Donald Trump, ‘market-fascist’

Cuando faltan dieciséis meses de las elecciones presidenciales en Estados Unidos, el candidato republicano, magnate y estrella televisiva, Donald Trump, se encuentra al frente de las encuestas de la interna republicana con el 23,3% de intenciones. Trump es dueño de hedge founds por valor de 78 mil millones de dólares, y posee parte de la cartera del JP Morgan y del banco Capital One; de Apple, Facebook, Boeing, Caterpillar, y cientos de millones en propiedades (The Fiscal Times, 23/7).


Trump personifica un voto "duro" contra la agenda internacional de Obama: el acuerdo nuclear de Irán y el restablecimiento de relaciones con Cuba. Rechaza el "Affordable Care Act" y el "Common Core" (programas de salud y educación); demanda un aumento del gasto militar; y un endurecimiento contra Maduro y a favor del juicio político contra Dilma. Hasta hace poco, este troglodita, sin embargo, era un admirador voluptuoso de Obama. Para la prensa ‘moderada' es un "aventurero".


Propone construir un muro aún más alto en la frontera con México, aumentar el número de prisiones para ilegales (llamadas "ciudades santuario"), y bochar los decretos presidenciales para legalizar inmigrantes. Trump canaliza la "antipolítica": "los políticos norteamericanos son muy estúpidos para resolver las cosas", es su eslogan, y marca su extracción del mundo empresarial para contrastarla con la ‘casta'.


En el primer debate televisivo, la cadena Fox lo definió como "maleducado" y "no-presidenciable" (Financial Times, 7/8). Allí volvió a arremeter contra inmigrantes y residentes latinos. La tendencia fascistizante en Estados Unidos pasó del Tea Party al ‘loco' Trump.


Muchos analistas consideran que Trump es una tormenta pasajera, pero lo cierto es que es el producto fascista de la crisis política y económica gigantesca que atraviesa el país, que en el caso de Estados Unidos supera sus fronteras.