Crisis mundial: gobiernos sin cabeza

Silvio Berlusconi volvió a demostrar, en el límite, que “é piu furbo di tutti l’altri” (“es más listo que todos los demás”): decidió renunciar a plazo, luego de que el Parlamento hubiere aprobado el paquete de austeridad que le impuso la Unión Europea -más precisamente Alemania-, algo que llevará varios días, cuando haya pasado el voto del Senado. Luego de eso, pretende designar un sucesor de su propio palo, el ex ministro Alfano, quien en caso de fracasar llamaría a elecciones en abril. El Presidente de Italia, Giorgio Napolitano, sin embargo, pretende imponer la orden de la UE de designar un “gobierno técnico”, que encabezaría un ex funcionario europeo, Mario Monti. En este caso, Italia pasaría de ser un gobierno parlamentario a uno presidencial (Napolitano designó al no electo Monti, senador vitalicio). Cómo se logrará pasar de aquí a nuevas elecciones, ni siquiera entra en el cálculo de los conspiradores, pues una de las consecuencias de este “gobierno técnico” será la desintegración política de la derecha e incluso del centroizquierda. La Liga del Norte, para evitar ese trastorno, se opone al “gobierno técnico” y reclama elecciones, como también lo hacen muchos seguidores de Berlusconi. El “gobierno técnico” podría no pasar el examen parlamentario, en cuyo caso se volvería al punto cero, a nuevas elecciones -en una situación de revuelta popular. El centroizquierda es incapaz de formar un gobierno mínimamente homogéneo.

‘Il Cavalliere’ no ha querido seguir el ritmo que le marcan ‘los mercados’, tampoco el griego Papandreu, puesto que hasta el miércoles 10 todavía no había sido resuelto el nombre de su reemplazante. La sola idea de que un ex vicepresidente del Banco Central Europeo podría asumir el timón de un país amotinado suena delirante. El enviado del Corrière della Sera a Atenas advierte que “(Papandreu) conciente de que las cosas pueden tomar un curso pésimo, incluso desde el punto de vista del orden público, habría decidido destituir a la cúpula de las fuerzas armadas y a un número de altos oficiales para sustituirlos con elementos de su confianza” (3/11). Tanto en uno como en otro caso (Italia y Grecia), habrá que recurrir a fórceps, por decir lo menos, para parir un ‘gobierno de unidad nacional’. “En Atenas -asegura el Corrière-, la gente empieza a reclamar el retorno al dracma”, o sea la ruptura completa con la zona euro y el no pago de la deuda externa. La oposición a Berlusconi, por su lado, aspira a dirigir un ‘gobierno de unión nacional’, el cual supone un gabinete compartido con los berlusconianos y la Liga del Norte. Es difícil encontrar un caso de mayor insensatez intelectual y de mayor cobardía que el que expresa este planteo. Berlusconi sabe muy bien que la ‘austeridad’ que le exigen Merkel y Sarkozy (Merkozy) no tiene la menor posibilidad de resolver (ni de atenuar) la crisis financiera de Italia y que, por lo tanto, su partida es una maniobra de distracción del dúo franco-alemán -un anzuelo para prolongar una agonía que, sin embargo, ya está agotada. La incorporación de todo el sistema político y, en especial, de los sindicatos a la gestión de la bancarrota capitalista y de la explosión social sólo conseguirá agravar la bancarrota y la rebelión popular. Luego de colaborar con la Otan para derrocar a su amigo Gaddafi, quien había puesto el oro de Libia en la industria y los bancos italianos, Berlusconi sigue sus pasos.

