Declaración de la Liga Obrera Socialista (Palestina)


El asesinato de Rafiq Hariri, el antiguo primer ministro del Líbano y representante de la gran burguesía local, produjo una crisis que incrementó la presión del imperialismo norteamericano sobre Siria para que retire sus tropas del Líbano. El asesinato de Hariri fue adjudicado a los sirios por la oposición de Karami, encabezada por los partidos druso y maronita, representantes de las clases privilegiadas, que utilizaron la defensa de los “derechos democráticos” como una excusa para sus planes proimperialistas. Los partidos musulmanes (shiítas y sunitas) –que organizaron la movilización popular dirigida por Hezbollah y otras organizaciones políticas, incluyendo a los refugiados palestinos, con un millón y medio de personas que manifestaron contra los imperialistas norteamericanos y las resoluciones de la ONU–, apoyaron el régimen sirio. Desde el momento en que el asesinato favoreció a los imperialismos norteamericano y europeo y sus colegas sionistas en Medio Oriente, la hipótesis de que Mossad (servicio secreto israelí) o la CIA estuvieran involucrados en el atentado no puede ser descartada.


 


La presencia de las tropas sirias en el Líbano y la influencia siria sobre sus gobiernos desde 1976 fueron el resultado del consentimiento de Estados Unidos e Israel a la entrada del ejército sirio en el Líbano para frenar la guerra civil y controlar a los grupos palestinos envueltos en ella. En aquel entonces, Washington apoyó la entrada del ejército sirio en el Líbano y convenció a Yitzhak Rabin para acordar el paso, que fue diseñado para debilitar a la OLP. Bajo los acuerdos de Taifa (1989), que terminaron la guerra civil libanesa, los gobiernos sirio y libanés alcanzaron un acuerdo sobre las dimensiones de las fuerzas sirias que permanecerían en el valle del Bekaa y su eventual retiro.


 


Con el objetivo de establecer un “orden” en el Líbano, el régimen sirio impuso las medidas más represivas a través de su infame moukhabarat (servicios secretos). Los blancos de la moukhabarat no fueron sólo los refugiados palestinos y sus organizaciones políticas sino también los comunistas libaneses y los sindicalistas de izquierda. A pesar del régimen opresivo, el movimiento de los trabajadores ha estado luchando en los últimos años. Estas luchas culminaron el año pasado en la huelga general contra el aumento de los precios de los combustibles, que resultaron en manifestaciones de trabajadores violentamente reprimidas por el ejército libanés con el amparo de Siria.


 


El propio presidente de Siria, Assad, aceptó la Resolución 1959 de la ONU, que reclama el retiro de las tropas sirias, un proceso que ya ha comenzado. El régimen sirio fue, en 1990/91, parte de la coalición imperialista contra Irak. No es que el régimen sirio se oponga a los planes imperialistas; por ejemplo, en los últimos meses Siria dio información sobre la actividad de los grupos islámicos en el Líbano a la CIA y ha limitado la transferencia de armas de Irán hacia Hezbollah (The New York Times, 4/2). Sin embargo, no fue capaz de frenar la resistencia de Hezbollah en el sur del Líbano, que concluyó con el retiro de las tropas israelíes de la región.


 


La cuestión crucial para el Líbano es el papel de Hezbollah. La milicia shiíta es la fuerza política mejor organizada en el Líbano y ahora se encuentra en una encrucijada. Los imperialistas reclaman el desmantelamiento de su milicia y su total integración en la “nueva democracia” libanesa, es decir en un régimen proimperialista más cercano a los Estados Unidos. Los sionistas apoyan el retiro de las tropas sirias del Líbano y, por supuesto, el reclamo del desarme de Hezbollah, todo lo cual fortalecerá la posición de Israel en el Golán.


 


Estados Unidos y los europeos reclaman el control total del Líbano como un complemento de la estrategia imperialista en la región, que toma en cuenta la frágil dominación sobre Irak y el cese del fuego impuesto por la Autoridad Palestina a las milicias palestinas.


 


La Liga Obrera Socialista se opone al programa de la “nueva democracia” que emerge en el Líbano de los planes imperialistas norteamericanos y europeos, y denuncia la presión sobre Siria y los intentos de desmantelar la milicia del Hezbollah. Apoyamos la movilización de las masas libanesas contra los planes norteamericanos, europeos e israelíes en el Líbano. La Liga Obrera Socialista también denuncia la hipocresía de los imperialistas y sionistas, que reclaman que las tropas sirias deben retirarse para que el pueblo libanés pueda tener elecciones democráticas sin ningún régimen extranjero en su territorio. Los que todavía ocupan la meseta siria y palestina, los que condujeron las más fraudulentas elecciones de la historia de Irak bajo la ocupación norteamericana y los que monitorearon las recientes elecciones palestinas bajo el control militar israelí no pueden dar lecciones de democracia a los pueblos de Medio Oriente.


 


Pero la Liga Obrera Socialista no deposita ninguna confianza en el régimen nacionalista sirio o en la dirección del Hezbollah. Ninguno de ellos es el representante de los intereses genuinos de las masas árabes en la región. El desmantelamiento del régimen confesional sirio, basado en los privilegios de las camarillas religiosas, es una de las condiciones para la transformación democrática del país. Pero sólo un régimen basado en el poder de los obreros y de los campesinos puede realizar esa transformación y liberar al Líbano de los imperialistas norteamericanos y europeos.


 


La unidad de las masas del Líbano, Siria y Palestina y de toda la región sólo puede ser el resultado de la lucha de los trabajadores por una Federación Socialista de Medio Oriente.