Cuba, por el camino de China

VENTA MINORISTA DE AUTOS EN CUBA


Cuba ha sido noticia en las últimas semanas por la crisis venezolana y el desmantelamiento de una nueva conspiración del Departamento de Estado. La Asamblea Nacional votó una ley de inversiones. ¿En qué estado se encuentra la restauración capitalista?

La “nueva ley de regulación de las inversiones extranjeras” autoriza la inversión foránea en prácticamente todos los sectores de la economía (están exceptuados salud, educación, medios de comunicación y fuerzas armadas). Los “incentivos” eximen a los inversores del pago de impuestos sobre ganancias durante ocho años y se elimina el impuesto al uso de mano de obra. Los inversores podrán importar y exportar equipos sin intermediación estatal. Cuba emprende el camino de China, aunque está ausente un acuerdo con Estados Unidos, pero sí con la Unión Europea. Se han establecido zonas francas, donde ya operan los mayores capitales de Brasil.
Desde que, en 2011, se aprobaron las disposiciones que permitieron el despido de miles de empleados públicos, la autorización a la compraventa de inmuebles y autos, entre otras, la desorganización económica, la corruptela y la desigualdad social no han dejado de crecer junto, en especial, a la dualidad monetaria. La “madre de todas las batallas” será, sin duda, la unificación de la moneda, porque supone una devaluación gigantesca de la moneda que determina los salarios y los precios de consumo.

Capital y trabajo

El gobierno adelantó que permitirá la inversión de exiliados cubanos, quienes constituyen una clase capitalista importante, lo cual podría convertirla en la futura ‘burguesía nacional’. Editorialistas del Financial Times y The Economist reclaman a los cuatro vientos el levantamiento del bloqueo con la vista puesta en los sectores agropecuarios, azúcar, energía, níquel, turismo, construcción y farmacéutico.

El gobierno admite que ha puesto en marcha el modelo “chino”, pero no menciona la enorme desvalorización de la fuerza de trabajo de la restauración china. El gran capital pretende la libre contratación de fuerza de trabajo, para apropiarse de una plusvalía extraordinaria, que se potencia por la elevada calificación laboral en numerosos sectores.

Uno de los campos que se privilegian para la inversión extranjera es la arruinada industria azucarera, en la que ya está anotado el pulpo brasilero Odebrecht, interesado, sobre todo en la potencialidad de producir etanol. Otro es la expectativa abierta por la explotación de crudo en aguas profundas. El más anunciado es el de Puerto de Mariel, por el que Brasil ya destinó un financiamiento de 1.000 millones de dólares para su ampliación. Ubicado en un lugar estratégico por su proximidad con el nuevo Canal de Panamá, podría jugar el papel de un “puerto hub” (central de redistribución de la carga), facilitando las actividades económicas con Rusia y China, y hacia la costa atlántica de América Latina (Brasil). Previsto como zona franca, donde las empresas puedan contar con beneficios excepcionales, algunos se apuran en llamarlo el “Hong-Kong” cubano -aunque en la comparación con China, ese lugar está reservado a Miami.

La última palabra

Por ahora la ley es un enunciado. La libertad que se otorga al gran capital no se da a la clase obrera para defenderse de ese capital: libertad de reunión, asamblea y manifestación. El mediador es el Estado burocrático, cuyo interés se ha volcado a la restauración capitalista. Como en China, sin embargo, es inevitable que surjan los sindicatos independientes. La lucha de clases entra en una etapa novedosa en Cuba.


Matías Villar