Derrota en Italia

La atención pública internacional ha estado acaparada, en lo que respecta a Italia, por la crisis política que ha desatado la acción delictiva de Berlusconi, primero en el plano patrimonial y, ahora, por las evidencias que lo muestran promoviendo la prostitución colectiva y de menores. Aunque la caída más o menos próxima del primer ministro pondrá, sin dudas, en primer plano la impasse social y política del capitalismo peninsular, la circunstancia de que la crisis gire sobre la inconducta moral del sátrapa y no sobre los problemas políticos de fondo, muestra el fenomenal atraso circunstancial en el que se encuentra el movimiento popular italiano en su conjunto. De cualquier modo, los avatares de esta crisis han relegado un hecho de importancia, por definición estratégica, como ha sido la derrota de los trabajadores de la Fiat ante la ofensiva de liquidación sindical emprendida por el principal pulpo capitalista de Italia. A decir verdad, en Italia nadie caracteriza que se hubiera producido semejante derrota, en parte porque la batalla todavía no ha terminado, pero fundamentalmente para no poner en evidencia el completo fracaso de la política de la burocracia sindical metal-metalúrgica (Fiom) -a la cual pertenece la mayoría de los obreros de Fiat.

Extorsión

Lo que ha ocurrido, en síntesis, es que la patronal de Fiat ha logrado imponer el desconocimiento del convenio colectivo de trabajo en dos grandes establecimientos de la firma, primero en Pomigliano y luego en la planta histórica de Mirafiori, mientras avanza en el cierre de la planta de Termini Inmerese. Recurrió para eso a la convocatoria de sendos referendos de carácter extorsivo, que habían sido pactados previamente con las burocracias sindicales del ramo -rechazados por la Fiom. Los términos del referendo establecían, entre otros: la posibilidad de modificar los horarios de trabajo sin restricciones; restringir el tiempo de comidas y prohibir el rechazo de horas extras; impedir, de hecho, las huelgas; y, de un modo general, establecer un nuevo contrato que deberá ser firmado por cada obrero, que sustituye a la convención colectiva nacional. El plato todavía más fuerte de este atropello es el que retira la representación sindical a los gremios que no firmasen el nuevo acuerdo. En el caso de Pomigliano, la patronal planteó la alternativa de aprobar el nuevo convenio o cerrar la empresa, y en Mirafiori más o menos lo mismo, mediante la reducción de las inversiones. La patronal extorsionó con su retiro de Italia. En estos términos, el referendo consiguió un 39% de rechazos en Pomigliano, y en Mirafiori triunfó apenas por tres votos en el sector obrero, aunque lo hizo en forma aplastante entre los administrativos. Todavía no hemos podido encontrar una explicación de la participación del personal que no estaba afectado por la reorganización laboral. Los comentaristas de la derecha admiten que si el referendo hubiera sido derrotado en el sector obrero, no hubiera podido pasar aunque ganara entre el conjunto del personal. Como la Fiom se opuso al acuerdo de la patronal con la burocracia sindical de derecha y rechaza los resultados de los referendos, ha quedado excluida de la representación sindical en la Fiat, ¡aunque constituya el sindicato mayoritario! La dirección de la Fiom se ha negado también a seguir la recomendación de la dirección de la CGIL, la central sindical mayoritaria a la que pertenece la Fiom, de firmar ‘técnicamente’ el nuevo acuerdo, con el objetivo de conservar la representación sindical. En los hechos, la CGIL se puso en el mismo bando de las centrales sindicales minoritarias amarillas. De acuerdo con la prensa italiana, otras patronales metalmecánicas pretenden seguir el camino de la Fiat, lo cual implica la liquidación del régimen laboral-sindical vigente en Italia. La batalla no habrá terminado hasta que se cierre el capítulo de los convenios nacionales que han sido puestos en jaque, pero ello no disminuye en nada la derrota sufrida por el movimiento obrero en la principal ciudadela industrial de Italia.