La deuda italiana ha tocado los niveles de ‘defol’ que hasta ahora habían quedado reservados a Grecia, Portugal e Irlanda -todos los cuales quedaron sometidos, en consecuencia, a un ‘plan de rescate’ de la UE y el FMI. El Parlamento de Italia deberá sancionar ahora un paquete de rebajas salariales y jubilatorias, así como un paquete de privatizaciones. Todos los observadores coinciden en que esto no lleva a ningún lado. El miércoles 10, las bolsas se derrumbaron en todo el mundo. Las alternativas son tan sencillas como explosivas: 1) que el Banco Central Europeo salga a comprar tanta deuda italiana como sea necesario para reducir la tasa de interés que pagan los italianos; 2) que los alemanes pongan lo que hace falta para crear un Fondo de Rescate de dos billones de euros. La primera opción derribaría la cotización del euro y estatizaría virtualmente el mercado de capitales. La segunda variante es incompatible con el cuadro político europeo de la actualidad, pues sometería a todos los países al ‘diktat’ alemán y forzaría a Alemania a jugar un rol político para el cual no está preparada. Curiosamente, el gobierno alemán está impedido por el Tribunal Constitucional de financiar un Fondo de Rescate, o sea que Merkel debería recurrir a un referendo a la griega si quiere evitar la quiebra de la Unión Europea. Contra la opinión corriente en los círculos oficiales del capitalismo, de ahora en más asistiremos a un florecimiento inusitado de elecciones y referendos, como ya ocurre con las ocupaciones de plazas y barrios por movimientos de indignados -incluso con huelgas parciales como la que acaba de ocurrir en los puertos de Oregón, California. La división de la UE es, por otro lado, mayor que nunca: según un destacado experto italiano: “La Banca de Italia no está logrando alterar el curso de acción de la Autoridad bancaria europea, la cual está favoreciendo en forma escandalosa a los bancos franceses y alemanes, no obstante que éstos están colmados de activos tóxicos y hacen un uso abusivo del apalancamiento (endeudamiento) financiero, como ocurre con colosos como el Deutsche Bank y el BNP-Paribas” (Corrière, 1º/11). Se refiere a la compra de títulos en poder de los bancos por parte del Banco Central Europeo, en detrimento de los italianos. Sea como fuere, un colapso de la deuda italiana o de sus bancos se llevaría puesta a la banca alemana, la cual tiene 200 mil millones de dólares comprometidos con Italia (y a la banca francesa, que tiene el 35% de la deuda italiana, unos 300 mil millones de dólares). A su vez, la crisis italiana vuelve a poner en una posición insostenible a las deudas de Portugal, Irlanda y Grecia, replanteando la necesidad de su salida de la Unión Europea.

La ‘jornada’ del miércoles fue verdaderamente ‘negra’ para la banca norteamericana y no es para menos: el Chase Manhattan, el Bank of America y el Morgan Stanley se encuentran formalmente en quiebra. Matt Taibbi, periodista estrella de la revista Rolling Stones, acaba de denunciar que el Bank of America movió a su balance miles de millones de dólares de contratos derivados (53 mil millones, de acuerdo con MT), incobrables, heredados de la compra de Merril Lynch, para beneficiarse del seguro a los depósitos del gobierno norteamericano.

La descalificación de las llamadas deudas soberanas (del Estado) ha quebrado la última ancla de referencia de valor para el movimiento de capitales, una vez que las monedas han dejado de referenciarse en el oro. Se trata de la ruptura de una relación económica clave en un sistema de mercado. “Esto puede obligar a los bancos centrales (…) -explica Gillian Tett, del Financial Times- a imponer quitas más duras, no ya a las deudas averiadas de Grecia, sino también a los títulos con riesgos potenciales” (3/11), en alusión a la deuda japonesa, que es del 200% del PBI. De otro modo, los bancos centrales no podrían seguir interviniendo en la regulación de la moneda y del crédito mediante la compra de bonos del Estado. La periodista estima que los diez principales bancos privados tienen una descapitalización de dos billones de dólares, como consecuencia de tener en el balance una valuación superior a la del mercado de los activos tóxicos que se encuentran en su poder. La bancarrota capitalista mundial ha llegado a la yugular,  al poner en evidencia una riqueza ficticia de billones de dólares que no puede ser validada en las transacciones económicas. Es la tendencia a la disolución del capitalismo sobre sus propias bases, en pleno desarrollo.

Los ‘rescates’, los ‘estímulos’, las ‘monetizaciones de deuda’ han agotado sus posibilidades de devolver el funcionamiento al sistema capitalista. Eso es lo que expresan las crisis políticas en cascada; en Argentina, la parálisis económica crece cada día, cuando no se han apagado aún los ecos de la victoria electoral del oficialismo. A los regímenes políticos existentes, como a los bloques internacionales, se les plantea una reorganización social y política en gran escala, para la cual no están preparados. Esto plantea una serie de crisis políticas, de envergadura cada vez mayor, que delimite a las fuerzas en disputa en torno de una agenda estratégica. En este proceso tumultuoso debe forjarse la fuerza política de la clase obrera internacional, capaz de producir un desenlace socialista.