De Hobsbawm al Frente Amplio

No hace mucho tiempo, en estas mismas páginas, denunciamos los planteos del historiador británico Eric Hobsbawm a favor de la liberación de Pinochet cuando éste se encontraba detenido en Londres. Hobsbawm, durante años historiador oficial del partido stalinista británico, se ha convertido, desde la caída del Muro de Berlín, en un mentor intelectual del ‘aggiornamiento’comunista y en un guía espiritual de la centroizquierda e izquierda mundiales.


En línea con sus planteos anteriores, Hobsbawm festeja ahora la liberación del genocida chileno: “Ha vencido la justicia”, afirma (La Repubblica, 5/3). No le importa, claro, que Pinochet haya logrado escapar del juicio y refugiarse en Chile, donde, gracias a la ley de fueros presidenciales que acaba de votar el Parlamento (¡y que el gobierno socialista no ha vetado!) tiene la impunidad asegurada.


El viraje derechista de Hobsbawm, que –no hay que olvidarlo–es el arquetipo intelectual del stalinista reconvertido, ha ido muy lejos. Lo prueba su intervención en el debate abierto por el juicio al historiador fascista británico David Irving. En su último libro, Irving negó que hubiera existido un plan premeditado del régimen nazi alemán para exterminar a los judíos y a otros pueblos de ‘razas inferiores’como los gitanos; afirmó que Hitler no había dado la orden del exterminio; que las cámaras habrían sido utilizadas para desinfectar los cadáveres de los muertos por enfermedades, y que el campo de concentración de Austchwitz fue una construcción de los polacos en la posguerra para atraer al turismo. Una historiadora norteamericana, Deborah Lipstadt, lo calificó como “uno de los negadores más peligrosos del Holocausto”y, entonces, Irving le inició un juicio por difamación.


Mientras este juicio se sustanciaba, Hobsbawm pronunció una muy comentada conferencia en la ciudad italiana de Turín. Allí sostuvo que “la argumentación de Irving ha modificado la interpretación histórica del Tercer Reich”(La Repubblica, 31/3), otorgándole “respetabilidad científica”al libelo nazi. Hobsbawm atacó “la excesiva simplificación del libro de Lipstadt”y, a modo de defensa, sostuvo que “Irving no niega que millones de judíos fueron deliberadamente exterminados (…) Sobre todo, se concentra en poner en duda muchas de las ‘ideas establecidas’acerca del Holocausto, que podríamos llamar la retórica pública o la versión hollywoodense del Holocausto, la mayor parte de la cual no proviene de historiadores serios …”(ídem). El centroizquierdista Hobsbawm, que se ha negado a condenar expresamente a Irving y su blanqueo del régimen nazi, ha quedado muy por detrás de los muy conservadores jueces británicos: éstos, al menos, han sentenciado a Irving a pagar una multa multimillonaria.


La base de estos planteos, que repugnan al más simple de los demócratas, es enteramente política: la necesidad del stalinismo de ‘reciclarse’plenamente en el campo del Estado burgués. Para que esta ‘reconversión’vaya a fondo, los ex stalinistas deben mostrar que están dispuestos a conciliar políticamente con aquellos que, también en el cuadro del régimen democrático, plantean las políticas más abiertamente derechistas. Se trata de demostrar que lo que los separa es una diferencia de grado, no de principios.


Hobsbawm defendiendo a Irving y a Pinochet; los comunistas españoles defendiendo a la Otan; los comunistas ‘aggiornados’de Italia atacando las huelgas; Liber Seregni y el Frente Amplio-Encuentro Popular de Uruguay defendiendo la teoría de los “dos demonios”y, en última instancia, la dictadura militar… Todas y cada una son distintas expresiones de un mismo proceso podrido: la integración de los ex stalinistas al Estado.