De la “batalla de Argelia” a las monjas desaparecidas

Hipocresía del gobierno francés (y del argentino)

El primer ministro de Francia, François Fillon, rindió homenaje durante su primer día en la Argentina a las monjas francesas Alice Domon y Leonie Duquet, detenidas-desaparecidas a comienzos de la dictadura militar junto con la fundadora de Madres de Plaza de Mayo, Azucena Villaflor.


La hipocresía del gobierno derechista de Nicolás Sarkozy parece infinita.


Conviene recordar que el entonces agregado militar de Francia en la embajada brasileña, general


Paul Aussaresses, fue, a partir de 1975, uno de los organizadores del Plan Cóndor.


Esa actividad de Aussaresses, y la de uno de sus asistentes, el coronel Roger Trinquier, tenía sus antecedentes a comienzos de los años 60, cuando instructores franceses comenzaron a llegar a la Argentina para entrenar a carniceros locales en prácticas de tortura.


Esos franceses sabían y saben mucho del asunto. Aussaresses es autor del libro "Servicios especiales: Argelia 1955-1957", que constituye una confesión aberrante y truculenta de torturas y crímenes por parte de las fuerzas galas de ocupación. En cuanto a Trinquier, fue el mayor ideólogo de que lo él denominó “guerra sucia”, y ha dicho en sus escritos sobre lucha contrainsurgente que “la tortura es un elemento muy importante en la moderna guerra contrarrevolucionaria”.


Ellos perfeccionaron el empleo de la picana eléctrica —invento del argentino Leopoldo Lugones (h)-, de la tortura sistemática, la guerra psicológica, la desaparición, los ficheros y el análisis de las agendas de los detenidos y los vuelos de la muerte.


El gobierno de Francia estaba perfectamente al tanto del funcionamiento del Plan Cóndor y del papel que los represores franceses cumplían en su organización y en la instrucción de torturadores al servicio de las dictaduras latinoamericanas. Ese conocimiento y esa complicidad quedaron de manifiesto en el despacho del juez parisino Roger Le Loire, mediante dos documentos desclasificados con detalles sobre el papel de la “quinta república” en ese genocidio.


Por supuesto, apenas terminada la hipocresía del homenaje a sus propias víctimas, Fillon se encargó, a la salida misma de la iglesia de la Santa Cruz —donde las religiosas fueron secuestradas- de decir a qué vino en verdad: exigió “perspectivas claras y negociaciones realistas con los acreedores públicos de la Argentina, ante todo con el Club de París” (Clarín, 9/12).


Lo dijo con Jorge Taiana a un lado y Adolfo Pérez Esquivel al otro.