La Fiom

El rechazo del planteo de la Fiat, por parte de la mayoría de la dirección de la Fiom, ha sido el pretexto usado para disimular que le cabe la responsabilidad principal por la derrota. Desde el estallido de la crisis mundial -que se reflejó en Italia con una fuerte caída de la producción industrial-, la mayoría dirigente adoptó una política de adaptación pasiva a la crisis, es decir que toleró las reducciones de jornadas, las suspensiones, los despidos y los cierres temporales de empresas, que fueron parcialmente compensados por los llamados “amortizadores sociales”, o sea subsidios, indemnizaciones y reducciones de salarios. El ataque de la Fiat fue encarado en este marco de adaptación y de retroceso. Los referendos no fueron enfrentados con medidas de lucha. La Fiom no llamó al boicot a los referendos, bajo la premisa de que no sería acompañada, y tampoco llamó a votar por el No, que sin embargo alentaba claramente, para no legitimar la convocatoria extorsiva de la patronal -la firmeza aparente frente a la patronal estaba cubierta por la ambigüedad de la respuesta de conjunto. A mediados de diciembre pasado llamó a un paro de ocho horas para el 28 de enero -más de un mes más tarde y bastante después del referendo en Mirafiori, de principios de enero. El paro fue seguido parcialmente; en las concentraciones que acompañaron la huelga, la dirección desoyó el reclamo de una huelga general en toda la industria. La diferencia entre la Fiom y los sindicatos amarillos es la siguiente: los amarillos se sumaron a la ofensiva patronal; la Fiom se adaptó a esta ofensiva y capituló ante la burguesía italiana. La nueva línea de batalla de la mayoría de la dirección de la Fiom (la minoría, que se encuentra a la derecha, responde a la burocracia de la CGIL) es impedir que el conjunto de la patronal (Confindustria) se sume a la línea de la Fiat. Curiosamente, el conjunto de la izquierda política y sindical de Italia apoyó la orientación de la Fiom, con la caracterización de que su oposición formal al planteo de la Fiat significaba la aparición de un nuevo sujeto de referencia para la clase obrera italiana.

Obama

La liquidación de los derechos laborales, por parte de la Fiat, no responde solamente a la presión de la crisis mundial sobre el mercado del automóvil en Europa y a la capacidad exportadora de Italia. La nueva gerencia de la Fiat se ha embarcado en la reestructuración de la norteamericana Chrysler, que fue rescatada de la bancarrota por el gobierno de Obama. La Fiat, que pretende quedarse con Chrysler, se encuentra desde entonces bajo la tutela del gobierno norteamericano. Los planes industriales de la Fiat están condicionados a la sobrevivencia de Chrysler en el mercado de Estados Unidos. La reestructuración laboral en Italia responde a la presión para abaratar la integración de ambas firmas. Por esto mismo, amenaza la supervivencia de lo que en Italia se llama el ‘indotto’ -o sea el tejido industrial asociado a la Fiat, como autopartistas y siderúrgicas anexas. En días recientes, el director general de Fiat, Marchionne, levantó la hipótesis de trasladar el centro Fiat (diseño, tecnología) a Detroit, lo que provocó una pequeña conmoción en Italia. Cuando se tiene presente que el mercado automotriz se encuentra boyante solamente en los llamados países emergentes, esto como consecuencia de la especulación financiera y la consiguiente expansión del crédito al consumo, es claro que una reversión de tendencia (completamente inevitable), no solamente golpeará a Fiat, cuyas mayores ventas tienen lugar en América del Sur, sino a toda la aventura con Chrysler.

Crítica

Este panorama del conjunto de la crisis subraya con mayor fuerza que la lucha contra los planes anti-obreros de Fiat en Italia reunía todas las condiciones para un gran desarrollo de conjunto, que fue frustrado por la adaptación social y política de la burocracia sindical de la Fiom. Al mismo tiempo, esta caracterización pone en evidencia que una nueva gran crisis laboral-industrial en Italia no sólo está en carpeta, sino que es inevitable. Precisamente por esta razón, es necesaria una fuerte corriente crítica dentro del movimiento obrero.