia el sur. Hubo miles de muertos durante el conflicto. Ahora, se invertirían los roles, puesto que es Gbabgo quien impulsa el derrocamiento de Ouattara.

En este contexto dramático, las masas necesitan abrirse un rumbo político independiente.