Cuba, sí


En Cuba se están haciendo ver los síntomas de un gran proceso popular, después de casi medio siglo -cuando los yanquis fueron derrotados en playa Girón. En este caso, América Latina pasaría a tener en Cuba su principal escenario político.


La BBC y Youtube difundieron generosamente una vigorosa interpelación de los estudiantes de la Universidad de Informática al presidente de la Asamblea Nacional, Raúl Alarcón. El video circula ampliamente en Cuba. El estudiante Eliécer Ávila presentó sus posiciones con toda energía, sencillez y claridad, y fue acompañado en más de una oportunidad con aplausos entusiastas. Alarcón respondió como un burócrata fosilizado; al reclamo por el derecho a salir del país respondió que si todos los habitantes del planeta pudieran viajar se congestionarían los espacios aéreos. Alarcón, sin embargo, no ha dejado de viajar incesantemente durante cuarenta años. Los medios imperialistas se apresuraron a informar que Eliécer había sido detenido; sólo era una noticia falsa e interesada: luego de su intervención el joven no podría ser sancionado sin suscitar una movilización popular.


Pero Eliécer no inventó la pólvora: se limitó a recoger una posta. En las recientes elecciones, con plancha única, el 20 de enero pasado, "varios secretarios generales (del partido comunista) encabeza(ro)n la lista de los menos votados en sus territorios" (El País, 1/2). O sea que el repudio a la burocracia y al régimen de cercenamiento de las libertades ciudadanas ya ha tenido una expresión masiva. Antes de esto, en una asamblea informativa con los trabajadores de ACOREC, "una empresa estatal que contrata personal cubano a compañías extranjeras", uno de los empleados reclamó, seguido por el aplauso de sus compañeros, "que el Estado les pague en divisas", como le cobra a las compañías extranjeras, y "no en pesos cubanos". Lo mismo reclamó Eliécer hace diez días, añadiendo que el poder adquisitivo de la moneda-salario es una veinticincoava parte de los precios dolarizados. Una burocracia que cobra en dólares a los capitalistas extranjeros y paga en pesos desvalorizados a los trabajadores está procediendo, en su función intermediaria, a una confiscación sin atenuantes de los trabajadores, que comparte con los pulpos foráneos. En otra línea, los cantautores Pablo Milanés y Silvio Rodríguez han reclamado mayores libertades en los últimos meses. El universitario Eliécer Ávila no se limitó a reclamar el derecho de entrada y salida del país: denunció que el pueblo ignoraba el carácter y las propuestas de los que ejercían su representación política y que era obligado a votar por desconocidos, o sea que los representantes eran designados a dedo por una burocracia que se encuentra por encima de cualquier control. El punto culminante del planteo fue cuando señaló expresamente al Consejo de Estado por no informar al pueblo acerca de sus proyectos estratégicos, por lo tanto de no discutirlos con las masas, lo cual convierte a las acciones del Estado en un proceso anárquico que maneja con exclusividad una minoría descontrolada, que tampoco rinde cuenta de su cumplimiento. No es de ahora que se hacen estas denuncias, ni mucho menos; lo que está ocurriendo es que son articuladas y responden a movimientos colectivos.


¿Por qué ahora? Porque Cuba ha conocido en los tres últimos años una importante recuperación de la economía y ha sido beneficiada por inversiones extranjeras, en particular de Venezuela, China, Rusia y, como siempre, España. El reanimamiento de la economía no solamente echa más luz sobre las injusticias y desigualdades, también hace vislumbrar a los trabajadores un abanico de posibilidades sociales que estaban soterradas durante la escasez extrema del llamado ‘período especial'. La sistemática acción despolitizadora del régimen se encuentra agotada; las nuevas generaciones no recogen las consignas desgastadas. Aunque parezca contradictorio, la emergencia del proceso nacional venezolano o incluso boliviano ha tenido un efecto revulsivo sobre Cuba, porque ha mostrado procesos antiimperialistas donde se combinan los reclamos sociales con la movilización de las masas, y por sobre todo por una implacable actitud crítica hacia las direcciones políticas. Por eso Stalin combatía los procesos revolucionarios fuera de Rusia -porque podían tener un carácter ejemplificador para las masas rusas.


No cabe duda de que el cambio en la situación objetiva de Cuba, los cambios en la lucha de América Latina y en el conjunto de la situación internacional, también suscitan debates en los círculos oficiales. La homosexualidad, antes combatida con dureza, ahora es vista como un derecho. En las altas esferas se abre paso la convicción de la necesidad de una transición al capitalismo, que es la única salida para la capa superior de la burocracia. Pero con esa convicción crece el temor ante la reacción popular, en especial dado el marco de luchas populares en América Latina. Abrir las válvulas de la discusión, desde arriba, apunta a producir una diferenciación de intereses en la masa de la población, que permita oponer unos contra otros, y que permita tomar el pulso de la reacción de los trabajadores. En lo inmediato, sin embargo, empieza a progresar la deliberación política.


Si en efecto ha comenzado en Cuba un proceso popular, los principales problemas están hacia delante. Varias de las reivindicaciones democráticas que se están esgrimiendo, en la práctica representan aspiraciones de las capas superiores de la sociedad cubana – como por ejemplo el derecho a salir o entrar del país. Dentro de estos límites puede convertirse en la palabra de orden de un planteo de restauración capitalista. La responsabilidad y la revocación de los funcionarios y legisladores, la paridad de salarios con la burocracia; la libertad de reunión, asamblea y manifestación; la apertura de las cuentas de las empresas privadas internacionales y de las empresas estatales, el control obrero – estas consignas, por el contrario, chocan sin remedio con la burocracia imperante y con las tentativas de restauración del capitalismo.


Si el proceso popular progresa y se fortalece, Cuba volverá a convertirse en la vanguardia de la revolución latinoamericana. Al imperialismo no le hace ninguna gracia que las críticas al proceso cubano dejen de ser el monopolio de una ‘disidencia' que no esconde su vocación capitalista e incluso cipaya y pasen al campo de las amplias masas que trabajan y estudian en la gran isla del Caribe.